Comencemos casi por el final.
El escritor de la carta a los Hebreos afirma que, «si seguimos pecando a propósito después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda ningún sacrificio que cubra esos pecados» (Hebreos 10:26).
En la misma línea, argumenta que quienes «pisotean al Hijo de Dios y consideran su sangre como algo vulgar e inmundo, insultando y despreciando al Espíritu Santo» (10:29), sufrirán un «mayor castigo» que aquellos que rehusaron cumplir la ley de Moisés.
Si retrocedemos en la lectura de la carta, nos encontramos con este mismo pensamiento. Los que, entre otras cosas, fueron partícipes del Espíritu Santo, pero se han alejado de Dios, no volverán a arrepentirse. Pareciera que el autor de la carta habla de lo mismo que enseñó Jesús: «Por eso les digo, cualquier pecado y blasfemia pueden ser perdonados, excepto la blasfemia contra el Espíritu Santo, que jamás será perdonada El que hable en contra del Hijo del Hombre puede ser perdonado, pero el que hable contra el Espíritu Santo jamás será perdonado, ya sea en este mundo o en el que vendrá» (Lucas 12:31-32).
Rechazar al Espíritu Santo es grave porque él es quien nos lleva a Jesús, que es el único que nos puede salvar. El autor es categórico: «Es imposible lograr que esas personas vuelvan a arrepentirse; al rechazar al Hijo de Dios…» (Hebreos 6:6).
No nos quedaremos en el final
Soy consciente del tono que tiene este artículo. Hemos comenzado casi por el final, pero no nos quedamos aquí. El autor de la carta a los Hebreos tampoco lo hizo.
Un autor judío que escribe a sus compatriotas hebreos. Ellos están familiarizados con sus costumbres, con sus prácticas religiosas. Él les propone algo mejor.
Su lógica es que «bajo aquel sistema se repetían los sacrificios una y otra vez, año tras año, pero nunca pudieron limpiar por completo a los que venían a adorar» (Hebreos 10:1). «No es posible que la sangre de los toros y las cabras quite los pecados» (Hebreos 10:4). «El sacerdote oficia de pie delante del altar día tras día, ofreciendo los mismos sacrificios una y otra vez, los cuales nunca pueden quitar los pecados» (Hebreos 10:11).
Los sacrificios y ritos humanos no pueden purificar conciencias. No pueden salvar. No pueden borrar pecados. Nunca.
Pablo escribe a los colosenses y les dice que algunas «reglas son simples enseñanzas humanas acerca de cosas que se deterioran con el uso. Podrán parecer sabias porque exigen una gran devoción, una religiosa abnegación y una severa disciplina corporal; pero a una persona no le ofrecen ninguna ayuda para vencer sus malos deseos» (Colosenses 2:22-23).
Gloria a Dios por Jesús
Lo que los sacrificios no pudieron hacer, Jesús lo hizo.
Lo que las normas y reglas humanas disimulan, Jesús lo transforma.
Lo que era contrario a nosotros, él lo clavó en la cruz (Col.2:14).
Vuelve a leer el texto con el que he comenzado este artículo: «si seguimos pecando a propósito después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda ningún sacrificio que cubra esos pecados» (Hebreos 10:26).
Podríamos hacer una lectura tremendista de este texto. Pero te propongo algo mejor. Imito al escritor de la carta a los Hebreos y te digo, sin miedo a equivocarme, que Jesús:
- Es superior a los ángeles (Hebreos 1:4).
- Merece mucha más gloria que Moisés (Hebreos 3:3).
- Nos ofrece cosas mejores con la salvación (Hebreos 6:9).
- Nos da una mejor esperanza por la cual nos acercamos a Dios (Hebreos 7:19).
- Tiene un sacerdocio muy superior… porque él es mediador a nuestro favor de un mejor pacto con Dios basado en promesas mejores (Hebreos 8:6).
- Ministra en un santuario superior y más perfecto (Hebreos 9:11).
- Ofrece un sacrificio superior para purificar el santuario celestial (Hebreos 9:23).
- Garantiza las cosas mejores que nos esperan (Hebreos 10:34).
En Jesús sigue habiendo salvación
Ya no queda sacrificio para el que rechaza a Jesús. Pero hay salvación para quien lo acepta.
Por lo tanto,
- Prestemos mucha atención a las verdades que hemos recibido (Hebreos 2:1).
- «Hagamos todo lo posible por entrar en su descanso» (Hebreos 4:11).
- «Aferrémonos a lo que creemos» (Hebreos 4:14).
- «Acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios» (Hebreos 4:16).
- «Sigamos adelante hasta llegar a ser maduros en nuestro entendimiento» (Hebreos 6:1).
- «Acerquémonos, pues, con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió» (Hebreos 10:22-23).
- No desechemos la firme confianza que tenemos en el Señor (Hebreos 10:35).
- Quitemos todo lo que estorba y el pecado que nos hace fácilmente tropezar (Hebreos 12:1).
- Corramos con perseverancia la carrera que se nos propone con la mirada puesta en Él (Hebreos 12:1-2).
- «Tengamos cuidado de no negarnos a escuchar a Aquel que habla» (Hebreos 12:25).
En resumidas cuentas:
«Consideremos detenidamente a este Jesús… [y]… Salgamos a su encuentro» (Hebreos 3: 1-13: 13).
Dios te bendiga.
Autor: Óscar López Teulé, pastor presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
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