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Descarga tu revista de la Semana de Oración integrada, que celebraremos del 7-14 de noviembre.  El tema de la misma es: “Fidelidad en el estilo de vida cristiano” y se puede descargar, en PDF, aquí: Semana Oración Integrada 2020

Nuestro modelo de estilo de vida cristiano

El anciano apóstol Juan escribió: «Les anunciamos lo que hemos visto y oído, para que también ustedes tengan comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo» (1 Juan 1:3).[1] Y añadió: «El que afirma que permanece en él debe vivir como él vivió» (1 Juan 2:6).

El apóstol describe a los cristianos como aquellos que habitan, o están unidos, a Cristo. La vida cristiana consiste en caminar diariamente con el Señor.

Para habitar en Jesús, los creyentes son llamados a vivir como Cristo vivió. Juan definió el proceso de habitar en Cristo como la comunión con el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo y los demás creyentes. La vida cristiana se basa en una realidad común: la muerte sacrificial de Cristo. Pero el cristianismo se demuestra en cómo vivimos por Dios y los demás.

La vida de Jesús estuvo caracterizada por el poder transformador. Accedemos a ella escuchando lo que dijo («lo que hemos oído») y lo que hizo («lo que hemos visto»): en otras palabras, siendo modelos de sus palabras y de sus acciones. Él es la demostración última y suprema de cómo deberíamos vivir los cristianos, y de cómo caminar como él caminó.

Jesús buscó transformar a las personas

Jesús vino a cambiar radicalmente la vida de los que le escucharon y vieron. Llamó a las personas para que fueran sus discípulos. El discipulado no implica tan solo memorizar sus enseñanzas sino permitir que el poder de sus enseñanzas genere en nosotros una nueva vida (véase Juan 3:1-8). Jesús, la fuente cósmica del poder divino, hizo discípulos venciendo la obra del diablo en los corazones humanos. Y llamó a las personas para que lo siguieran.

La obra de un científico le requería viajar por la selva. Dado que no había caminos o senderos en la densa selva, el hombre llevó un guía local. Después de caminar un rato, le dijo a su guía:

—No veo ningún sendero. ¿Cómo sabemos que estamos avanzando en la dirección correcta?

—Yo soy el camino –replicó el guía–. Usted sígame.

Gracias a Dios, seguimos a alguien que conoce el camino. Jesús miró a la humanidad desorientada y perdida y le dijo: «Yo soy el camino, ¡síganme!» (véase Juan 14:6). Al seguirlo, se espera que vivamos «como él vivió» (1 Juan 2:6).

Las palabras de Jesús 

No hace falta aclarar que Jesús fijó la norma de lo que significa ser cristiano. Se escucharon sus palabras en las calles, en los atrios del templo, junto a la playa, durante sus viajes, revelando los valores y principios del reino de Dios. Por su medio, la voz de Dios se escuchó otra vez sobre el planeta caído, instruyendo a la humanidad y dando nuevo significado a lo que el pueblo de Israel escuchó en el Antiguo Testamento.

El Sermón del Monte es la descripción que hace Jesús del estilo de vida de los que lo siguen y quieren mostrar su identidad como cristianos en este mundo.

En ese sermón, Jesús condenó el homicidio, en particular cuando se lo practica mediante palabras airadas (Mat. 5:21, 22). Afirmó la importancia de vivir en paz con los demás (vers. 23, 24). Explicó que adulterio no es tan solo el acto sino que también se produce en la mente, cuando se albergan pensamientos lujuriosos. Verse tentado por la lujuria en esta era de Internet ofrece desafíos inimaginables para los que vivieron en los días de Jesús (vers. 27-30). Jesús reafirmó el matrimonio y recordó a sus oyentes que el divorcio tiene su propio conjunto de complicaciones (vers. 31, 32).

Jesús habló de la justicia, de cómo es preferible la generosidad a las represalias (vers. 38-40), y de cómo el amor –aun por los enemigos– es uno de los rasgos distintivos de la espiritualidad auténtica y la reflexión más clara del carácter de Dios.

Jesús habló de cuidar a los necesitados, en lugar de alimentar nuestro propio egoísmo (Mat. 6:1-4). Jesús recordó a sus discípulos que el verdadero tesoro se encuentra en el cielo (vers. 19-24), y que la calidad de nuestra vida espiritual no consiste en los bienes materiales. Si buscamos al Señor y su reino, nuestras necesidades espirituales, emocionales y materiales más fundamentales serán cumplidas (Mat. 6:25-34).

En una era de depresión y ansiedad, deberíamos aferrarnos al amor de Dios por nosotros y confiar en que él puede proveer para nuestras necesidades más profundas. Cuando somos tentados a juzgar a otros sobre la base de sus imperfecciones, Jesús nos pidió que nos detengamos y reconozcamos que nuestra tarea primordial es ocuparnos de nuestras imperfecciones (Mat. 7:1-5).

