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“Mas tú Jehová, para siempre eres Altísimo
Porque he aquí tus enemigos, oh Jehová,
Porque he aquí perecerán tus enemigos,
Serán esparcidos todos los que hacen maldad”.

Salmo 92:8-9

Esta promesa comienza con una referencia a una cualidad divina “Siempre eres Altísimo”. El concepto “Altísimo” (hebreo Mârôm) en hebreo implica diferentes significados simultáneos, entre otros, la superioridad de Dios a todo lo que le rodea, su magnificencia, su inteligencia y sabiduría suprema a la de los demás, se aplica a Dios en tanto que es tan alto como los cielos. El “más alto” sería la traducción literal.

Si añadimos que el salmista dice “siempre” eres Altísimo, nos está indicando que no hay ninguna situación que supere a Dios. No hay ningún enemigo que supere a Dios en fuerza, en sabiduría y en capacidad. No hay nada absolutamente en ningún momento que pueda ser más alto que Dios, porque “siempre eres el más alto”.

Teniendo esta seguridad de que Dios siempre es el más alto, al que nadie puede hacer sombra, el salmista da un paso más, le presenta a Dios los enemigos. Hace de sus propios enemigos los enemigos de Dios. El salmista está angustiado por los ejércitos que le rodean, por las conspiraciones que le rodean, por los problemas que le angustian, y pidiendo ayuda a Dios en su calidad de Todopoderoso, le dice que también son “sus enemigos”.

Entendiendo que Dios es el más poderoso (Altísimo) y que hace de los enemigos de sus hijos, sus propios enemigos, la fe del salmista va más allá, pues tiene la seguridad de que sólo puede vencer Dios, el único que hace sombra a todos sus enemigos en todo momento y finalmente los hará perecer literalmente “serán esparcidos” (hebreo pârad). La imagen visual es la de un ejército que huye despavorido, desorganizado, dejando sus armas atrás y cada cual corriendo por su lado.

Este salmo sigue siendo de valor para ti hoy, si haces de Dios tu compañero de viaje en este día. No hay nada ni nadie que haga sombra a Dios, y cualquiera que desee hacer el mal, saldrá huyendo precipitadamente. Salmo 92:8-9

Revista Adventista de España