La Navidad (Nativitas) es, quizá, la fiesta más entrañable y apreciada por los cristianos, porque recuerda el momento en que Jesús nació en un pesebre en Belén. La inmensa mayoría de confesiones cristianas, no todas[1], celebra este acontecimiento el día 25 de diciembre, aunque históricamente no fue siempre así. Ahora bien ¿tenemos evidencias de que Jesús nació el 25 de diciembre? Honestamente, no.
¿Cuándo nació Jesús?
Por los datos que tenemos en los evangelios canónicos, no podemos deducir con certeza ni el año, ni el mes y, menos aún, el día en que nació Jesús.
– El Evangelio de Mateo (Mt 2:1) nos dice que “Jesús nació en Belén de Judea en los días del Rey Herodes”. Sabemos por varias fuentes que Herodes el Grande murió en el año 750 a.u.c. (después de la Fundación de la ciudad de Roma), es decir, el año 4 ò 5 a.d.C, pero no sabemos ni en qué año, ni en qué día, antes de morir Herodes, nació Jesús.
– El Evangelio de Lucas nos refiere que en los días del emperador Augusto César se ordenó hacer un censo en todo el mundo y que este censo se realizó siendo Cirenio gobernador de Siria (Lc 2:1-2), y el mismo Evangelio señala que José y María, para cumplir con las obligaciones de ese censo (Lc 2:4-5), se trasladaron desde Nazaret (Galilea) a Belén (Judea) donde nació Jesús. Sin embargo, ni los datos del censo de Augusto César, ni los del gobierno de Cirenio en Siria nos permiten extraer fechas precisas del año o del día del nacimiento de Jesús. Siendo así las cosas ¿por qué la tradición señala el 25 de diciembre como el día en que nació Jesús? En el origen del 25 de diciembre tenemos que destacar, sobre todo, dos celebraciones:
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Las fiestas saturnales de Roma
Eran unas fiestas de la Antigua Roma que se parecían mucho a las Kronia griegas. Como su nombre indica, estaban dedicadas a Saturno, dios de la agricultura, las semillas, la siembra y la cosecha, y, desde el año 217 a.d.C., quedaron oficialmente organizadas en la entonces República romana. Comenzaban el día 14 antes de las calendas de enero (el 17 de diciembre) y terminaban el 23 de diciembre con la Larentalia. De estas fiestas, celebradas en un ambiente de profunda paz y alegría, que recordaba los años dorados de la época del mítico Saturno, han quedado , además de las fechas, muchos vestigios en la celebración de nuestra Navidad:
Vestigios:
- Comidas abundantes.
- Intercambio de regalos.
- Uso de figuritas de cera o arcilla (sigilla) y velas (cerae) que “llamaban” al sol para que volviera a brillar[2]. Las figuritas de arcilla o de pasta (sigilla), que hay que asociar con los oscilla (figuritas que se colgaban en los árboles en honor a Saturno) y los maniae (dedicados a Mania, madre de los lares[3]), eran una forma de fomentar las relaciones familiares.
- Intenso comercio. Una calle entera de Roma se dedicaba a esta actividad con mucha venta de juguetes.
- Intercambio de servicios entre los libres y los esclavos en esos días.
- Juegos de azar, sobre todo, el juego de los dados, el par y el impar, al “capita aut navia” (cara o cruz / cabezas o barcos). Se dice que el emperador Augusto repartía en estas fechas 250 denarios entre sus invitados para que se los jugasen a continuación.
- Los esclavos se jugaban nueces (saturnaliciae nuces), tan indispensables a la fiesta como las cerae y las sigilla.
- Treguas de guerra.
- Solía haber amnistías para los prisioneros que ofrecían sus cadenas a Saturno y se procuraba dejar para entonces la liberación de los esclavos que ofrecían al dios anillos de bronce.
- Vacaciones escolares, etc.
- En fin, eran unas fiestas tan pacíficas y entrañables que se decía la frase “no siempre serán las saturnales” (non semper saturnalia erunt).
A los primeros apologetas cristianos, que tenían mucho interés en encontrar una fecha para celebrar del nacimiento de Jesús, les resultó muy atrayente “colocar” la Navidad en esta época del año, a tenor de las actividades que, en un ambiente de paz y felicidad, se desarrollaban en estas fiestas.
