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Es el maratón de Honolulú de 2010. Las cámaras de televisión y los re­porteros están listos para capturar un récord mundial largamente esperado. La atleta es Gladys Burrill. Pantallas electrónicas la han estado siguiendo a lo largo del maratón, y ahora el juez de meta la identifica en la distancia. Los aficionados se inclinan sobre las cuerdas, para echar un vistazo. ¡Cuando la ven, estallan los aplausos y los gritos de aliento llenan el aire!

De repente, Gladys se detiene. Los gritos de los aficionados se convierten en gemidos. “¿Por qué se detuvo?” “¿Está lesionada?” “¿Qué le ocurre?” Después de una larga pau­sa, Gladys reanuda el paso y cruza la meta, estableciendo un nuevo récord mundial.

Gladys Burrill, de 92 años, se ha convertido en la mujer de más edad que completa un maratón oficial. El libro Guinness de los récords certificó el logro de Burrill, y el Con­greso de Hawai la honró con un certificado y una ceremonia lei.

Pero ¿por qué se detuvo tan cerca de la meta? Su tiempo pudo haber sido de dos minutos menos, si no hubiera sido por ese retraso. Gladys explicó que se detuvo para orar porque, como lo dijo ella misma: “Pensé que mi vida iba a cambiar una vez que cru­zara esa línea. Sabía que algunas personas necesitan motivación. Es fácil desanimarse y ser pesimistas. ¡Por eso es vital tener una actitud positiva! Marca una gran diferencia en cómo nos sentimos y en nuestra visión de todo. He tenido un montón de obstáculos en la vida –dijo Gladys–, pero Dios siempre ha estado allí, conmigo”.

A los once años, Gladys contrajo polio, pero más tarde se recuperó. Fue madre de cinco hijos; uno de ellos, Kevin, murió a causa de un tumor cerebral. Dos años antes de que consiguiera el récord mundial, su marido falleció.

Por su actitud positiva, la prensa bautizó a Gladys como ¡la Gladyadora! El titular de la NBC fue: “Piensa en positivo: ¿El secreto de una maratonista de 92 años?”.

Gladys es adventista del séptimo día; y un ejemplo vivo de los beneficios del mensaje de salud adventista. Su alimen­tación es vegetariana y lleva un estilo de vida activo. Pero, fue su actitud positiva lo que más llamó la atención de la prensa. Una actitud positiva es vital para nuestra salud. Pablo aconsejó a los cristianos de Tesalónica que practicaran tres actitudes vitales para el pensamiento positivo: “Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación” (1 Tes. 5:16­18, NVI). Analicemos estas cosas por separado.

Alegría

La vida de Jesús estaba llena de alegría. Quería transmitirla a los discípulos: “Les he dicho esto para que tengan mi alegría y así su alegría sea completa” (Juan 15:11, NVI). Elena de White nos exhorta: “Deben captar el reflejo de la sonrisa de Dios y pro­yectarlo sobre los demás” (Mente, carácter y personalidad, t. 2, p. 389).

Debido a lesiones en la espalda, mi padre sufrió un dolor intenso. Muchas mañanas le resultaba difícil caminar, pero siempre tenía una sonrisa en su rostro. Cuando le preguntaban cómo estaba, su respuesta era: “Fenomenal”.

A mí me parecía hipócrita proyectar alegría en medio del dolor. Le pregunté: “Papá, ¿cómo puedes decir a la gente que estás fenomenal cuando estás sufriendo por el dolor? ¿Cómo puedes sonreír, en vez de poner mala cara?” Su respuesta fue: “La sonrisa es un ministerio. Me permite poner mi atención en los demás, y no en mí”. Su secreto para mantenerse positivo consistía en memorizar las promesas de las Escrituras y compartirlas con otros.

Uno de sus textos favoritos era Salmo 34:5: “Radiantes están los que a él acuden; jamás su rostro se cubre de vergüenza” (NVI). La sonrisa de papá y las promesas de la Biblia fueron un regalo positivo que continúa bendiciendo mi vida.

Una sonrisa es la evidencia de una actitud positiva. Investigadores de la Universi­ dad Estatal de Wayne han medido la relación entre la intensidad de la sonrisa y la longevidad. Encontraron que las personas con amplias sonrisas vivieron unos cinco años más que los que no sonreían o tenían una sonrisa tímida.

Pero, una actitud positiva va más allá de la sonrisa. También, es un regalo que nos impulsa a través del dolor. En los malos tiempos nos permite seguir el plan de Dios al tener la seguridad de la victoria. Jesús soportó la cruz “por el gozo puesto delante de él” (Heb. 12:2). “La fe en el amor de Dios y en su providencia soberana alivia las cargas de ansiedad y cuidado. Llena de regocijo y de contento el corazón de los encumbrados y los humildes” (Patriarcas y profetas, p. 587).

