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Para que exista comunicación se necesitan tres elementos básicos: un mensaje, un emisor y un receptor. El mensaje, en el caso de la relación de pareja, adquiere características especiales pues no solamente tiene que ver con verbalizaciones, sino también con expresiones de afecto y comprensión y con una necesidad intensa de compartir experiencias.

De este modo comentan muchos la pérdida de comunicación en su matrimonio: «Ahora no conversamos casi nunca. Mi marido se queja de que casi no le hablo, pero si tratara de hacerlo no me escucharía, porque no nos interesan las mismas cosas».

Esta situación revela un problema de incomunicación y es una de las causas principales del aumento alarmante de divorcios a nivel mundial. Muchas parejas son conscientes de esta situación, pero no saben cómo superarla. Entonces, ¿en qué consiste la comunicación? Como ya mencionamos, siempre debe existir un emisor y un receptor del mensaje, quien a su vez asume la función de emisor cuando –esto es lo deseable– recibe el mensaje y lo retroalimenta mediante la emisión de otro. Esto quiere decir que para recibir hay que dar información.

La comprensión

Hay algo más que es fundamental en la comunicación de la pareja: la comprensión. No es suficiente que el receptor escuche el mensaje; es importante que lo comprenda. Para lograrlo, cada uno necesita conocer las características, los intereses y las necesidades sicológicas de su pareja. El hombre debe conocer la naturaleza femenina –en lo sicológico y en lo biológico–, y la mujer la masculina. Esto es fundamental, pues ayudará a evitar errores y a adoptar actitudes que favorezcan la buena comunicación; de lo contrario, puede volverse un mero intercambio de palabras.

Esto es lo que ocurre cuando no se expresan sentimientos y no se da cauce a la expresión de las emociones. Entonces, el propósito de toda comunicación –a nivel de pareja no es una excepción– radica en establecer una relación sana con el otro. A fin de lograrlo, es muy importante el manejo de las diferencias. Al respecto, Elena White dice:«Somos tan diferentes en disposición, hábitos y educación que varían nuestros modos de considerar las cosas. Juzgamos diferente […]. Nuestras ideas en cuanto a la conducta de la vida no son iguales en todo respecto. No hay dos personas que tengan la misma experiencia en todo detalle. Las pruebas de uno no son las del otro. Los deberes que uno encuentra ligeros, son para otro muy difíciles y penosos» (Obreros evangélicos, pág. 487).

¿En qué puntos surgen las diferencias? En el sexo, el temperamento, el nivel formativo, el origen familiar, el grado de expectativas, etcétera. ¿Cómo se pueden manejar las diferencias? La compatibilidad no se manifiesta al comienzo de la relación matrimonial; constituye un desafío a lograr. Dos personas nunca se parecerán en cada detalle. En consecuencia, hay que iniciar un proceso de adaptación, hay que descubrir maneras de complementarse, y hay que saber apreciar las características que el otro aporta. Si fuésemos iguales sería muy aburrido, ¿no?

La calidad de la relación también depende de la habilidad para expresarnos, ya sea verbalmente o mediante el lenguaje gestual. Los siguientes datos fundamentan lo que estamos destacando:

• La comunicación verbal, 7%.

• La comunicación por el tono de la voz, 38%.

• La comunicación no verbal, 55% (incluye expresión facial, postura corporal y gestos).

Desde el punto de vista, la comunicación más efectiva es la que matiza los diversos tipos mencionados (por ejemplo, la manifestación verbal de aprecio acompañada de acciones: un regalo, una sonrisa, etc.).

Niveles de comunicación

Tratemos de determinar cuáles son los niveseles de comunicación efectivamente deseables en la pareja.

1 Nivel de conversación trivial. Es el que corresponde a una conversación casual, que dice muy poco; es mejor que el silencio total. Se reduce a estas preguntas: «¿Cómo estás?» «¿Qué haces?», y otras formuladas sin intención. Normalmente generan frustración a causa de la ausencia de sentimientos, de genuino interés. Son típicas de este nivel las preguntas retóricas («¿Cómo te va?»), porque no esperan una respuesta. Una pareja que limita su comunicación a este nivel, está condenada al fracaso.

