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“En sus manos están los abismos de las tierras;
suyas son las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo;
con sus manos formó la tierra firme”

Salmo 95:4-5 NVI.

Cuando me paro a pensar en el Dios que nos creó, formó y cuida, y en los preparativos que realizó para albergar la vida de la raza humana en este planeta, me doy cuenta sólo de una parte del eterno amor que Dios tiene por nosotros.

El salmo nos dice que lo más profundo de la tierra reposa sobre las manos de Dios, cubre con sus manos las cimas de los montes más altos, así como cuando protegemos algo muy delicado entre nuestras manos, Dios protege la vida en este planeta.

El salmo va más allá, nos dice que Dios es el propietario por creación del mar, y que él dio forma con sus manos a la tierra, para proveer un lugar cómodo y confortable para toda vida que hubiese en este mundo. Lástima que el pecado lo haya estropeado todo.

No obstante, pienso que si Dios se tomó todas estas molestias en preparar el lugar que luego había de albergar la vida, y más aún, al ser humano, si Dios se tomó esas grandes “molestias”, hizo un alarde de poder tan gigantesco como para comparar los mares y las montañas con sus manos, ¿cómo va a dejar a esta raza humana que desaparezca sin más en la autodestrucción? Me parece algo imposible.

Yendo más lejos aún. Dios, que tomó tiempo e interés personal, al punto de hacer las cosas con sus propias manos para que tú y yo pudiésemos llegar a la existencia en este mundo, y que demostró un poder inigualable, ¿te dejará, nos dejará caídos sin esperanza?

El mismo Dios cuidadoso y amante se interesa por ti hoy. El mismo Dios poderoso para sostener los océanos en su mano puede sostener tu vida, tus cargas y problemas en las mismas manos y darles forma, cambiarlos y cambiar tu vida. Confía en Dios, y él hará.

Revista Adventista de España