Skip to main content

Dos términos que se intercambian mutuamente y no pueden separarse. No puede haber llamado sin misión y no puede haber misión sin llamado. Ambos se complementan, caso contrario se autoexcluyen.

¿Por qué menciono esto? Simplemente porque quien escribe es alguien que ha tenido el privilegio de servir al Señor en varios lugares del mundo, cumpliendo variados ministerios pero con la conciencia clara que fueron el fruto de un llamado por el Espíritu Santo a cumplir con una misión: Proclamar al Cristo crucificado como la única solución para la humanidad.

¿Cómo fueron los caminos que el Señor le mostrara a este servidor y cómo pudo con sus limitaciones poder llevarlos a feliz término? Solo me concentraré en España, país donde, juntamente con mi esposa Sara y mis hijos, hemos podido cumplir con el objetivo trazado por el Señor. Mi esposa Sara María Córdova Penny ha sido, y es, muy importante en su misión como esposa, madre y compañera en el apoyo al colportor y pastor.

Volviendo al título de esta breve reseña histórica de acontecimientos en la vida de una persona y su relación del llamado con la misión, permitidme la ilustración: es algo así como un embrión que el Creador concibe en el seno materno. El llamado tiene un período de gestación dentro de ese seno protegido por el líquido amniótico, digamos así, de personas y hechos que se van sucediendo en el transcurso del tiempo para dar a luz la misión que el Dios de la vida presente y porvenir tiene reservada para sus hijos.

Por razones de espacio será imposible reunir los detalles y los nombres de todos los que han aportado para que se pueda concebir nuestra misión en España. Por ello pido disculpas si omito algún nombre o algún dato.

Debo remontarme a mediados del año 1980 cuando quedaban muy pocos meses para obtener la Licenciatura en Teología en la que hoy se conoce como la UAP, antes era CAP, en Entre Ríos – Argentina – ya con el lugar asignado para el internship de dos años previos de práctica para ocupar después un distrito pastoral.

Un pastor llamado Andrés Tejel Almorín vino de España invitado a dar una serie de charlas acerca de su tierra, cuna de grandes héroes del evangelio en tiempos de la Reforma del siglo XVI, entre ellos, uno en particular: Julián Hernández, llamado Julianillo, arriero, hombre de pocas letras pero de un coraje y de un amor por la causa del Evangelio que superaba al de su propia existencia.

Así comienza la gestación de lo que podríamos llamar ‘el llamado’. Después de muchas noches de oración y sin dormir, juntamente con mis hijos y la compañera de mi vida lo decidimos: ¡Vamos a España!

Había leído en el Conflicto de los Siglos, no sólo las hazañas del arriero, sino también de otros hombres y mujeres que habían luchado por una causa aparentemente perdida en aquellos siglos de oscuridad. Qué oportunidad nos da el Señor de servir en aquel país con una de la más rica historia de la humanidad.

Llegamos a Madrid, mi esposa y mis hijos, Gabriela, Claudia y Eliseo. Después vendría mi hijo menor llamado Roberto que nacería en Córdoba años después. El ministerio asignado era el de ser colportor y ni más ni menos que en Sevilla, cuna de los grandes del Siglo XVI.  Además, a pocos kilómetros de la ciudad, en Santiponce se encontraba el Monasterio de San Isidoro del Campo, lugar de encuentro de Julianillo con Casidoro de Reina, Antonio del Corro y otros.

Para ello había tenido previamente una experiencia inolvidable en el colportaje en Puerto Rico donde había alcanzado récords de ventas en la División Interaméricana. Ahora estábamos en Sevilla, el lugar en el que tanto anhelábamos estar.

Primer obstáculo que invita a la perseverancia, condición sin la cual no se puede cumplir con el llamado a este ministerio sagrado: “¿Qué vende usted? No me interesa…”. Era casi la constante de los clientes. En América estábamos acostumbrados a colecciones pequeñas, aquí era una de diez tomos con muchos libros médicos y muy poco familiarizado con las charlas colectivas. Conclusión: Un terrible fracaso. Esto motivó a que nos fuésemos a colportar a Italia con suscripciones a nuestras revistas. Allí estuvimos por algo más de dos años.

¿Pero era el llamado? Decidimos perseverar y regresamos por segunda vez a España. Así llegamos a Port Bou a finales del año 1983 en un tren que nos trajo de Milán y con mi esposa esperando nuestro cuarto hijo, para después volver a cambiar de tren para dirigirnos a Córdoba.

Así llegamos a nuestro nuevo destino al que añadieron la atención al grupo de Cabra, pero ahora con una mayor responsabilidad: Colportor de avanzada. Nuestra labor era abrir obra donde no la hay y captar interesados para iniciar lo que sería la futura iglesia en la ancestral capital del califato de Córdoba. El lugar de reunión era el living comedor del piso donde se instaló un púlpito y unas doce sillas.  Para ‘animarnos’, alguien mencionó: “Has venido al cementerio de los colportores…”.

