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Hace algún tiempo falleció el cantante y actor conocido como Manolo Escobar. No nos hacemos eco por su logro artístico, sino por su legado personal. De origen humilde, el quinto de 10 hermanos, dedicó tonadillas a su familia en pleno éxito artístico. Casado una vez hasta la muerte, padre querido y vecino admirado. La canción para él fue un medio, su objetivo fue la familia. Su logro musical no habría sido el mismo sin el legado moral.

Cuando revisamos la historia, muchos engrosan listas con grandes logros, monumentos, conquistas, sinfonías, etc. Muchos empañaron su legado con excesos de todo tipo, quedando cercenados como modelos a seguir.

Perseguir el éxito, la fama, grandes logros oscureció el pensamiento a muchos, centrándose en objetivos que, pudiendo ser lícitos, no eran prioritarios o correctos. Convirtieron el legado en un logro, el medio en un objetivo. El logro permanece para recordar a la persona, pero legado que lo acompañe es lo que dictará cómo será recordada.

Pablo nos presenta el legado de nuestro modelo a seguir, Cristo:

No hagáis nada por egoísmo o vanagloria; al contrario, sed humildes y considerad que los demás son mejores que vosotros. Que cada uno busque no su propio provecho, sino el de los otros. Comportaos como lo hizo Cristo Jesús, el cual, siendo de condición divina no quiso hacer de ello ostentación, sino que se despojó de su grandeza, asumió la condición de siervo y se hizo semejante a los humanos. Y asumida la condición humana, se rebajó a sí mismo hasta morir por obediencia, y morir en una cruz.” (Filipenses 2:5-8 BLP).

Cristo mismo, pudiendo ejercer su realeza y divinidad, optó por un camino muy diferente para lograr nuestra salvación. Cristo buscó la salvación de la raza caída, no a cualquier precio ajeno, sino al máximo precio propio, manifestando lo que realmente le motiva: el amor.

Cristo no quiere que le busquemos por la humillación, sino por la salvación. La humillación fue un logro, un medio, “el qué”, para dejarnos el legado: la salvación, el objetivo, el “por qué”.

¿Qué te motiva a ti a actuar? ¿Que te admiren por lo que logras o que admiren a Dios por tu legado?

Foto: (cc) Tableatny/Flickr.

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Revista Adventista de España