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Lectura Bíblica: Hebreos 11:8

INTRODUCCIÓN

Todos queremos encontrarle sentido a la vida, y no me refiero a qué será de nosotros, pues ya conocemos el regalo de Dios. Me refiero a qué vamos a hacer o qué estamos haciendo con nuestra vida aquí y ahora. Trazamos planes, tenemos éxitos y fracasos. Muchas veces, a pesar de ser creyentes nos sentimos desanimados y desganados con la vida que llevamos. ¿Por qué sucede esto? Hoy precisamente vamos a tratar de profundizar en el por qué de este asunto. Vamos a tratar la causa del éxito o el fracaso de los planes que nos proponemos para nuestra vida. Intentaremos ver por qué Dios permite o no ciertas cosas, o si realmente Dios es el responsable de todo lo que nos sucede, sea bueno o malo. Por supuesto que hay temores en la vida, temor a fracasar, temor a muchas cosas, y veremos qué hacer con esos temores. Cristo nos dejó un ejemplo muy gráfico, especialmente en el trato con sus discípulos. Llegaremos a la verdadera causa de la perplejidad que nos sobreviene y encontraremos la solución para la misma. Os invito a ir tomando nota de los textos que se vayan mencionando, son parte del “antídoto” para este tratamiento, y deberíamos releerlos de vez en cuando, para recordar quiénes somos y para qué estamos aquí.

I. PLANES PARA EL FUTURO

A. INCAPACIDAD DEL SER HUMANO

Demasiado a menudo, aunque nos cuesta, nos descubrimos incapaces de hacer planes definidos para el futuro. Algunos somos genios en planificar la vida, para luego descubrir que el transcurso del tiempo lo cambia casi todo. Es en esas ocasiones en las que nos puede sobrevenir angustia, nos dan “ataques de ansiedad”, sentimos inquietud. ¿Qué sucederá si pasa esto? ¿Qué pasará si hago lo otro? ¿Qué puede acontecer si no dejo esto?
Debemos recordar que todo aquél que quiera seguir a Dios, aunque viva toda su vida en un mismo lugar, una misma casa (que no siempre es así), debe llevar una vida de peregrino. Estamos de paso en este mundo. El ser humano no tiene sabiduría para planear su vida, ni la de los demás. Si esto no fuese así, entonces el mundo iría mucho mejor de lo que va. Hebreos 11:8 nos da un claro ejemplo de qué es la vida de un sincero creyente: “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que tenía que recibir como heredad; y salió sin saber dónde iba”. Simplemente tenía un llamado de Dios, y lo siguió sin vacilar.

B. PADECER POR CRISTO, UN PRIVILEGIO

Entre los temores que podemos tener a la hora de seguir la voluntad de Dios, está el de “sufrir por Cristo”. Hay quienes piensan, “si sigo la voluntad de Dios tal cual la estoy conociendo en la Biblia, tendré que dejar de trabajar en Sábado, o tendré que dejar de llevar una vida que no está de acuerdo con la ley de Dios”. Entonces sobrevienen las preocupaciones, qué sucederá con nosotros, con nuestro futuro, si perdemos el empleo, si dejamos a tal o cual persona (porque no estoy casado con ella, pero “la necesito”).

Nos sobrevienen la duda y el temor. Pero si lo hacemos por causa de Cristo, no hay que temer. Jesús mismo dijo: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados seréis cuando por mi causa os insulten, os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos; pues así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mateo 5:10―12). Nuestra persecución de momento no tiene por qué ser de esta índole, pero sí que puede ser el “tomar nuestra cruz y seguir a Cristo”. Ni Enoc que fue llevado al cielo sin ver la muerte, ni el profeta Elías que subió al cielo en un carro de fuego y tampoco vio la muerte, fueron más grandes que Juan el Bautista, quien murió decapitado en un calabozo de Jerusalén. Es un privilegio padecer por Cristo, no se trata de que busquemos el sufrimiento ni la compasión de los demás, recordemos que somos salvos por la fe, no por obras. Pero el mismo apóstol Pablo nos dice en Filipenses 1:29: “Porque se os ha concedido a vosotros, a causa de Cristo, no solamente el privilegio de creer en él, sino también el de sufrir por su causa”.