Efectivamente, al comenzar a colportar notaba que se volvía a repetir la historia de Sevilla. La no venta era el común denominador, hasta que se produce el primer milagro que marcaría mi vida de colportor para siempre en este sagrado ministerio.

Había un hombre de Dios en Sevilla llamado Santiago de la Hera que también era colportor, no vendía mucho pero ganaba muchas almas para el Señor y entre los estudios que daba y los libros que vendía a duras penas le alcanzaba para vivir. Los libros eran de encuadernación roja, lo curioso era que la mitad de ellos eran de contenido religioso: “Solucione sus problemas con la Biblia”, ”Evolución o creación”, ”Fuerzas que actúan en la vida humana”, otros de salud y de consejería familiar, “Tratado Práctico de Medicina Moderna”, ”La alimentación y la salud” y “Guía de educación familiar”.

¿Será esa Señor la colección que tú quieres que venda? A pesar de las dudas de algunos que me indicaban que contenían el nombre de Jehová y podría ser más difícil de vender si sospechaban que eran libros protestantes en una Andalucía muy católica, hice un pedido a Editorial Safeliz. Fue de tal magnitud que me costó tres viajes a la estación de tren de Córdoba para retirarlo en mi vehículo Renault R-6.

Conclusión: Ese año de 1984 este servidor, que había fracasado años antes, ahora era campeón de España de publicaciones, y campeón de bautismos de los colportores de la División. Los libros se entregaban en presentaciones colectivas. Hasta las monjitas de clausura los compraban detrás de una celosía y los recibían en una rueda de madera que impedía el contacto visual con la persona.

Tuvimos los primeros bautismos, alquilamos un local y así comienza a surgir la iglesia de Córdoba. Hoy, gracias al Señor, ya cuenta con templo propio.

Ese fue nuestro segundo viaje misionero a España, con familia numerosa, ya que había nacido nuestro último hijo. Entonces decidimos volver a América, donde ya habíamos servido en otros países de aquel continente, con nuevas y variadas experiencias, entre las cuales, entregarle en persona a Doña Sofía Reina de España una colección de libros con el mensaje adventista completo.

¿Pero era el llamado? Decidimos volver a España en el año 2002 y quedarnos hasta nuestra jubilación a finales del año 2013. El tercer y último viaje misionero estaba concretado. Así comencé nuevamente como colportor de avanzada en Albacete y Almansa, posteriormente en Badajoz, después en San Pedro del Pinatar y Cartagena hasta ocupar el cargo de director de Publicaciones de la UAE por algunos años. Fue una de las emociones más importantes en mi vida ministerial coronada con la ordenación al ministerio pastoral y terminar serviendo como pastor en la inolvidable iglesia de Alcoy y el grupo de Elda.

¿Qué dirían mi madre y mi abuela materna cuando de niño me llevaban a la iglesia, primero a la metodista y después a la adventista?

Razones de espacio me impiden dar detalles de experiencias maravillosas vividas en cada iglesia, en cada grupo que hoy es iglesia y otros que lo serán pronto. Son experiencias milagrosas en el colportaje, en bautismos, en oraciones contestadas, en verdaderos milagros de conversión y de amor fraterno compartido.

Volviendo a la figura del líquido amniótico, permitidme que mencione aquí solo algunos nombres. Perdonad, por favor, si olvido a alguien pero el Señor los conoce. Fueron aquel líquido amniótico que mantuvo con vida al embrión hasta que la criatura consumó su nacimiento y aprendió a dar los primeros pasos en la vida de la misión en España: Andrés Tejel, José Rodríguez, Antonio Bueno, Jesús García, Santiago de la Hera, Humberto Arias, José Garzón, Álvaro Martín, Pedro Peralta Subias y su esposa Laura,  José María Priego, Carlos Puyol, Jesús Calvo, Luís A. Fernández, pastores, colportores y colportoras, hermanos, hermanas y niños de cada grupo, de cada iglesia, a mi querida esposa Sara que ha sido un apoyo y una ayuda sin la cual no hubiera podido alcanzar los objetivos de la misión que el Señor me encomendó.

Pero, sobre todas las cosas, gracias al Dios de la vida que ha hecho posible el nacimiento de nuestra misión en la tierra española. Gracias por el llamado recibido en aquellos años, y gracias también a ese líquido amniótico que sois todos vosotros que habéis contribuido con vuestras oraciones, con vuestro apoyo y con vuestro interés, a que este servidor y su esposa hayan tenido el privilegio de dar a luz el llamado de Dios y su misión en España.

¡Maranatha!

Autor: Roberto Profeta, pastor jubilado. Colportor primero, después de avanzada, posteriormente director de publicaciones de la UAE, y finalmente ordenado al pastorado y pastor en el distrito de Alcoy, dónde se jubiló en 2013.

Revista Adventista de España