2 Nivel de conversación acerca de hechos. Corresponde a informaciones que se comparten sin incluir comentarios personales; es decir, sin comprometernos con el mensaje. Decimos lo que ocurre, pero nos abstenemos de expresar lo que sentimos al respecto. La esposa pregunta: «¿Vas a salir?» «Sí». «¿A dónde vas?» «A la oficina». Son respuestas neutras y podrían ser otras; da lo mismo. Los maridos son más proclives a este nivel de comunicación. El hombre por naturaleza es menos comunicativo.

3 Nivel de ideas y opiniones. Aquí accedemos a la verdadera intimidad. Solo cuando expresamos lo que pensamos nos damos a conocer y permitimos que nos conozcan los demás. Aquí comienza la verdadera comunicación, pero no es la que se requiere para una feliz relación de pareja.

4 Nivel de sentimientos y emociones. Aquí describimos lo que sentimos, y también revelamos lo que pensamos acerca del otro o de alguna situación en particular. Es cuando expresamos ira, enojo, frustración, alegría y resentimiento. Al compartir experiencias y emociones, y al mostrar interés en los sentimientos del otro, permitimos que se enriquezca la relación. Los esposos que expresan sus emociones y se interesan de veras en su cónyuge, contribuirán significativamente a la relación de pareja. Resulta aconsejable combinar estos dos últimos niveles de comunicación.

5 Nivel de apertura o de captación profunda. Se logra cuando hay armonía en la comprensión, esto es, cuando no es solo uno el que comunica, sino que los dos lo hacen con igual interés. También, cuando hay participación de ideales comunes, comparten proyectos e inquietudes, y juntos toman decisiones que afectan a la pareja y al grupo familiar. La satisfacción resultante confiere a la comunicación el nivel ideal.

Barreras en la comunicación

Hay factores que obstaculizan comunicación de la pareja. Uno que es muy común consiste en abusar de las órdenes o instrucciones, como también de los reproches y amenazas: «Ven acá», «Ordena tu ropa», «Verás lo que te va a pasar», «¿No te lo dije?», «Sabes muy bien que eso no se hace», y otros.

Peor aún es humillar al cónyuge, ya sea de manera directa o indirecta: «Eres torpe, no sabes hacer nada bien», «A ti te falta algo», «Tú, ¿pensando?»

Resulta muy grave para la relación de pareja cuando otros escuchan estas expresiones. No es raro oír a una esposa decir a sus amigos (a veces estando su esposo presente): «Juan no me da dinero para las necesidades de la casa», u otros comentarios. El esposo a su vez puede decirle a sus amigos que ella es una vaga, o que no es muy agraciada.

Hay también quienes gustan corregir a su pareja cada vez que abre la boca: «No, no fue el jueves, fue el viernes», «No, tu papá no lo compró; lo encontró en el suelo», y otros.

El que asume el papel de corrector es posible que tenga la razón, pero su actitud de superioridad causará heridas en el ego de su pareja que, fatalmente, atentarán contra la relación.

Es también muy negativa la actitud de monopolizar el papel de emisor, esto es, de ser permanentemente el único que habla y expresa sus necesidades o deseos, o el que deja claro quien tiene la última palabra. También, cuando los maridos exigen de sus esposas una sumisión completa, pretendiendo que no tienen voz ni voluntad, atropellan el propósito del matrimonio. Parafraseando el precepto bíblico: «Maridos, amad a vuestras mujeres y no seáis desapacibles con ellas».

Efectos de las emociones básicas

Los estudiosos señalan que son cuatro las emociones básicas: alegre, triste, enojado y asustado.

Solo una de ellas permite una comunicación positiva, completa y fácil. Las otras tres, la dificultan. Por ejemplo, cuando uno adopta una actitud de superioridad (sermones, amenazas, juzgar las acciones del otro), causa enojo o tristeza, y, al autoensalzarse, expresa una infravaloración del otro: «Tú no sabes nada», «Yo siempre tengo razón», «No creo que tú puedas solucionar este problema».