C. EJEMPLO DE CRISTO

Y es el mismo Cristo quien tiene autoridad moral para pedirnos que le sigamos y no hacer “planes”. Cristo mismo en su vida en esta tierra no trazó planes personales. Aceptó los que el Padre le presentaba cada día. Cristo sabía, gracias al estudio de las profecías cuándo iba a llegar su hora. De hecho le dijo a su propia madre en Juan 2:4 “¿Qué tienes conmigo mujer? Aún no ha llegado mi hora”. Jesús conocía el Plan que había ya trazado para su vida. De igual modo, nosotros deberíamos ver en la Biblia el Plan que Dios tiene trazado para cada uno de nosotros, y comenzar a caminarlo sin miedo. Otros deberíamos simplemente reanudar la marcha que emprendimos en otro tiempo. Nuestra vida debería ser el sencillo desarrollo de la voluntad de Dios, el resto de “planes” que también son necesarios, son simplemente “detalles” del gran plan divino. Una cosa es segura, y lo sé por experiencia, en la medida en que le encomendemos nuestros caminos, Dios irá dirigiendo nuestros pasos. El sabio nos dice en Proverbios 4:25―27 “Miren tus ojos hacia adelante, y fíjese tu mirada en lo que está frente a ti. Fíjate en el sendero de tus pies, y todos tus caminos serán establecidos. No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; aparta tu pie del mal”.

II. DEJARNOS GUIAR POR DIOS

A. MIS PLANES, SUS PLANES

De todos modos, alguien podría decirme que hay que continuar planificando, porque no vamos a vivir “a la buena ventura” y tengo que darle la razón a quien diga tal cosa. Pero en el fondo debemos reconocer que tenemos temor de confiarnos plenamente a Dios. Le queremos ceder las riendas de nuestra vida, pero sin dejar de soltarlas nosotros mismos. Sólo tenemos dos opciones, o las tomamos nosotros plenamente, con sus consecuencias, o se las cedemos a Dios de forma completa. Sólo así encontraremos paz de espíritu. Cuando se confía en Dios plenamente es cuando las preocupaciones pasan a un segundo plano, no hay congoja ante los problemas. Buscamos la solución que Dios nos propone, más que buscar nosotros mismos la solución.

En otras ocasiones la cuestión está en que nos hemos acostumbrado a vivir según lo marca la sociedad donde estamos. Un coche así, una casa tal, muebles cuales, ropa de marca X, moda, etcétera.

A menudo encontramos personas que están “cansados de la vida”. Están entrando en un estado depresivo. Les corroe el no tener el televisor más grande que el del vecino, o la preocupación por mantener ese estatus alcanzado. La preocupación constante consume las fuerzas, no se recupera con el descanso del sueño. Dios quiere que dejemos ese yugo tan pesado que nos hemos ido imponiendo poco a poco. Jesús nos dice: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28―30).

Jesús ve el final desde el principio, y en toda dificultad ha prometido proveer el medio de aliviarnos, así lo dice Pablo en 1 Corintios 10:13, texto que repito muchas veces: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres; y fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla”. Por otro lado, en Salmo 84:11 se nos promete “Porque sol y escudo es el SEÑOR Dios; gracia y gloria da el SEÑOR; nada bueno niega a los que andan en integridad”.