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El “dies natalis solis invicti”
Era una celebración importante del culto a Mitra. El mitraísmo era una religión mistérica muy extendida y popular entre los pueblos del cercano oriente, pero que logró difundirse ampliamente en el mundo romano, hasta que el emperador Teodosio lo prohibió (391 d.d.C.): El mitraísmo daba mucha importancia el 25 de diciembre (“dies natalis solis invicti, día del nacimiento del sol invencible”), porque ese día estaba relacionado con el nacimiento de los días y, por lo tanto, presentaba el triunfo del día sobre la noche, de la luz sobre las tinieblas.
Los apologetas cristianos vieron también en esa celebración una ocasión propicia para comparar la fecha del nacimiento del sol con el nacimiento de aquel al que consideraban como verdadero sol de justicia. Así, Cipriano (s.III) se refería a Jesús como “verus sol” (el sol verdadero) y Ambrosio (s.IV) como “sol novus noster” (nuestro nuevo sol).
En los primeros cuatro siglos de nuestra era, el nacimiento de Jesús fue celebrado en diferentes fechas. Hipólito de Roma (s.III) abogaba por el 2 de enero (nueve meses después de la concepción que él sitúa en el equinocio de la primavera); Clemente de Alejandría (s.III-IV) favorecía el 25 de mayo, así como Juan Crisóstomo (s.IV). Las iglesias de Egipto ya empezaron a celebrar la Navidad el 25 de diciembre a principios del siglo cuarto y, a partir de ese tiempo, el 25 de diciembre fue aceptado por la mayoría de la cristiandad como la fecha de celebración del nacimiento de Jesús.
La Biblia no señala la fecha exacta por un motivo
Como hemos visto, esta fecha fue adoptada por diversos convencionalismos tradicionales y no por datos extraídos de los Evangelios. “La Biblia no señala la fecha exacta. Si el Señor hubiese considerado tal conocimiento como esencial para nuestra salvación, habría hablado de ello por sus profetas y apóstoles, a fin de dejarnos enterados de todo el asunto. Por lo tanto, el silencio de las Escrituras al respecto nos parece evidencia de que nos fue ocultado con el más sabio de los propósitos.
En su sabiduría, el Señor no reveló el lugar donde había sepultado a Moisés. Le enterró, luego le resucitó y lo llevó al cielo. Obró así en secreto para evitar la idolatría. Aquel contra quien se habían rebelado [los israelitas] mientras estaba en servicio activo, aquel a quien provocaron casi más allá de lo que podía soportar un ser humano, fue casi adorado como Dios después que la muerte lo separó de ellos.
Por el mismo motivo Dios ocultó el día preciso en que nació Cristo, a fin de que ese día no recibiese el honor que debía darse a Cristo como Redentor del mundo y el único que debía ser recibido y en quien se debía confiar por ser el único capaz de salvar hasta lo sumo a todos los que se allegan a él. La adoración del alma debe tributarse a Jesús como Hijo del Dios infinito[4]”.
¿Qué hacemos como cristianos?
Ahora bien, teniendo claro que no es posible, mediante la Biblia, establecer la fecha del nacimiento de Jesús, pero que la cristiandad lo celebra ese día, ¿qué tenemos que hacer como cristianos?
Tenemos que aprovechar esta celebración, porque de ella siempre se pueden extraer cosas positivas. “En vista de que el 25 de diciembre se observa para conmemorar el nacimiento de Cristo, y en vista de que por el precepto y por el ejemplo se ha enseñado a los niños que es en verdad un día de alegría y regocijo, os resultará difícil pasar por alto esa fecha sin dedicarle cierta atención. Es posible valerse de ella con un buen propósito[5]”.
La Navidad es pues, en primer lugar, una muy buena ocasión para reflexionar y meditar sobre la importancia de la venida de Jesús a este mundo para compartir con nosotros su humanidad y todo lo que ella representa. Pero es también una magnífica oportunidad para compartir con otras personas, especialmente aquellos que no lo conocen, la persona y el mensaje de Jesús que es un mensaje de paz, de encuentro y, sobre todo de salvación. Fue un ángel el que declaró en sueños a José (Mt 1: 22): “Y (María) dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.
NOTAS:
[1] Los cristianos coptos, por ejemplo, celebran la Navidad el 7 de enero.
[2] Es importante recordar que en esas fechas se produce el llamado solsticio de invierno, es decir, cuando el sol sale más tarde y se pone más pronto. Es el periodo más “oscuro” del año.
[3] Divinidades familiares.
[4] Elena G. de White, El hogar cristiano, 5ª. ed. (Mountain View, CA: Publicaciones Interamericanas,1975) 434.
[5] Elena G. de White, El hogar cristiano, 5ª. ed. (Mountain View, CA: Publicaciones Interamericanas,1975) 435.
Autor: Miguel Ángel Roig, pastor y profesor de teología jubilado
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