Skip to main content

Lucas 4

TRANSFORMANDO EL MUNDO

La exhibición de fuegos artificiales de San Diego, en California, EE. UU. es una de las más impresionantes del mundo, y atrae a miles de personas. La exhibición del año pasado se ha descrito como ‘épica’. Yo la he visto en vídeo. Si no habéis visto, deberíais hacerlo. Aparentemente hubo un problema con los ordenadores y como consecuencia se lanzaron tres de las cuatro balsas llenas de fuegos artificiales en pocos segundos. El vídeo es asombroso: tres balsas disparando fuegos artificiales a la vez.

ESPERANDO ESE ALGO

Me imagino que una de las cosas que encuentro más interesantes de la exhibición en sí, es el hecho de que las multitudes de espectadores permanecieron en el área entre 35 y 45 minutos, hasta que se oyó una voz por los altavoces: “Eh, eso es todo amigos. Lo sentimos.”

La gente esperaba ver más. Estaban esperando ver las luces de color púrpura iridiscente que se va tornando en luz blanca y plateada. Estaban esperando ver las luces de color rojo, blanco y azul que les recordaban su niñez – para que crearan las mismas impresiones en las mentes de sus hijos. Estaban esperando la gran final.

¿Os acordáis de cómo erais cuando erais más pequeños? Preguntabais una y otra vez si ‘esa’ era ya la gran final, y vuestros padres os decían: ‘Todavía no. Solo espera.’ Y casi no podíais esperar. Queríais ver la gran final, y cuando llegaba, lo sabíais. Se podía notar la diferencia. Esto es lo que todos estaban esperando ver.

Pero aquellas pobres personas observando la exhibición de fuegos artificiales en San Diego experimentaron el inicio, el transcurso y el final en solamente nueve breves segundos. Se quedaron esperando una gran final que nunca llegó. Simplemente se quedaron esperando, y sus expectativas se vieron frustradas, porque la ‘final’ nunca llegó.

La prensa que informaba del espectáculo utilizó palabras como “chasqueados” y “aburridos” para referirse a la actitud de la gente que esperaba la gran final que nunca llegó.

En realidad es una lástima que no pudieran invertir aquel tiempo en alguna otra cosa. El total de todos aquellos minutos de toda aquella gente, si se hubiera usado provechosamente, hubiera podido cambiar el curso del mundo, literalmente. Pero simplemente estuvieron esperando la gran final que nunca llegó.

Nosotros regresamos hace poco de la Reunión Campestre del Norte de Nueva Inglaterra (Northern New England Camp Meeting): un lugar hermoso; una gente maravillosa. Fue una gran experiencia; en la sección de Jóvenes y de Jóvenes Adultos, cuatro personas maravillosas fueron bautizadas, y tuvimos la ocasión de visitar algunos de los lugares históricos más antiguos de nuestra denominación. ¡Fue una gran experiencia, y yo me siento sumamente agradecido por haber tenido esa oportunidad!

Al llegar al aeropuerto de Boston en nuestro viaje de regreso, descubrimos algo muy desalentador: ¡Nuestro vuelo se había retrasado! Ahora bien, esto no hubiera incomodado a la mayoría de las personas, pero yo tengo tres hijos, y sus aparatos electrónicos estaban casi sin carga en sus baterías. Una situación terrible. Los niños se metían en problemas todo el rato. Querían investigar todo lo que les rodeaba. ¡No se estaban portando bien; y yo, por ende, me sentía fatal!

Nos parecía que nunca íbamos a salir. Por cada cinco minutos de retraso del avión, nos parecía que transcurría una hora de espera. ¡Los niños se metían en problemas, estaban aburridos, yo estaba enojado, y mi esposa también!

Lo que quiero decir con esto es lo siguiente: cuando simplemente estamos esperando, no solamente nos parece que el tiempo transcurre muy despacio, sino que también tenemos bastante tiempo para meternos en problemas.

