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Salmos 50:12: «Porque mío es el mundo y su plenitud».

Damos gracias a Dios por darnos la oportunidad de comenzar un nuevo año lleno de oportunidades y bendiciones.

Pensar que la mayordomía es solo dinero, es un concepto muy estrecho. En realidad, la mayordomía inició cuando ni siquiera existían las monedas ni los billetes, la mayordomía fue fundada en la misma creación y se originó en la mente de Dios.

Dios como Creador

El registro sagrado declara categóricamente: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra.» (Génesis 1:1) y el salmista escribió: «Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el espíritu de su boca. . . Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió.» (Salmos 33: 6, 9). En la Biblia el verbo crear (bará) solo tiene como sujeto a Dios, es el único capaz de hacer algo de la nada, Él formó la materia original del universo.

Este es el principio fundamental de la mayordomía «Dios es el Creador» y nos recuerda que a Él debemos nuestra existencia; Dios decidió crearnos, fue su elección y lo hizo por amor.

Dios como dueño

Reconocer a Dios como el Creador del Universo conlleva otra gran verdad, la idea de la propiedad. Cuando alguien adquiere una propiedad, tiene el derecho sobre ella, puede construir, sembrar o hacer con ella lo que desee, porque le pertenece. El Salmo 50:12 declara «…Mío es el mundo y su plenitud», «míos son los animales del bosque, y mío es el ganado de los cerros» (Salmos 51:10), «mía es la plata y mío es el oro» (Hageo 2:8), entonces Dios es el Dueño de todo lo que existe, todo le pertenece.

El hombre como mayordomo

El ser humano no es dueño de nada, cuando va al sepulcro, se va con las manos vacías. Dios dijo al rico insensato: «Necio, esta noche vienen a pedir tu alma, y lo que tienes ¿de quién será?» (Lucas 12:20). Una sabia administración depende de reconocer que como seres humanos no somos dueños, sino solo administradores o mayordomos que algún día rendiremos cuentas ante nuestro Creador.

Llamado

Unámonos para reconocer a Dios como nuestro Creador y como Dueño de todo lo que existe, incluyendo nuestras vidas. Oremos, para poner nuestras vidas y todo lo que Él nos ha confiado en sus manos.

Revista Adventista de España