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Establecer límites no puede ser visto como una necesidad del pasado, sino como un modelo de educación eficaz y consciente. Éstas normas deben colocarse con amor y diálogo, pero también con respeto. El niño debe comprender que esos límites están ahí para protegerle y ayudarle a crecer bien física, mental, social y espiritualmente. 

Hay diversas razones para que los padres y educadores establezcan límites en el proceso educativo de los niños. Una de ellas es el “tipo” de comportamiento y educación que presenciamos actualmente. El psiquiatra y educador Içami Tiba, en el libro Disciplina: límite en la medida correcta, habla sobre eso en este extracto que creí válido enfatizar:

«Los niños presentan dificultades enfermizas para dejar Internet; los hijos sufren de obesidad, y muchos tienen colesterol alto por comer solo lo que desean; los niños exigen teléfonos celulares cuyo uso no se justifica; los más grandes no salen de las esquinas virtuales en sus interminables charlas y juegos. Las dificultades en los estudios aumentaron mucho, lo que resultó en abandono escolar y cambios de escuela, probablemente, estos serán los nietos de grandes empresarios, que terminarán llevando a la quiebra las empresas de sus familiares».

La importancia de establecer límites

Una de las formas de establecer límites en el proceso educativo fue presentada por Susanna Wesley. Esta mujer tuvo 19 hijos entre los años 1690 y 1709. Ella no solo los educó con reglas y límites claros, sino que también lo hizo con dedicación, compromiso y oración. John Wesley, su 15º hijo, por ejemplo, se convirtió en uno de los teólogos cristianos británicos más influyentes y llegó a afirmar lo siguiente sobre su madre: “Aprendí más sobre el cristianismo con mi madre que con todos los teólogos de Inglaterra”[i]. La señora Wesley administraba su casa proponiendo algunas reglas que terminaron siendo observadas y seguidas por muchas madres de entonces y por otras incluso hoy [ii]. Algunas de ellas son las siguientes:

Reglas de Susana Wesley:

  1. No permita que los niños coman entre las comidas y haga que estén en la cama después de las 20:00.
  2. Los niños deben tomar su remedio sin quejarse y nada se les debe dar si lo piden llorando; solo educadamente.
  3. Los niños deben aprender a orar tan pronto como comienzan a hablar. Ellos también deben estar en silencio durante el culto familiar.
  4. Para evitar mentiras, no debe ser castigado ningún error confesado y del que después los hijos se arrepientan. La obstinación de los hijos debe ser dominada y trabajada con Dios para salvar su alma.
  5. No permita que un acto pecaminoso del niño quede impune.
  6. No castigue a los hijos dos veces por una única ofensa.
  7. El buen comportamiento de los hijos debe ser siempre elogiado y recompensado, y todo intento de agradar, aunque sea pequeño, también debe ser elogiado.
  8. Los niños deben preservar el derecho de propiedad, incluso en caso de menor importancia.
  9. Se les debe enseñar a los hijos a temer la vara y a cumplir con rigor todas las promesas hechas.
  10. No exija que una hija trabaje antes que aprenda a leer bien.

Ya sea que estemos de acuerdo o no con las reglas de Susanna Wesley, parecen haber contribuido mucho para la buena educación de sus hijos. Tal vez con algunas de esas normas los ejemplos citados por Içami Tiba no serían tan terribles hoy. Con respecto a nosotros, padres y educadores cristianos, ¿consideramos importante parar, reflexionar y establecer reglas o límites en el proceso educativo de nuestros hijos e hijas?

Límites y libertad

Si educar no era tarea fácil en los tiempos de Susanna Wesley, al punto de ser necesario establecer una lista de reglas o límites, mucho menos lo es hoy. Los valores sociales, morales, cívicos, religiosos y éticos se están deshaciendo y, consecuentemente, eso hace que muchos niños sean ajenos y descomprometidos con los deberes sociales, familiares, educativos y espirituales. Siendo así, establecer límites como forma de obtener obediencia, respeto y aprendizaje, no puede ser visto como una necesidad del pasado, sino como un modelo de educación eficaz y consciente, siempre que ésto se haga con amor y diálogo. Además, una educación fundamentada en principios bíblico-cristianos no pierde nunca su validez, por el contrario, cuanto más sean practicados, en cualquier época, más sentido y mayores resultados se obtendrán.

Obedecer límites es lo opuesto a la libertad de hacer lo que se quiera sin pensar en las consecuencias. En el proceso de educar para una correcta libertad de elección, que acompaña cada fase del desarrollo del niño, es papel de los padres, educadores o responsables directos proponer los límites necesarios y educarle para que pueda elegir sabiamente. Esos límites, sin embargo, no deben ser establecidos a través de una relación de miedo, autoritarismo, vergüenza o imposición. Al contrario, es necesario conducir al niño para que interiorice la necesidad ética del límite que es educativa, trae felicidad y es civilizadora[iii].