Las enseñanzas de Jesús están diseñadas para que nuestras vidas sean significativas, agradables y efectivas para servir a otros. El amor se encuentra en el centro mismo de los valores del reino de Dios. El amor por él no es solo otra orden; es el vínculo que mantiene unidas nuestras vidas espirituales. El amor por Dios es la base de nuestra conformidad con la Ley (cf. 1 Cor. 13). El amor mutuo se expresa no solo hacia aquellos que nos caen bien sino también hacia nuestros enemigos.

Desafortunadamente, a menudo nos resulta difícil amar a otros, y aun las iglesias a veces pueden convertirse en lugares de conflicto y tensión que dañan la unidad y la identidad centrada en Cristo. El apóstol Juan habrá sido consciente de esto,  porque escribió: «Este es el mensaje que han oído desde el principio: que nos amemos los unos a los otros» (1 Juan 3:11).

Las acciones de Jesús 

Según la Biblia, el carácter y la identidad se manifiestan en nuestras acciones. La identidad de Jesús no estuvo oculta e inaccesible. Jesús se hizo humano para mostrar mediante sus acciones su identidad divina.

Cuando Juan el Bautista estuvo en prisión, envió mensajeros para preguntarle a Jesús si realmente era el Mesías. Jesús se reveló a los discípulos de Juan no solo por lo que le escucharon decir, sino especialmente por lo que lo vieron hacer (Mat. 11:1-6).

Las acciones de una persona revelan el carácter. Jesús comió con los publicanos y pecadores, exhibiendo así su compasión divina (Mat. 9:11-13). Vivió una vida de sumisión total a la voluntad del Padre (Juan 5:19) y fortaleció esa relación estando en comunión con el Padre mediante la oración y el conocimiento de las Escrituras. Guardó el sábado (Luc. 4:16); amó a sus enemigos y oró por ellos (Mat. 26:51-53; Luc. 23:34). Cuando fue tentado, venció al maligno (Mat. 4:1-6), y lo derrotó al librar a los que estaban poseídos por demonios y a los enfermos (Mar. 1:32-34).

Cuando la gente vio que Jesús hacía milagros, como sanar a los ciegos, reconocieron que ponía su poder inigualable al servicio de otros (Juan 9:33). Cada uno de los hechos de Cristo reflejó su identidad, describiendo así el estilo de vida de los que lo habrían de seguir y constituir su iglesia. Toda su vida fue una demostración del amor infinito de Dios por todas sus criaturas. Su crucifixión en la cruz para quitar el pecado es  la demostración última del amor de Dios por la humanidad (Juan 3:14-16; 1 Juan 4:7-10).

«Soy cristiano»

Jesús vino para revelar quién era mediante palabras y acciones. Pero fue en particular mediante su conducta y actitud que la gente lo reconoció como el Hijo de Dios.

Mientras yo visitaba un país en el que musulmanes y cristianos viven juntos, tomé un taxi para ir a una reunión. Durante el viaje, le pregunté al conductor por su vida religiosa. Me respondió con una amplia sonrisa:

«Soy musulmán». Le conté de algunos de mis amigos musulmanes, y le mencioné cuán devotos son de Alá.

Me preguntó por mi religión, y le contesté que era cristiano adventista del séptimo día. Se rio feliz y casi gritó al contestarme: «Hay muchos adventistas en mi aldea, y son mejores musulmanes que yo. Van a su mezquita varias veces por semana y pasan los sábados en cultos y haciendo buenas obras. Son personas piadosas que oran más de tres veces al día. ¡No comen cerdo ni beben alcohol!»

La gente nos conoce en primer lugar por cómo vivimos (por nuestras acciones), entonces por lo que enseñamos. La religión de Jesús no es simplemente sobre un conjunto de afirmaciones espirituales o un sistema de teología, sino sobre una verdad viviente que toma posesión de toda la persona. Es una verdad transformacional que altera radicalmente nuestra manera de pensar, hablar y actuar.

Elena White escribió: «Cristo es nuestro modelo, el ejemplo perfecto y santo que se nos ha dado para imitarlo. Nunca podremos igualar al modelo, pero podemos imitarlo asemejándonos a él conforme sea nuestra habilidad».[2]

Este tipo de religión, que otros ven por medio de nuestras acciones, abre la puerta a que escuchen y aprendan sobre la verdad misma. Implica caminar como Cristo lo hizo.

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

  1. ¿Por qué la Biblia presenta a Cristo como nuestro ejemplo?
  2. ¿Por qué deberíamos alinear nuestra vida con la de Cristo? ¿Para ser perfectos; para ser aceptados por Dios; para servir a otros; o debido a alguna combinación de todo ello?
  3. ¿Qué piensas? ¿Es apropiado bajo alguna circunstancia esconder la identidad adventista?

Autor: Ángel Manuel Rodríguez fue director del Instituto de Investigaciones Bíblicas de la Asociación General de 2001 a 2011.

NOTAS

1 Los textos bíblicos han sido extraídos de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional® NVI® © 1999, 2015 por Biblica, Inc.® Usado con permiso de Biblica, Inc.® Reservados todos los derechos en todo el mundo.

2  Elena White, en Advent Review and Sabbath Herald, 5 de febrero de 1895.

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