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En la actualidad nuestras generaciones no duran más allá de 7 años. La evolución tecnológica está tan acelerada que nada tienen que ver nuestras actividades con las de nuestros padres y a veces, ni con las de nuestros hermanos.

Tanto es así que algunos expertos en el desarrollo de las comunicaciones hablan de años perros, por aquello de la equivalencia de 1 a 7. Esa es la diferencia entre generaciones actualmente.

Vivimos en un mundo tan diferente que las generaciones de antes que podían durar hasta 40 años han pasado a durar 7. Los que ya presumen de canas recordarán que las cosas que hacían sus padres o abuelos eran las mismas, pero ahora esto ya ha cambiado tanto que nada tienen que ver las actividades entre hermanos.

Antes se levantaban con el canto del gallo, dormían como troncos por el cansancio físico, no conocían la vida de los famosos, recibían alguna carta de felicitación en los cumpleaños, su ejercicio era salir corriendo hacia o del trabajo, porque llegabas tarde al otro, para que te llegara el sueldo a fin de mes. Bueno algunas cosas pueden parecerse a la situación coyuntural de hoy.

Ahora, en la generación del siglo XXI se despiertan con su canción preferida, alguna App te dice cuan profundo has dormido y si has soñado, recibes cientos de felicitaciones por tu cumpleaños gracias a Facebook, sales a correr con tu GPS, desayunas saludable y estéticamente porque la foto la vas a subir a alguna aplicación, llegas al trabajo gracias a Google Maps, te enteras de que te han despedido por un Whassap, porque tu jefe ha visto las fotos en las redes sociales de tu última fiesta. Menos mal que tu novia o mujer ha subido una foto a las redes y eso te alegra un poco el día.

¡Qué vida más vertiginosa!

Vivimos en una sociedad hiperconectada, donde la vida es virtual. Donde disfrutamos más viendo lo que hacemos en nuestros gadgets que viviéndola.

Según telefónica más de 22 millones de españoles se conectaron a Internet en 2015, según los especialistas ha surgido un nuevo eslabón en la cadena de la evolución el Homus Tecnológico.

Pero ¿la tecnología nos hace más inteligentes? Algunas personas piensan que no. Es posible que no nos acordemos del número del teléfono de nuestra casa, ni siquiera del propio. ¿Para qué?, si ya lo llevamos grabado.

Nos estará ocurriendo lo mismo con el versículo de memoria o los himnos, ya tenemos la App de la Biblia y del Himnario. Ya no nos esforzamos en memorizarlos porque sabemos que son proyectados en la iglesia y los que sé son de mi época analógica, si es que la he tenido, porque tal vez sea un nativo digital.

Cuando surgió Apple todos llamábamos por teléfono girando una rueda, 40 años después esa misma generación habla con los nietos a través de skype, FaceTime, Facebook, Whatsapp u otras aplicaciones que ya habrán salido cuando se publique este artículo.

Según el informe “la sociedad de la información en España de 2016” publicado por Telefónica España, el 92% de los internautas acceden a Internet desde el smartphone, casi 20 puntos porcentuales más que quienes lo hacen desde el ordenador personal. Además, el número de conexiones de banda ancha móvil supera los 39 millones, triplicando a las conexiones de la banda ancha fija. España es el país con más smartphone por habitante del mundo. Estos datos nos deberían hacer pensar, ¿dónde está el interés en la comunicación?.

Ahora estamos más cerca que nunca. Gastamos menos papel y menos gasolina para relacionarnos.

Las nuevas tecnologías nos acercan a los lejanos pero también nos alejan de los cercanos.

Las tecnologías nos permiten comunicarnos con muchos, pero muy poco. Esos contactos parece que nos enriquecen, pero a otros los hacen ricos. Tenemos acceso a tanta información que la despreciamos.

Las redes sociales son utilizadas para bien o para mal. Vemos lo que nunca hubiéramos visto antes, movemos masas para las revoluciones y las revoluciones se hacen grandes gracias a ellas.

Nuestra vidas dependen tanto de ellas que hemos perdido el valor como persona, valemos por la información que generamos, no por ser persona.

Ahora no vivimos la vida, somos espectadores de nuestras vidas en Internet. Vivimos para que otros la vean. No vivimos el presente, vivimos el pasado. El que crea que tienen 1.000 amigos en las redes sociales es como el que cree que tiene un millón de euros en el monopolio. Si nuestra vida está en la red. ¿Quiénes son los amos de nuestras vidas? ¿Quiénes son los amos del mundo actual?

Los creyentes hemos afirmado que el príncipe de este mundo es Satanás, pero ¿quién es el amo? Las grandes multinacionales siempre han tenido el poder y la capacidad de influir en los gobiernos, de generar crisis a medida, de iniciar guerras. En 2006 las empresas que dominaban el mundo eran: en primer lugar ExonMovil, dedicada a la extracción y transporte de petróleo; en segundo lugar, la General Electric, empresa Norteamericana dedicada a la explotación de recursos eléctricos; en tercer puesto la gran Mocrosoft, empresa tecnológica dedicada a la gestión de datos a través de Internet, en cuarto lugar Gaxprom, multinacional dedicada a los recursos del Gas y por último el CiTi Bank, un banco, administrador de grandes y pequeñas fortunas.

Hoy, algo más de 10 años después el orden a cambiado: en primer lugar Appel, con Tim Cok al frente, empresa tecnológica; en segundo lugar Google, fundada por Larry Page, uno de los más grandes buscadores actuales; en tercer puesto y manteniéndose Microsoft con Bill Gates desde el principio; en cuarto lugar surge Amazon, dirigida por Jeff Bezos y por último Mor Zuckerberg, fundador y creador de Facebook.

Rápidamente nos hemos dado cuenta que las 5 son empresas vinculadas a Internet y gestoras de grandes bancos de datos. Las compañías tecnológicas han ganado el poder en esta última década. ¿Qué tienen ellas hoy que valen más que la electricidad, el gas, el petróleo o el propio dinero? Datos, los datos, nuestros datos, el conocido Big Data.

En Marketing se afirma que cuando algo es gratis el producto es el propio consumidor. Ellos nos conocen más que nosotros mismos. Hemos mantenido que el poder estaba en los gobiernos, ellos eran los amos, ahora el poder está en las tecnológicas. Ellos nos regalan aplicaciones y nosotros les regalamos nuestra intimidad y luego la venden al mejor postor, ahí está su modelo de negocio.

El nuevo oro es el Big Data y nosotros lo hemos creado. Cuando oímos qué “serán marcados con la señal de la bestia”, nos asustamos, pero que mayor control ya están ejerciendo con las informaciones y datos que les regalamos.

Cuando utilizamos la tarjeta, cuando activamos el GPS del coche o del teléfono, cuando hacemos búsquedas por Internet, cuando nos damos de alta de cualquier aplicación. ¿Qué sentido tiene que hasta para tener una linterna en nuestro smartphone tengamos que facilitar nuestro correo electrónico?

Nunca nos han engañado, porque en los términos de uso, que nadie se lee, nos informan de que van a utilizar nuestros datos y les damos –aceptar-. La otra opción sería la de darse de baja, pero esto supondría ¡dejar de existir digitalmente¡ y no estamos preparados para ello. Estamos dispuestos a sentirnos excluidos de nuestros entornos digitales.

Seamos conscientes del momento que estamos viviendo y utilicemos lo que nos ofrecen gratis con mucho cuidado, no nos convirtamos en el objeto.

Revista Adventista de España