Serie diaconado al servicio de Cristo, nº3
Dios conduce su iglesia a través de Su Espíritu
Al Espíritu Santo le agrada la diversidad de dones espirituales en las comunidades cristianas y atrae a personas con multitud de talentos para ministrar. Sin dones espirituales no hay ministerios. Pero antes del servicio cristiano está el Espíritu Santo que tiene la plena autoridad eclesiástica para organizar a la iglesia según a él le gusta. Esta obra de organización ocurre cuando las personas son nacidas de nuevo por el Espíritu y se dejan guiar por él.
El Espíritu Santo reparte a cada uno dones y a nadie le deja fuera de sus planes maravillosos. En su amor, tiene un lugar de actividad para cada persona, incluso antes de que una persona sea bautizada. Hay personas que se implican en la iglesia porque se sienten útiles, aunque todavía no formen parte oficialmente de la iglesia. No hay que apartar a nadie que quiera hacer algo por el Señor, aunque no tenga todavía calidad de miembro.
Cuerpo de Cristo son los miembros no los bancos de la iglesia
La iglesia es el cuerpo de Cristo. El error es suponer que esta expresión se refiere al edificio. A través del bautismo empezamos a formar parte del cuerpo de Cristo, digamos que oficializamos nuestra relación de fe con la iglesia de una manera visible. A partir de allí, necesitamos desarrollarnos, y eso ocurre cuando crecemos al nutrirnos del mismo Espíritu. No importa la proveniencia o la categoría de los que ingresan en la iglesia por bautismo, cada uno somos miembros del cuerpo.
La situación se complica cuando hay un número de miembros que están asistiendo al culto sin tener alguna actividad en concreto. Trabajar en la viña del Señor se verá como un privilegio cuando se acepta por fe que Dios nos pone a cada uno en la iglesia según su voluntad (1 Corintios 12: 18). El movimiento salvífico del Dios de la trinidad es admirable. Cuando el Espíritu Santo ennoblece con dones a un miembro lo coloca en el cuerpo de Cristo para poder trabajar. Pero la exclusividad de indicar el lugar de actividad de una persona le pertenece a Dios. ¿Y cómo sabemos que Dios llama a alguien para desempeñar cierto tipo de servicio a la iglesia?
Dios indica el lugar que ocupa cada miembro
El mismo Espíritu, indica el lugar donde las personas deben actuar (Hechos 13:2). ¿Y cómo? Cuando ministramos al Señor reunidos para orar y para planificar, en nuestro caso, en una comisión de nombramientos y luego, en una junta administrativa, debemos estar siempre conscientes de la presencia de Dios para creer y dejarnos guiados por las ideas que el Espíritu infunde a todos los presentes. Y es aquí, donde empezamos a describir la importancia de la diaconía en la organización de la iglesia:
- Los diáconos y las diaconisas deben creer que a través del grupo de hermanos reunidos el Espíritu obra para el bien de la comunidad.
- Los diáconos son llamados para tener un alto estándar de consagración siendo ejemplos para los demás responsables de ministerios.
- De los diáconos se esperan que sean irreprensibles, porque la única autoridad que ellos tienen es la que deriva de un comportamiento acorde al alto llamamiento de Dios.
- Ser diáconos, es una gran posición de honor porque ellos deben ser una de las mejores personas de confianza de la comunidad. La prudencia y el tacto deben acompañarles.
- Los diáconos son nombrados para ejercer bien en sus cargos. Las expectativas del Señor son altas porque del compromiso de los diáconos depende la armonía en la iglesia.
El primer objetivo en la diaconía: la unidad para facilitar la misión
Nuestra iglesia local no prosperará si no existe una educación sobre los propósitos y la planificación acerca de cómo extender la luz adventista a otras partes de nuestro campo misionero. Para estar unidos debemos organizar talleres de motivación, y mostrar a los diáconos que ellos por su influencia, dones y capacidades deben ser agentes y portavoces de la unidad de la iglesia bajo un mismo propósito para para prosperar.
Los diáconos han recibido el encargo del Señor de proteger a la iglesia para no desviarnos de nuestras metas acordadas y de proseguir unidos para alcanzar la hoja de ruta aprobada en los consejos o juntas administrativas. Si no se consigue la implicación de los diáconos en fomentar la unidad la iglesia estará sumida en caos por que podrá haber muchas iniciativas pero sin un criterio consensuado.
La unidad, fundamento de cualquier organización, en la iglesia, tiene además una dimensión más amplia. La iglesia es el medio de salvación espiritual del mundo, porque en la iglesia se predica a Cristo crucificado y sus verdades. La unidad envuelve más que mantener una estructura; más bien, comprendemos la unidad como prioridad de los diáconos para no perder el destino profético de un movimiento universal que debe estar en marcha para la proclamación del mensaje del tercer ángel.
Es deber de los diáconos saber que, por sus labores promoviendo la unidad en la iglesia, el propósito de la organización se fortalecerá. Cuando los diáconos aplanen disensiones deberán ver más allá de la simple resolución de un conflicto doméstico; deben ver que esa acción pequeña en comparación con el tamaño de la estructura eclesiástica, significa mucho más: es apoyo al ministerio pastoral, y así, extender la obra en campos nuevos; significa proteger la congregación, significa conservar el edificio de la iglesia, y una multitud de otros fines cumplidos. Lo que acabo de decir es totalmente cierto. Las pequeñas acciones sabias de los diáconos traen estabilidad a la congregación.
Evangelismo en primera línea local
Es oportuno ahora, como lo ha sido siempre, recalcar la idoneidad del trabajo de un diácono. Cuántas veces no hemos visto renuncias de diáconos porque no entendían su papel o porque menospreciaba su llamado en esta área importante. En la misma comisión divina sobre la predicación del Evangelio a todo el mundo, destaco la labor de los diáconos en las dos expresiones: haced discípulos y enseñadles a guardar (Mateo 20:28).
Los diáconos son llamados para hacer evangelismo en primera línea local, conservando a los que entran en la iglesia, a través del discipulado y el testimonio personal (enseñar la vida cristiana práctica). La cara visible y la más accesible para las visitas es un diácono dedicado a conservar el amor y la fe de las personas que con tanto esfuerzo han sido ganadas para el camino de la fe. Los diáconos son los que guían a los más nuevos en la fe por el camino más pragmático de la relación con el Señor. Acomodar a los nuevos conversos al Señor, solucionar problemas de relaciones humanas entre los recién llegados y los más “antiguos” en la comunidad, todo esto necesita una organización cabal por parte del grupo de los diáconos y diaconisas.
Somos una iglesia mundial que funcionará en todas las esferas cuando los diáconos comprenderán su papel fundamental en mantener la unidad en la congregación. Sin unidad no puede haber propósitos y organización. Para alcanzar las almas con la paz y el amor de Cristo, el ministerio de los diáconos será la clave en la conservación y la madurez de los que entran en la iglesia.
En palabras simples y cargadas de acierto, la hermana White, nos indica que los diáconos deben estar unidos para ejercer una influencia poderosa sobre toda la grey:
“ (..) Los diáconos debían ser “varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría”. Estos hombres debían mantenerse unidos de parte de la justicia y permanecer firmes y decididos. Así ejercerían una influencia unificadora sobre toda la grey. (Consejos para la Iglesia, página 442)
Ver anterior: https://revista.adventista.es/la-iglesia-y-los-diaconos-llenos-del-espiritu/
Autor: Richard Ruszuly, secretario ministerial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
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