UN GRAN CHASCO

¿Por qué estoy diciendo todas estas cosas? Porque somos un pueblo que hemos experimentado un gran chasco. Sin embargo, nuestros corazones aún ansían esa bendita esperanza que arde en nuestros corazones. Y mientras transcurre el tiempo de espera, procuramos por nuestros propios medios mantener nuestras vestimentas limpias en la medida de lo posible.

Algunos de nosotros nos aferramos a la idea de que la razón por la cual Jesús vino fue simplemente para salvarnos de nuestros pecados y, cuando llegue el momento adecuado, llevarnos al Cielo. Sin embargo, veamos las palabras de Jesús; veamos cuál creía Él que era la razón de su venida:

“Llegó a Nazaret, el lugar donde se había criado, y como tenía por costumbre, entró un sábado en la sinagoga, y se puso en pie para leer las Escrituras. Le dieron el libro del profeta Isaiías y, al abrirlo, encontró el pasaje que dice:

“«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar a los pobres la buena noticia de la salvación; me ha enviado a anunciar la libertad a los presos y a dar visto a los ciegos; a liberar a los oprimidos y a proclamar un año en el que el Señor concedera su gra- cia.»

“Cerró luego el libro, lo devolvió al ayudante de la sinagoga y se sentó. Todos los presentes lo miraban atentamente. Y él comenzó a decirles:

“–Este pasaje se ha cumplido hoy mismo en vuestra presencia.” (Lucas 4:16-21 BLP, énfasis añadido).

¿Qué estaba diciendo Jesús? ¿Es posible que Él estuviera diciendo que estaba a punto de establecer la justicia, la paz y la rectitud para siempre?

¡Su respuesta es que sí!

DESMENUZANDO EL TEXTO

Y sabemos que Jesús no deja lugar a que se malinterprete la tremenda aseveración que ha hecho. No hay resquicios. No hay manera de obviarlo. Si vosotros sois como yo, os gusta hacer una aseveración enfática, y aseguraros de haber dejado algún resquicio, algún hueco, alguna puerta trasera, para que si alguien tiene alguna aseveración mejor o más contundente, siempre existe la manera de quedar bien.

Pero Jesús, sin embargo, no dejó ninguna puerta trasera abierta. Ha llegado eltiempo de paz, de justicia y de reconciliación; y Él lo ha introducido con su vida, con su muerte y con su resurrección. Queda claro que no ha venido solo para salvarnos personalmente a nosotros, sino también para dar las buenas nuevas a los pobres.

Pero detengámonos un momento, y hagamos una pregunta: ¿Cuáles son las buenas nuevas para los pobres? ¿Son las buenas nuevas para los pobres que una vez que dejemos esta vida miserable, lo próximo será ver a Jesús y viajar con Él al Cielo?

¡Por supuesto! Estas serán siempre buenas nuevas, para los ricos, para los pobres, para los muy pobres, para los muy ricos, y tambián para los de clase media. ¿Sabéis qué más son buenas nuevas para los pobres? Comida y bebida, ropa, alojamiento. Estas cosas crean en nosotros la capacidad de continuar hacia adelante.

Algunas veces, las buenas nuevas son lo que puede aliviar alguna situación. ¿Son nuestras buenas nuevas a los pobres algo que pueda alterar el rumbo de sus vidas? ¿Es algo que les ayuda a vivir en el reino de Dios actual? ¿Son nuestras buenas nuevas solamente las nuevas para el futuro o son buenas nuevas para hoy también?