B. DIOS, EL MEJOR GUÍA

Ahora la cuestión es ¿qué principios rigen los planes que yo pueda trazar? Muchos ideamos lo que creemos son planes “brillantes” para el futuro, y con cierta desazón, vemos que acaban fracasando, o al menos no sale todo como estaba previsto. La verdad es que algunas cosas quizás se podían haber previsto, simplemente siendo honestos y sinceros con nosotros mismos, sabíamos que esto o lo otro no estaba en completo acuerdo con la voluntad de Dios tal cual la leímos en su Palabra. Otras veces uno piensa, “he hecho todo de forma honesta, conmigo, con los demás y con la Palabra de Dios ¿por qué no ha salido bien?” Deberíamos entonces confiar en Dios.

Dos textos: 1 Samuel 2:9 “Él guarda los pies de sus santos, mas los malvados son acallados en tinieblas, pues no por la fuerza ha de prevalecer el hombre”. Dios guarda nuestro camino si se lo encomendamos, aunque aparentemente no salgan las cosas como habíamos planeado, y si alguien nos ha hecho daño, dejemos a Dios la justicia, “pues no por la fuerza ha de prevalecer el hombre”.

Otro texto muy conocido, Romanos 8:28 “Y sabemos que Dios hace que todas las cosas ayuden para bien a los que le aman, esto es, a los que son llamados conforme a su propósito”.

Una cita muy conocida por vosotros: “Dios no guía jamás a sus hijos de otro modo que el que ellos mismos escogerían, si pudieran ver el fin desde el principio y discernir la gloria del designio que cumplen como colaboradores con Dios”.1

C. CRISTO, GUÍA DE LOS APÓSTOLES

Cristo mismo actuó de igual modo con sus discípulos. Cuando los llamó para que le siguieran, no les prometió grandes cosas, ganancias, riquezas, ni nada parecido para esta vida. Tampoco les dijo que serían seres de importancia en esta vida. Por ejemplo, Mateo, cobrador de impuestos, rico, muy rico. Jesús simplemente le dijo: “Sígueme”. Según Lucas 5:28 “Él, dejándolo todo, se levantó y le siguió”. Mateo obviamente no exigía de Jesús la misma paga que estaba cobrando en la mesa de los impuestos. ¿Vas a ganar menos por seguir a Cristo? ¿Qué es de más valía para ti entonces? Para Mateo era suficiente saber que iba a estar con el Maestro, a escuchar sus palabras y que tendría la oportunidad de participar con Él en su obra.

Lo mismo sucedió con Pedro, Andrés, Santiago y Juan. Jesús los llamó, según Marcos 1:17―18 “Y Jesús les dijo: Seguidme, y yo haré que seáis pescadores de hombres. Y dejando al instante las redes, le siguieron”. Pedro sabemos que tenía suegra y esposa, luego tenían familia que mantener. Pero aún así, decidieron seguir a Cristo, aun sin saber cómo seguirían adelante con sus familias. En un momento determinado. En otra ocasión, según Lucas 22:35, Jesús les dijo: “Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿acaso os faltó algo? Y ellos contestaron: No, nada”.

III. DIOS PROVEERÁ

A. SERVICIO A DIOS, EL MEJOR PLAN

Al igual que fue provisto para los discípulos, Dios tiene mil maneras de proveernos lo necesario. Si simplemente aceptamos el servicio a Dios como lo más importante en nuestra vida, veremos como las perplejidades que nos preocupaban se irán despejando, y a cada paso encontraremos un camino que se va despejando conforme caminamos. Algunos de nosotros seguro que ya hemos experimentado esto.

La mejor preparación para enfrentar las pruebas de mañana es cumplir fielmente con nuestro deber de hoy. No esperemos poder levantar grandes pesas de 150 kg mañana, si hoy no empezamos a entrenar con pesas de 10 kg. Por otro lado, Jesús también nos amonesta de lo contrario, si hoy te toca hacer poco, no pienses en lo mucho que te pueda tocar mañana “Por tanto, no os preocupéis por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástele a cada día sus propios problemas” (Mateo 6:34).