Por otra parte, hay personas que optan por el silencio como arma de presión, o como forma de expresar descontento o desacuerdo. De esta manera se busca causar daño psicológico al otro. ¡Y se logra también en lo físico y lo espiritual!

La actitud de silencio también puede deberse a un deseo de ocultar las preocupaciones y, al refugiarse en su mundo interior, lo hace para no tener que compartir sus emociones intensas o estresantes. Esta actitud errónea se fortalece cuando la persona no es bien comprendida y, en lugar de evitar provocar esta actitud, se la incentiva con pullas u observaciones hirientes. Es una actitud típica de los varones que tienen intención de no tratar de mala manera a la mujer, o de no mostrar debilidad delante de ella.

Factores que favorecen la comunicación

¿Qué factores resultan favorables para una adecuada comunicación?

  • Momentos oportuno. Muchas esposas esperan que su marido regrese del trabajo para acusar a los hijos por las fechorías realizadas durante el día. Por supuesto que la reacción del esposo no será la esperada, ya que probablemente se encuentra cansado y quizás hambriento. Es fundamental esperar el momento propicio para tratar temas tan importantes como la conducta de los hijos.
  • Claridad. También es fundamental expresar nuestras ideas o sentimientos de manera clara y específica. Se producen malos entendidos cuando no se presentan los asuntos en forma apropiada tratando de «adornar» el mensaje por temor a decir directamente lo que se pretende.
  • Tono de la voz. Es conveniente usar un tono de voz suave y calmado, porque la forma como se dicen las cosas suele ser más importante que el mensaje. De manera que un esposo que desee ser escuchado con atención, debería descubrir si a su cónyuge le resulta fácil escucharlo.
  • Destacar lo positivo. Otro factor importante es priorizar los aspectos positivos frente a los negativos. Cuando los mensajes expresan básicamente críticas, quejas, acusaciones, reproches, insultos, etcétera, es fácil sentir la tentación de cortar la comunicación. Por lo tanto, cada miembro de la pareja haría bien en favorecer el elogio, el reconocimiento, la tolerancia, la cortesía, el respeto y la paciencia, y demuestrar sensibilidad cuando las emociones negativas se manifiestan. Resulta fundamental la comprensión empática de la que habla Carl Rogers, destacado psicólogo norteamericano: la capacidad de ponerse en el lugar del otro y afligirse o alegrarse con él. El saberse apreciado es un magnífico estímulo, es importante no considerar la manifestación de amor como una debilidad, pues este espíritu paraliza las corrientes de simpatía. Cuando se reprimen los impulsos de sociabilidad y generosidad, se refuerza el egocentrismo.
  • Buen trato. En la comunicación de pareja es importante considerar el buen trato. Se piensa que no son precisos los modales corteses y las palabras cariñosas cuando se trata de personas pertenecientes al entorno familiar o, incluso, al ámbito íntimo de la pareja. ¡Profundo error! La familiaridad no excluye la cortesía. Los ruegos siempre son más efectivos que las órdenes. Analicemos dos actitudes de esposas quejosas por falta de atención:- Esposa A: «¡Eres un desconsiderado! Trabajo todo el día como una esclava y tú llegas y te sientas a ver la televisión. Ni siquiera me miras!»- Esposa B: «Querido, estoy cansada. Llevo una semana terrible. Necesito que me animes un poco». 

La esposa A juzga y declara culpable a su esposo, despertando así una reacción contraria. Lo más probable es que se inicie una batalla verbal, si no de hecho. Difícilmente logrará su objetivo. En cambio la esposa B se limita a expresar lo que siente, por lo cual no hay nada que discutirle. Tiene más posibilidades de alcanzar sus objetivos.

No es difícil concluir que las expresiones ofensivas entorpecen la comunicación, en tanto que los mensajes personales impiden las reacciones contrarias. Es muy diferente expresar inquietud por la puerta que no cierra del todo bien, que insistir una y otra vez: «¿Cuándo vas a arreglar la puerta?» El mensaje personal, esto es, la expresión de los sentimientos, probablemente hará que el otro responda: «¿Por qué no me lo dijiste antes?»