“El gobierno bajo el cual Jesús vivía era corrupto y opresivo; por todos lados había abusos clamorosos: extorsión, intolerancia y crueldad insultante. Sin embargo, el Salvador no intentó hacer reformas civiles, no atacó los abusos nacionales ni condenó a los enemigos nacionales. No intervino en la autoridad ni en la administración de los que estaban en el poder. El que era nuestro ejemplo se mantuvo alejado de los gobiernos terrenales. No porque fuese indiferente a los males de los hombres, sino porque el remedio no consistía en medidas simplemente humanas y externas. Para ser eficiente, la cura debía alcanzar a los hombres individualmente, y debía regenerar el corazón.” (Elena G. de White, La maravillosa gracia de Dios, 16.2)

¿Toman nuestras buenas nuevas solamente la forma de tratados y de libros, o toman la forma de ropas y pan? Yo sé lo que necesito cuando tengo hambre – es decir, cuando estoy físicamente hambriento – y tú también sabes lo que necesitas.

JESÚS REDEFINIÓ LA GRANDEZA AL INCLINARSE CON LA TOALLA Y LA PALANGANA

Al proclamar las buenas nuevas, y después ilustrarlas por medio de su práctica o ejemplo, Jesús reclamó las buenas nuevas para el reino de Dios actual. Y nosotros necesitamos esa redefinición desesperadamente. “El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo por el Espíritu Santo.” (Romanos 14:17) Los hijos de Israel se habían convertido en una pobre muestra del reino de Dios venidero.

En la televisión y en los medios de comunicación, hacemos elecciones en base a los anuncios o a los avances que vemos de los programas o de los eventos que aparecerán por los medios. Si observamos los tráileres de Apple podremos tener una vislumbre de lo que está en el horizonte y de lo que está de moda en los medios y en la producción cinematográfica. Pero algunas veces los avances de lo que vemos nos quitan el interés de invertir nuestro tiempo mirando lo que se nos ofrece.

Hay ocasiones en las que ocurre lo contrario: el avance que vemos supera con creces la experiencia completa. Observamos un avance de una nueva serie en televisión, y esos dos minutos que vemos nos hacen querer ver la serie. Luego cuando la vemos nos damos cuenta de que en realidad solo habáa dos minutos que valía la pena ver.

Hasta el tiempo de la venida de Jesús, los avances del reino de Dios fueron muy pobres. El pueblo de Israel no le había dado al mundo una muestra, un avance del reino de Dios que interesara a muchos. El avance no había hecho que muchos quisieran ver la película. Ellos definían a la “grandeza” como el mero hecho de ser el pueblo escogido, junto a la “Ley”, sus tradiciones y su ‘herencia’. La pobreza y la aflicción se consideraban como señales del desagrado de Dios. Esto no significaba buenas noticias para los pobres ni para los afligidos. Y la Ley tampoco era ‘buenas noticias’ para los que se esforzaban procurando guardarla sin recurrir al Salvador, porque la Ley condena, y señala el pecado.

Así que aquí tenemos a un mundo con una necesidad desesperada de escuchar buenas nuevas, y tenemos a Jesús que trae esas buenas nuevas en palabras más que sencillas. Las buenas nuevas de Jesás traspasaron el umbral del argumento o de la discusión teológica, y llegaron a ser específicas. Las buenas nuevas se hicieron carne.

Las buenas nuevas tenían piel por encima, y pan por dentro, y tenían ropa, y bebida. Las buenas nuevas se convirtieron en sanidad física, y en una comunidad que no tenía secretos, que compartía todo, y que se aseguraba de que nadie a su alrededor tuviera hambre, ni frío, ni aflicción a ser posible.

Las buenas nuevas del Cielo se hicieron las buenas nuevas de hoy, en sus vidas, en su día a día, al levantarse, caminar y vivir en comunidad. No se proyectaba al reino de “algún día muy pronto”; era HOY. HOY era el día en el que las buenas nuevas de justicia, de paz, de visión y de libertad se proclamaban. “Algún día muy pronto” experimentaremos la culminación de todas las esperanzas y de todos los sueños con el establecimiento del reino glorioso y eterno de Dios; el Cielo comienza aquí y ahora.

EL REY Y EL REINO

Yo comienzo a emocionarme, porque cuando las buenas nuevas son reales y actuales, no podemos sino estar emocionados. Yo creo que esta fue una de las razones por las cuales los discípulos no ayunaron cuando estaban alrededor de Jesús. Ellos sabían que había demasiadas buenas nuevas como para seguir siendo estoicos.