B. PROMESAS PARA LOS QUE SIRVEN A DIOS

Si nuestro Señor nos aconseja así, debemos confiar en Él. El desaliento en la causa de Dios es irrazonable, no tiene razón de ser, pues Dios se ha comprometido con nosotros. Dios conoce todas nuestras necesidades, ¿no valemos nosotros más que los pajarillos? Ni aún así, cae uno al suelo sin que Dios lo sepa (Mateo 10:29).

El poder de Dios es absoluto, como dice Isaías 43:13 “Aun antes que hubiera día, Yo Soy, y no hay quien pueda librar de mi mano. Lo que hago, ¿quién lo deshará?”. Si además de ver su poder ilimitado, le añadimos que Dios nos cuida como el Buen Pastor cuida su rebaño (Salmo 23), ¿qué tenemos que temer? No hay quien le impida cumplir sus promesas si las aceptamos.

Según 2 Samuel 22:33 “Dios es el que me ciñe de fuerza, Y quien despeja mi camino”. Dios tiene medios para apartar toda dificultad de nuestro camino, si lo considera oportuno y respetamos los medios que él emplea. No olvidemos que Dios nos ama de forma infinita, Jeremías 31:3 nos dice: “Jehová se me manifestó hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por eso, te prolongué mi misericordia”.

Cuando nos venga un día de esos en los que parece que todo el mundo y todas las cosas se pusieron en nuestra contra, tengamos confianza en Dios. Recordemos que no hay nada que le impida hacer su voluntad, y que todo lo que nos viene, es por nuestro bien. Salmo 84:5 leemos: “Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, en cuyo corazón están tus caminos”. Isaías 40:29 nos dice: “El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas”.

C. CRISTO NOS LLAMA HOY

Hoy día, tal cual fue en otras épocas, Cristo nos sigue llamando para que colaboremos en Su obra de dar el evangelio a otros. Si nos dejamos guiar por su amor, si queremos hacer su voluntad, la compensación será algo sin importancia. En Filipenses 3:8 Pablo nos dice: “Y aun más: Considero como pérdida todas las cosas, en comparación con lo incomparable que es conocer a Cristo Jesús mi Señor. Por su causa lo he perdido todo y lo tengo por basura, a fin de ganar a Cristo”. Tendremos gozo al poder colaborar con Jesús, si nos entregamos plenamente a Él no tendremos temor. Si hacemos de Dios nuestra fuerza, tendremos claro cuál es nuestro deber a cada paso, el móvil de nuestra vida, el motivo de vivir será un propósito noble, algo que está por encima de toda preocupación. Albert Einstein, enunciador de la teoría de la relatividad, afirmó una vez: “Lo que más me interesan son los pensamientos de Dios, lo demás son detalles”.

CONCLUSIÓN

Debemos reconocer nuestra incapacidad de hacer planes realmente efectivos sin contar con la colaboración de Dios, y menos si no están de acuerdo a su voluntad. Por otro lado, debemos considerar un privilegio padecer carencias e incluso sufrimientos a causa de hacer Su voluntad, (esto no significa buscar el sufrimiento). Cristo nos dio ejemplo, él mismo aceptó el plan trazado en las profecías mesiánicas. Dios es, por lo tanto, el mejor guía que podamos tener, y Cristo nuestro mejor capitán. Sus planes son los mejores, el servicio a Dios y al prójimo son la mejor tarea a la que nos podemos encomendar. Si hacemos esto, no nos faltarán promesas por parte de Dios que cumplirá para ayudarnos, protegernos y bendecidnos en todo detalle.

Cristo nos llama, te llama hoy para que pongas todos tus planes bajo su gran plan. Acepta como Abraham, a salir de tu casa, tu trabajo, tu ritmo de vida, de tu familia si hiciera falta, para ir al lugar que Dios te muestre, para hacer la obra que Dios te pida. Haz del servicio a Dios lo principal, y el resto, serán detalles complementarios.

Revista Adventista de España