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Salmos 50:12 «Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal…Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehovaá Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás». (RVR60).

Tratemos de imaginar la escena, el mundo recién creado, lleno de ruidos, formas, colores, olores y sabores maravillosos. Nos recuerda la preparación que se hace para recibir a un bebé en casa; se acondiciona la habitación, se prepara la cuna, se compra la ropa y todo lo necesario para que ese recién nacido, cuando llegue, esté bien, sea feliz. La inspiración describe los preparativos que Dios hizo para recibir a sus bebés (Adán y Eva) a través del siguiente relato:

«Todo lo que Dios hizo tenía la perfección de la belleza, y nada que contribuyera a la felicidad de la santa pareja parecía faltar; sin embargo, el Creador les dio todavía otra prueba de su amor, preparándoles especialmente un huerto como su morada. En este huerto había árboles de toda variedad, muchos de ellos cargados de aromáticas y deliciosas frutas. Había hermosas plantas trepadoras, como vides, que presentaban un aspecto agradable y hermoso, con sus ramas inclinadas bajo el peso de tentadora fruta de los más ricos y variados matices. El trabajo de Adán y Eva debía consistir en formar cenadores o albergues con las ramas de las vides, haciendo así su propia morada con árboles vivos cubiertos de follaje y frutos. Había en profusión y prodigalidad olorosas flores de todo matiz. En medio del huerto estaba el árbol de la vida que era superior en gloria y esplendor a todos los demás árboles. Sus frutos parecían manzanas de oro y plata, y tenían el poder de perpetuar la vida». (Patriarcas y profetas, p. 26).

Es notable «nada que contribuyera a la felicidad de la santa pareja parecía faltar». ¡Qué maravilla! Dios siempre provee para la felicidad de sus amados hijos. Es generoso, liberal, espléndido, desprendido, dadivoso, pródigo, etc. Sus bebés podrían disfrutar de todo lo que preparó para su bienestar, solo se reservó un árbol, «eso constituía la prueba de su gratitud y lealtad a Dios». (Consejos sobre mayordomía cristiana, p. 65). Hoy podemos ver como ese Dios creador continúa manifestándose, no siempre recibimos todo lo que deseamos, pero todo lo que contribuye para nuestra felicidad –amor, alimento, vestido, aire, agua, etc., sigue llegando a nuestra vida. Ya no hay un árbol del cual no debamos tomar, pero ahora se reserva una porción del tiempo (sábado) y una porción de los recursos que llegan a nuestras manos (diezmo). Cuando no hacemos uso de lo que Dios se reserva para nuestros intereses, sino que lo entregamos a su verdadero Dueño, expresamos gratitud y lealtad a nuestro generoso Benefactor.

Llamado ser leales

No hay duda, Dios ha sido leal con nosotros, tenemos vida, trabajo, alimento y nos tenemos unos a otros, cada uno de nosotros elevará una breve oración para agradecer a Dios por su bondad y pediremos su ayuda para mantenernos leales, respetando lo que Él se ha reservado.

Revista Adventista de España