Estas buenas nuevas no fueron fáciles de asimilar por las personas buenas de la ‘iglesia’. Eran demasiado buenas, y parecían muy extrañas. Eran demasiado incluyentes, lo que significaba que tendrían que amar lo que no era ‘digno’ de ser amado.

Verás, es que en este punto, Dios ya estaba cansado de ‘hechos o acciones justas’. Las asambleas de los israelitas se habían convertido en certámenes, y Dios se había cansado de recibir ese tipo de adoración. Esto ya había ocurrido antes en su historia. Leamos Isaías 1:10-17 (a pesar de las apariencias, ¡Dios le habla a Jerusalén!):

“Oíd la palabra de Jehová; escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra.

“¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. “¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando vení a presentaros delante de mí para hollar mis atrios? “No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo,[a] el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes.“Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas. “Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderá de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos.“Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda.”

Y en Isaías 58:1-10 vuelve al tema:

“Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado. Que me buscan cada día, y quieren saber mis caminos, como gente que hubiese hecho justicia, y que no hubiese dejado la ley de su Dios; me piden justos juicios, y quieren acercarse a Dios. ¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso; humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido? He aquí que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a todos vuestros trabajadores. He aquí que para contiendas y debates ayunáis y para herir con el puño inicuamente; no ayunéis como hoy, para que vuestra voz sea oída en lo alto. ¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová? ¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?

Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia. Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad; y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad seraá como el mediodía.”

¡Éste es Dios invitando a la gente buena de la iglesia a salir! Él quería más que un desfile, más que un certamen, más que sus ofrendas, sus canciones y su adoración. Él quería que sus vidas reflejaran su amor de manera tangible, con piel, con compasión, de maneras reales y poderosas.

El llamado de Dios a su pueblo es siempre ¡AMA MÁS!

Ya no hay pretensión alguna. En 1 Juan 3:16-18 se nos indica la función de la Iglesia:

“En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos. Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y en verdad.”

Siempre es difícil cuando Jesús define algo, porque él siempre lo define de una manera peculiar, diferente. Con mucha frecuencia pensamos que sabemos lo que Jesús va a decir. Pero raras veces Él decía lo que la gente pensaba que Él iba a decir.

Básicamente, lo que Jesús estaba diciendo es que los seguidores de Cristo debían ir moviéndose hacia abajo en un mundo que se va moviendo hacia arriba.

Las buenas nuevas significan tener valores distintos, una nueva trayectoria, un nuevo enfoque, una nueva orientación, un nuevo estilo de vida. Las buenas nuevas del reino tangible de Dios no son una disciplina espiritual que practicamos, sino una nueva manera de orientar nuestras vidas.

Como una manera de ilustrar esta nueva orientación, pensemos en cómo encontrar los puntos cardinales de nuestra vida. Cuando se practica el surf, se toma como referencia un punto fijo en la orilla. Cuando se navega, se toma como referencia un punto fijo en el horizonte. Cuando uno procura orientarse, se toma como referencia un punto fijo en el mapa. ¿Cuál es el punto de referencia en la trayectoria de tu fe?

Es importante que nuestro punto de referencia, cuando nos referimos al reino de Dios, sea algo tangible. Debe ser algo que tenga piel. Esta es la razón por la que el servicio cristiano, o sea, la habilidad de servirnos unos a los otros sin esperar nada a cambio, es de importancia capital en la salud de nuestra vida espiritual en el reino de Dios. El obviar las más grandes obras de compasión es literalmente perder nuestro rumbo, nuestra dirección; es ver el reino de Dios como si fuera la exhibición de fuegos artificiales de la que hablamos al principio, donde todo ocurrió en los primeros nueve segundos, y ahora nos encontramos esperando la gran final. ¡Es como si estuviéramos aburridos en el reino de Dios! ¡Pero esto no tiene sentido alguno, en absoluto!