A pesar de vivir en una época donde los hijos, a veces “han tenido más autoridad que sus padres, a pesar de depender de ellos biopsicosocialmente”[iv],  como padres y educadores necesitamos tener en mente que los resultados de una educación sin límites, irresponsable y permisiva, muchas veces genera daños irreparables. Por lo tanto, padres y educadores necesitan trabajar intencionalmente con los más jóvenes mientras lidian con experiencias negativas, frustraciones, decepciones y limitaciones de la vida real, llevándolos a volverse adultos más fuertes, resilientes y saludables.

Límites como forma de educación

Colocar límites a los niños no es tarea fácil. Es necesario crear un clima de seriedad, confianza, amor, discernimiento, sabiduría y hacer uso de la autoridad de padre, madre y educador. Por lo tanto, se trata de un proceso educativo que requiere tiempo, paciencia, compromiso y oración. De la misma forma, la construcción de la conciencia de la necesidad que los más jóvenes actúen con respeto y observen el impacto de sus acciones en los más diversos ambientes dependen, por sobre todo, del diálogo, del intercambio constante de impresiones, reprobaciones o afirmaciones entre el niño, los padres y los educadores.

En el proceso de enseñar lo que se puede y lo que no puede hacerse, el diálogo es aún más eficaz cuando está conectado a un buen nivel de relación y confianza. O sea, son más aceptables los límites o prohibiciones por parte de alguien que ama, que se relaciona bien, que se interesa, que es cercano, y que le comprende que al contrario. Por otro lado, los límites y reglas propuestos deben ser claros y puntuales. En caso de que sea necesario, se debe registrarlos, con dibujos para los niños que todavía no saben leer, y lecturas para los alfabetizados en un lugar visible y de fácil acceso antes de exigir prestación de cuentas.

Cada familia debe crear sus propios límites y una manera de hacerlo es creando sus propias normas de conducta y convivencia. Una buena manera de hacerlo es en oración. Ambos progenitores deben consensuar las propuestas y anotarlas. Tener claros los límites ayudará a un buen funcionamiento del hogar, así como a una buena educación de los hijos. Siempre que sea posible, mejor en positivo. Las normas pueden ir adaptándose comforme los hijos van creciendo (una norma para niños pequeños sería recoger los juguetes, y para un adolescente mantener limpia su habitación, etc.) Un ejemplo genérico actual podría ser:

Ejemplo* genérico

En esta familia…

  1. Tomamos tiempo para orar y estudiar la Biblia
  2. Nos abrazamos mucho y nos decimos cosas bonitas
  3. Pedimos las cosas por favor
  4. Damos las gracias
  5. Pedimos perdón cuando nos equivocamos
  6. Si hacemos algo mal, lo arreglamos
  7. No gritamos
  8. Nos decimos la verdad
  9. No decimos palabras feas
  10. Primero las obligaciones, después la diversión
  11. Mantenemos recogida y en orden la casa

*Cada familia debe sentarse a crear su propio listado, en el orden deseado. Puede, además, colocarse en algún lugar de la casa como seña de identidad. Éste es un listado genérico, pero cuando son pequeños los niños es mejor cosas concretas y claras para que puedan entenderlas y obedecerlas sin problema.

Unidad de los padres

Los padres también deben actuar de común acuerdo, estando unidos con lo que fue establecido. De lo contrario, los niños crecen en un ambiente permisivo que genera inseguridad, confusión e indisciplina. La escuela, a su vez, debe actuar como diseminadora no solo del derecho, sino de los deberes y las obligaciones de los alumnos. Tales aspectos, entre otros, permitirán que los niños, juveniles, adolescentes y jóvenes crezcan seguros y saludables, incluso emocionalmente.

Autora: Janete Suárez, profesora temporaria en la Universidad de Brasilia, en el departamento de Desarrollo Humano y Aprendizaje y psicóloga en la clínica PsySon. Con edición/aportes de Esther Azón, comunicadora, teóloga, madre, ex-profesora de religión, y editora de revista.adventista.es

Referencias

[i] LELIÈVRE, Mateo. João Wesley, sua vida e obra. Liberdade, São Paulo: Editora Vida. 1997.

[ii] DENGLER, Sandy. Servant of God. Chicago, Il: Moody Publishers. 1987.

[iii] SUÁREZ, Adolfo Semo. Crise de identidade na adolescência: breve análise e implicações para a práxis religiosa segundo a teoria de Erik Erikson. Acta Científica, 2o semestre, 2005.

[iv] TIBA, Içami. Disciplina: limite na medida certa. São Paulo: Integrare, 2006.

 

PUBLICACIÓN ORIGINAL: ¿Por qué es necesario establecer límites en la educación de los niños?

Revista Adventista de España