  • Saber escuchar. Es fundamental aprender a escuchar. Lo normal es que prefiramos hablar antes que escuchar, pese a lo sencillo que esto último parece ser. Cuando cada uno está demasiado ocupado en manifestar sus preocupaciones buscando simpatía y comprensión hacia sus propios problemas y no ofrece la oportunidad de escuchar los planteamientos del otro, la comunicación no se establece. Saber escuchar, entonces, quiere decir escuchar no solo las palabras que se dicen, sino también escuchar los sentimientos que se comunican y retroalimentarlos demostrando interés, aceptación y empatía genuinos.
  • Por último, para poder escuchar necesitamos aprender a interpretar el lenguaje no verbal, es decir, los pequeños gestos o posturas corporales que son a menudo tan expresivas o más que las palabras.

Los conflictos en la pareja

Los conflictos son inevitables en toda relación humana, también en la pareja, pues cada uno es una individualidad con sus propias percepciones. En consecuencia, lo importante es saber cómo resolverlos.

Hay quienes tratan de negar la existencia de conflictos, o intentan impedir que sus sentimientos se den a conocer. Esto no es lo mejor; los conflictos deben ser resueltos. Para ello hay que buscar el momento y el lugar adecuados. Nunca deben ventilarse los problemas de la pareja en presencia de otros, especialmente de los hijos.

Una vez iniciada la conversación, debe darse cauce a las inquietudes con franqueza, pero sin exabruptos ni expresiones de enojo. Es aconsejable buscar argumentos en favor de la posición que se sustenta. No es conveniente mezclar varios conflictos a la vez, sino circunscribirse a uno. La presentación de la posición propia en ningún caso significa no respetar la del otro. Las amenazas, los insultos, las alusiones hirientes a familiares, etcétera, son sumamente dañinas. Como las palabras ejercen mucha influencia para bien o para mal, es importante que el tono de voz nunca denote irritación.

Siempre será de utilidad analizar las posibles soluciones al conflicto, a fin de elegir la más aceptable para ambas partes. Será de gran ayuda si cada uno voluntariamente cede algo. Si se intenta ver el problema desde el punto de vista del otro, habrán dado un gran paso para la solución del conflicto. La pareja debe entender que así como se requieren dos para que se origine un problema, también se necesitan dos para resolverlo.

La comunicación íntima de la pareja

Intimidad. Es la experiencia donde cada uno es conocido, amado y aceptado, y solo se alcanza en el nivel de apertura que posibilite la intimidad genuina en la relación. («Conoció Adán a Eva».)

No obstante, la llegada de los hijos y la rutina de la vida matrimonial con frecuencia acaban con el halo romántico de la relación conyugal. El trabajo, la casa y los hijos hacen que la conversación gire en torno a asuntos muy diferentes a los que interesaban cuando eran novios. La clave para mantener el espíritu del noviazgo es seguir buscando ocasiones para expresar lo que uno siente por el otro.

Apoyo mutuo. Otro aspecto muy positivo para la comunicación de la pareja es el apoyo mutuo. Hoy en día, el papel que le toca desempeñar a cada miembro de la pareja no están tan encasillados como antes. En la medida que ambos estén dispuestos a no imponer sus términos y alcanzar consensos, será más factible una buena comunicación.

Ninguno debe tratar de dominar. Ambos deben estar igualmente dispuestos a no hacerse ningún tipo de daño. Ella será cuidadosa en sus palabras, amable y compañera de su esposo. Él no la avasallará, no será arbitrario ni exigente. Ambos tienen una misión definida que desempeñar, y son igualmente respetables y valiosos.

Reflexión final

Para concluir, un ingrediente primordial para una comunicación eficaz en la pareja es que ambos mantengan una comunicación permanente y activa con Dios. Una pareja unida que ora, estudia la Biblia y aprende a amar, comprender y perdonar, permanecerá así para siempre.

Revista Adventista de España