Las buenas nuevas significan que debemos creer que hay un reino y que ese reino tiene un rey.

Permitidme explicar lo que quiero decir:

Pareciera que para muchos cristianos existiera la idea errónea de que la venida de Jesús a la tierra fue simplemente para salvarnos. Sin embargo, como vimos en el texto que citamos hace unos momentos, Él vino para algo más que para la salvación espiritual. Vino para establecer una nueva economía basada en los principios del reino de Dios. Elena G. de White describe el inicio del ministerio terrenal de Jesús registrado en Lucas 4:18-21 de la siguiente manera:

“Jesús estaba delante de la gente como exponente vivo de las profecías concernientes a él mismo. Explicando las palabras que había leído, habló del Mesías como del que había de aliviar a los oprimidos, libertar a los cautivos, sanar a los afligidos, devolver la vista a los ciegos y revelar al mundo la luz de la verdad. Su actitud impresionante y el maravilloso significado de sus palabras conmovieron a los oyentes con un poder que nunca antes habían sentido. El flujo de la influencia divina quebrantó toda barrera; como Moisés, contemplaban al Invisible. Mientras sus corazones estaban movidos por el Espíritu Santo, respondieron con fervientes amenes y alabaron al Señor.” (El Deseado de Todas las Gentes, 204.1)

A través de los años, con demasiado frecuencia las comunidades han perdido este sentido de “misión,” y han caído en una expresión de Jesús basada en unas creencias intelectuales, en vez de la compasión. Pero el reino de Dios es un reino de compasión. Siempre lo ha sido, y siempre lo será.

Santiago lo dice claramente: “La religión pura y sin mancha delante del Dios y Padre es esta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y no mancharse con la maldad de este mundo.” (Santiago 1:27)

Se nos pide que vivamos en un reino de compasión, y que lo expresemos a los demás. El hacer esto significa que tenemos que aferrarnos a la economía del reino, al modo de vida del reino, y eso es una cosa maravillosa.

Hay muchos que creen en la compasión del reino, y trabajan en ella activamente; sin embargo, muchos de ellos se niegan a creer que este reino tiene un Rey. Es aquí donde el cristianismo tiene la oportunidad de llegar a ser algo más que solo una buena manera de vivir, o un sistema de compasión hacia el mundo.

En el mejor de los casos, nosotros creemos en el reino, y reconocemos y adoramos a su Rey.

Sin embargo, muy a menudo los cristianos comienzan la travesía de fe reconociendo al Rey, pero rehusan participar de su reino. Han aceptado la explosión de gracia en sus vidas, pero nunca son capaces de hacer que su fe sea tangible. Han aceptado a Jesús como su Salvador, pero lo niegan como su Señor. Son bautizados en agua para el perdón de sus pecados pasados, muriendo a su vida anterior, pero no son resucitados por el poder del Espíritu Santo al nuevo reino de vida en Cristo.

El aceptar a Cristo como Salvador y sin embargo negarlo como Señor, deja a muchos cristianos sin nada que hacer, sin rumbo ni dirección, así que dedican su tiempo a solucionar los pecados de otras personas en la iglesia.

¡Oh, si solo pudiésemos utilizar esas energías siendo las manos de Jesús en el mundo!

Una de las maneras más poderosas de vencer una religión que se ha relegado a lo filosófico es involucrarse en una religión tangible.

Hay dos historias que ilustran bien este punto:

Esta semana leí una historia que me llegó por correo electrónico. Trataba de un grupo de vendedores que asistieron a una reunión fuera de la ciudad hace unos años. Mientras avanzaban por la terminal para coger su vuelo de regreso a casa, uno de ellos chocó con una mesa repleta de manzanas.

Mientras las manzanas volaban y rodaban en todas las direcciones, los vendedores siguieron corriendo para llegar a su avión. Llegaron justo a tiempo para abordar el avión. Uno de ellos sintió una pizca de compasión por la joven que atendía el puesto de manzanas que ellos habían tirado al suelo así que les dijo a sus amigos que siguieran sin él, y que le dijeran a su esposa que él iría en otro vuelo más tarde.