Jesús no equiparó alegría con emocio­nes. Los sentimientos pueden fluctuar de acuerdo con las circunstancias. En Getsema­ní, oró: “Si es posible, pase de mí esta copa” (Mat. 26:39). Sus emociones cedieron ante la idea de la separación de su Padre. Pero la alegría le permitió pintar el cuadro de la victoria en el lienzo de la agonía.

La alegría es la actitud celestial. En la creación de la Tierra, “todos los ángeles gritaban de alegría” (Job 38:7, NVI). En el nacimiento de Jesús, el mensaje del ángel fue: “Les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo” (Luc. 2:10, NVI). Durante su ministerio, Jesús reveló: “Se alegra Dios con sus ángeles por un pecador que se arrepiente” (Luc. 15:10, NVI). Describió el cielo como entrar “en el gozo del señor” (Mat. 25:21). No es extraño que Pablo aconsejara: “Alégrense siempre en el Señor” (Fil. 4:4, NVI). La alegría nos lleva a experimentar el optimismo del cielo, en medio de una epidemia de pesimismo en la Tierra.

Oración

Una vida de oración “sin cesar” (1 Tes. 5:17) puede ser experimentada solo a través de una actitud de oración. La oración nos dota de “la mente de Cristo”, y ello nos permite ver todas las cosas con los ojos de Dios. “La oración es el aliento del alma. Es el secreto del poder espiritual” (Mensajes para los jóvenes, p. 175). Desde 1990, los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos han finan­ciado investigaciones que se centran en la relación entre la espiritualidad y la salud. El libro God, Faith and Health [Dios, fe y salud], de Jeff Levin, resume las conclusiones de la investigación académica en este campo.

Una serie de estudios se centran en la influencia de la oración sobre la salud. Un ejemplo es el del Dr. Marc Musick sobre cuatro mil adultos de Carolina del Norte. Su estudio puso de manifiesto que cuanto más frecuentemente las personas participan de la oración y el estudio de la Biblia, más saludables se califican a sí mismas. Los epidemiólogos han encontrado que la forma en que evaluamos nuestra propia salud ha demostrado ser uno de los indicadores más fiables de la salud en general.

Gratitud

Elena de White escribió: “Nada tiende más a fomentar la salud del cuerpo y del alma que un espíritu de agradecimiento y alabanza” (El ministerio de curación, p. 166). La gratitud se fundamenta en que “toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces” (Sant. 1:17).

A medida que nuestros sentidos en­ tran en sintonía con la bondad de Dios, la gratitud y la alabanza fluyen a través de nuestro ser. Los adventistas del séptimo día experimentamos el sábado como un día de gratitud, al colocar nuestras cargas en Dios y experimentar las bondades de la salvación. Al alabarlo por la bondad que ha traído a nuestras vidas, experimentamos la bendición del sábado. Quiero invitarlo a practicar los beneficios del sábado durante toda la semana, tomando todos los días “pausas de descanso” para concentrarse en la bondad de Dios y expresarle su gratitud.

La gratitud es el resultado de ver la bon­dad de Dios en nuestro mundo. El ojo de la esperanza ve a Dios obrar en este mundo maltrecho e interpreta los desastres naturales como prueba de la pronta venida de Jesús. La esperanza no solo fomenta la gratitud, sino también mejora la salud.

John Harvey Kellogg declaró: “La espe­ranza es el estimulante más potente para el cuerpo”. La esperanza tiene una enorme influencia sobre nuestra salud física, mental y espiritual. El oncólogo Jerome Groopman, en su libro The Anatomy of Hope [La anatomía de la esperanza], vincula la esperanza con la salud: “Los ojos claros de la esperanza nos dan el coraje para enfrentar nuestras circunstancias y la capacidad para superar­las. En todos mis pacientes, la esperanza, la verdadera esperanza, ha demostrado ser tan importante como cualquier medicina”.

Es mi deseo que podamos experimentar las actitudes positivas del Cielo: “Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación” (1 Tes. 5:16­18). “Que tú seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Juan 2).

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Preguntas para reflexionar y participar

1. ¿Qué tres obstáculos se interponen entre usted y el tener una actitud positiva? ¿De qué modo las tres recetas que hemos presentado podrían ayudarlo a superar esos obstáculos?

2. De las tres características mencionadas, ¿cuál le resulta más fácil de practicar? ¿Cuál es la más difícil? ¿Por qué?

3. ¿De qué manera la alegría, la oración y la gratitud han contribuido en su sensación de bienestar?

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