Detrás de cada mandamiento, está un principio que es eterno, principio que ya existía antes de la creación del mundo y permanecerá cuando este mundo deje de funcionar. Es así que, por ejemplo, detrás del primer mandamiento el principio es lealtad, del segundo espiritualidad, del cuarto adoración. El principio que encontramos en el octavo es la honestidad, el hijo de Dios debe caracterizarse por ser honrado en cada área de su existencia.
Si pedimos algo prestado debemos devolverlo, si se nos confía algo para administrarlo debemos hacerlo meticulosamente. Aún en el pago de los impuestos (tarea que puede resultar desagradable) debemos practicar este principio. Nuestro Señor Jesucristo declaró: «Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios». (Mateo 22:21; Marcos 12:17; Lucas 20:25). Tan importante es este asunto, que el relato aparece en tres de los cuatro evangelios.
Cuando alguien es deshonesto está separado de Dios. Pensemos, por ejemplo, cuando una persona transgrede el sábado, día de propiedad divina, se aleja gradualmente de Dios. El individuo manifiesta que su mayor interés son sus propios asuntos y no los asuntos del Reino de los Cielos. Según Isaías 58:13, el sábado es un día para atender los asuntos del Señor. Quien actúa de manera diferente está robando.
En Malaquías 3 Dios invita al pueblo a volver a Él; y «¿en qué sentido tenemos que volvernos?», preguntó el pueblo, la respuesta es un llamado a la honestidad: «traigan íntegro el diezmo al granero». Sí, no es posible actuar con falta de honradez y pensar que se está cerca de Dios. Al iniciar cada sábado consideremos cómo está nuestra relación con Dios en este aspecto. ¿Estamos devolviendo a Dios fielmente lo que le pertenece?
No olvide: «Traed los diezmos al alfolí», es la orden de Dios. No se extiende ninguna invitación a la gratitud o generosidad. Es una cuestión de simple honradez. El diezmo pertenece al Señor, y Él nos ordena que le devolvamos lo que le pertenece. «Se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel». Si la honradez es un principio esencial en los negocios, ¿no hemos de reconocer nuestra obligación hacia Dios, obligación en la que se basan todas las demás?». (La educación, 124).
Llamado a la honestidad
Reconocemos el cuidado de Dios al proveer para nuestras necesidades como familia. De manera especial, al proveer descanso a través del sábado. ¡Gloria a Dios! Pedimos su bendición para concentrarnos en los asuntos del Reino de los Cielos. También reconocemos su generosidad al proporcionar los recursos para atender nuestras necesidades básicas y renovamos como familia nuestro deseo de volver a Él, actuando honestamente al devolver lo que se ha reservado como suyo.