Él regresó a la terminal, donde las manzanas todavía estaban esparcidas por el suelo. Se sintió feliz de haber regresado. ¡La joven, que tenía 16 años, era totalmente ciega! Estaba inundada en llanto. Las lágrimas corrían por su rostro en completa frustración, mientras procuraba recoger las manzanas a tientas; entre tanto la gente transitaba en agitada carrera alrededor de ella, sin que nadie se detuviera, ni le importara su deplorable situación.

El vendedor, arrodillado junto a la joven, le ayudó a recoger las manzanas y a ponerlas nuevamente en la mesa. Luego le ayudó a arreglar de nuevo su puesto de venta. En este proceso, se dio cuenta de que muchas de las manzanas se habían deformado, de modo que puso las dañadas aparte, en otro cesto. Al terminar, sacó su cartera y le dijo a la joven:

–Toma estos 40 euros por los daños que te causamos. ¿Estás bien?

Ella asintió con la cabeza, a pesar de las lágrimas. Él continuó:

–Espero que no hayamos arruinado demasiado tu día.

Y a medida que el vendedor se alejaba, la asombrada chica ciega lo llamó:

–Señor…

Él se detuvo, y se dio la vuelta para mirar nuevamente aquellos ojos ciegos.

–¿Es usted Jesús? –le preguntó.

Al escuchar la pregunta, se detuvo abruptamente, con un pie aún en el aire. Luego, lentamente, se marchó a hacer los arreglos para su vuelo de regreso a casa. La pregunta de la chica seguía ardiendo en su mente y en su alma: “¿Es usted Jesús?”

La segunda historia.

En una ocasión, Abraham Lincoln fue a un mercado de esclavos. Allí sintió compasión por una joven negra que estaba a la venta, así que pujó para ‘comprarla’. Ganó la subasta así que se llevó su “propiedad.” La joven tenía una expresión de enojo y de resentimiento en su rostro, porque ella sabía que ahora pertenecía a otro hombre blanco que seguramente abusaría de ella. Sin embargo, mientras se alejaban de la subasta, Lincoln le dijo a la joven:

–Eres libre.

–¿Qué significa eso?– reclamó la joven.

–Significa que eres libre.

–¿Significa eso que yo puedo ser lo que yo quiera ser?

–Sí. Puedes ser lo que tú quieras ser.

–¿Significa eso que yo puedo decir lo que yo quiera decir?

–Sí. Puedes decir lo que tú quieras decir.

–Significa eso que yo puedo ir donde yo quiera ir?

–Sí. Significa que tú puedes ir donde tú quieras ir.

–Entonces… –dijo la joven– me voy con usted.

He leído esta segunda historia para ilustrar el siguiente punto. Cuando tú conoces a Jesús, tú te quedas con Jesús.

Con frecuencia hemos pensado que nuestra ortodoxia (nuestra creencia correcta) de alguna forma era el vivir en el reino de Dios. Pero con demasiado frecuencia hemos olvidado que nuestra ortopraxis (nuestra práctica correcta) es aquello que hacemos en el reino de Dios.

¿Se ha vuelto nuestra fe como la de aquella gente en San Diego, en espera de la gran final, aburridos, chasqueados, sin movimiento –esperando la Segunda Venida sin pensar en los que están sufriendo a nuestro alrededor?

Para los Adventistas del Séptimo Día, hay un Rey, y Él tiene un Reino.

El trabajo o la función de la iglesia no es preparar una liturgia para ti, sino facilitar oportunidades para que tú te involucres en la obra y en la misión.

¡Sea cual sea tu pasión, la iglesia debe ayudarte a vivirla!

Hacer un ministerio de lo que te apasiona es una gran parte de la vida en el Reino de Dios.

El culto de adoración debe ser un tiempo para venir y celebrar los momentos con Dios que hemos experimentado al testificar y servir a la comunidad en general.

Pero durante demasiado tiempo, el asistir a la iglesia ha sido el punto espiritual más alto de la semana. Se dicen palabras grandilocuentes y hermosas, música bella nos lleva a la presencia de Dios, pero con frecuencia hay muy poco tiempo, o no hay nada de tiempo, para expresar nuestra gratitud a Dios por aquellas cosas que hemos descubierto bajo Su dirección y que hacen que vivamos en el Reino cada semana, cada mes, cada año y cada segundo de cada día.

Pero si nos sentamos y no hacemos nada, Dios se va a aburrir de nuestras reuniones.

El gran filósofo español, Miguel de Unamuno, nos cuenta lo siguiente acerca del acueducto romano de Segovia, en su España natal. Fue construido en el año 109 d.C. Durante 1800 años llevó agua fresca de las montañas a la ciudad caliente y sedienta. Alrededor de sesenta generaciones bebieron de su caudal. Entonces llegó otra generación, una generación reciente, que dijo:

–Este acueducto es una maravilla tan grande que debe ser conservada para nuestros descendientes como un museo de paz. Hemos de relevarlo de sus labores de tantos siglos.

Y así lo hicieron. Colocaron tuberías modernas de hierro. Les dieron a las antiguas piedras y argamasa un descanso reverente. Y el acueducto comenzó a derrumbarse. El sol castigador sobre la argamasa hizo que se agrietase. Los ladrillos y las piedras comenzaron a hundirse, y amenazaron con caerse. Lo que edades de uso y servicio no pudieron destruir, la ociosidad logró desintegrar.

Esto mismo le puede ocurrir a la iglesia que no se dedica a servir a los demás.

El gran violinista, Niccoló Paganini, legó su maravilloso violín a la ciudad de Génova –la ciudad donde él nació- con la condición de que el instrumento nunca se volviera a tocar. Esta fue una condición desafortunada debido a que la madera tiene la peculiaridad de que mientras se usa y se maneja, se desgasta poco. Pero en cuanto se descarta, comienza a deteriorarse. El exquisito violín, de melodiosos tonos, está siendo agostado por los gusanos, en su bella caja. No tiene valor excepto como una reliquia. El decrépito instrumento es un recuerdo de que la vida, separada del servicio a los demás, pierde su valor. (Bits & Pieces, 25 de junio de 1992)

Así que, esta es la verdad: Hay un reino, y ese reino sí que tiene un Rey. Y ese Rey dejó muy claro de qué trata su reino, en Lucas 4. Tiene sentido que nos encarguemos de aquellas cosas a las que Jesús prestaba importancia: la misericordia, la justicia, la compasión, el favor, la sanidad. Si nuestra comunidad de fe muestra estas características no solamente estará llena sino que estará rebosando.

 

PREGUNTAS PARA COMENTAR

  1. ¿Alguna vez has tenido que esperar algo que al final no era tan bueno como esperabas? ¿Cómo te sentías mientras esperabas? ¿Ansioso(a), aburrido(a), emocionado(a)? Comparte con el grupo cómo te sentías y qué era lo que esperabas.
  2. ¿Cuáles son algunas de las maneras en las que como grupo o como persona puedes convertirte en las manos tangibles de Cristo en el mundo?
  3. ¿Acaso se centra tu iglesia/grupo en la misión como respuesta al Evangelio? ¿Cómo se puede mejorar en ese enfoque hacia la misión?
  4. En el sermón se ha hablado de la ortodoxia y de la ortopraxis. ¿Pero qué pasa con la ortocardia? Podríamos definir la ortocardia como “el corazón correcto”. ¿Acaso practicas estas cosas: la justicia, la compasión, la misericordia, la sanidad y la proclamación del favor de Dios, con “el corazón correcto”? ¿Y eso qué quiere decir en tu contexto? ¿Cómo se aplica?
Revista Adventista de España