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«…vuestras mujeres callen en las congregaciones, porque no les es permitido hablar, sino que deben estar sujetas, como también la Ley lo dice.  Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos, porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación.» (1 Corintios 14: 34-35)

La única regla segura y adecuada de la interpretación bíblica es tomar cada pasaje del Libro de Dios con el sentido de lo que dice, palabra por palabra, excepto en los casos en que el texto y el contexto muestran claramente que se introduce una figura o parábola para una explicación más clara del tema.

En el texto anterior, el apóstol no emplea una figura o parábola, por lo tanto, sus palabras deben tomarse en el sentido de lo que dicen. Sin embargo, hay muchos otros pasajes de las epístolas de Pablo que hablan tan claramente de la posición de la mujer en la casa y la obra de Dios como lo hace este. Y, para llegar a la verdad de Dios sobre este asunto, se debe encontrar una posición que armonice todos los textos. La palabra de Dios no es “sí y no”, sino sí y amén, para la gloria de su divino Autor.

Hombres y mujeres lado a lado

Pablo, en el capítulo catorce de su epístola a la iglesia en Corinto, está corrigiendo los errores existentes y poniendo orden en la iglesia de Cristo. Llega incluso a dar pautas para aquellos que, bajo el poder del Espíritu Santo, están dotados del don de la profecía y de lenguas. Sin duda, había mujeres, tanto en la época del apóstol como en la nuestra, que podían hablar de los “Derechos de la Mujer” con la misma destreza, si no tan concisamente (sic), como la reconocida Victoria Woodhull. Escucha al noble Pablo sobre este tema en la misma epístola donde se encuentra el texto anteriormente mencionado: «Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios es la cabeza de Cristo». (1 Corintios 11: 3)

Pablo continúa, en los versículos 4 y 5, y el lector puede observar que coloca a hombres y mujeres lado a lado en la posición y trabajo de enseñar y orar en la iglesia de Cristo: «Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, deshonra su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, deshonra su cabeza, porque es lo mismo que si se hubiera rapado.»

Consistencia

Pero, ¿qué quiere decir Pablo al decir: «…vuestras mujeres callen en las congregaciones»? Hay algo claro, no quiere decir que las mujeres no deban colaborar en los servicios religiosos en los que tanto hombres como mujeres deben participar en la oración y en la profecía; o en enseñar la palabra de Dios a la gente. El único punto de vista que armonizará con todo lo que el apóstol ha dicho acerca de la posición y el trabajo de las mujeres cristianas, es que está dando instrucciones relativas a las reuniones de la iglesia para considerar los asuntos seculares, que pueden ser manejados tan bien por los hermanos como por las hermanas. Aquí mostramos las siguientes razones:

  1. Tanto hombres como mujeres asisten a los servicios religiosos de la iglesia. Ambos escuchan todo lo que se dice. La mujer entiende tan bien como su marido, a veces mejor, todo lo que se dice. Luego, vuelven, desde la iglesia, a casa. Ahora, aplica la declaración de Pablo a este caso: «…si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos». En el supuesto de que el marido haya estado fuera en una reunión de negocios, consultando con sus hermanos con referencia a la construcción de un lugar de reuniones o cómo contratar al pastor; asuntos en los que ella tiene un profundo interés, es consistente que la esposa quiera averiguar sobre las decisiones de una reunión a la que no asistió.
  2. Pero, suponiendo que ambos hayan asistido a una reunión religiosa, donde la esposa ha oído todo y lo ha entendido todo, el gran apóstol se opone a la farsa ridícula de sentarse, preguntar y responder cuestiones relacionadas con asuntos con los cuales a ambos le son perfectamente familiares. ¡Consistencia, eres una joya!

Mujeres y cargos de responsabilidad

En las Sagradas Escrituras, en el Antiguo y Nuevo Testamento, las santas mujeres ocupaban cargos de responsabilidad y honor. El primer caso que indicaremos aquí es el de Miriam (o María), mencionada en Éxodo 15: 20-21:

«Entonces María, la profetisa, hermana de Aarón, tomó un pandero en su mano, y todas las mujeres salieron detrás de ella con panderos y danzas.  Y María repetía:

“Cantad a Jehová,
porque se ha cubierto de gloria;
ha echado en el mar al caballo y al jinete.”»

Compara con Miqueas 6: 3-4, donde el gran Dios apela al Israel rebelde con estas palabras:

«Pueblo mío, ¿qué te he hecho
o en qué te he molestado?
Di algo en mi contra.
Te hice subir de la tierra de Egipto,
te redimí de la casa de servidumbre
y envié delante de ti a Moisés,
a Aarón y a María.»

Débora, juez de Israel

El siguiente caso es el de Débora, mencionado en Jueces 4: 4-10:

«Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetisa, mujer de Lapidot, que acostumbraba sentarse bajo una palmera (conocida como la palmera de Débora), entre Ramá y Bet-el, en los montes de Efraín; y los hijos de Israel acudían a ella en busca de justicia.

«Un día, Débora envió a llamar a Barac hijo de Abinoam, de Cedes de Neftalí, y le dijo:

—¿No te ha mandado Jehová, Dios de Israel, diciendo: “Ve, junta a tu gente en el monte Tabor y toma contigo diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón. 7 Yo atraeré hacia ti, hasta el arroyo Cisón, a Sísara, capitán del ejército de Jabín, con sus carros y su ejército, y lo entregaré en tus manos”?

« Barac le respondió:

—Si tú vas conmigo, yo iré; pero si no vas conmigo, no iré.

«Ella dijo:

—Iré contigo; pero no será tuya la gloria de la jornada que emprendes, porque en manos de mujer entregará Jehová a Sísara.

«Y levantándose Débora, fue a Cedes con Barac.  Allí juntó Barac a las tribus de Zabulón y Neftalí. Subió con diez mil hombres a su mando, y Débora subió con él. »

Ten en cuenta los siguientes detalles de las declaraciones anteriores:

  1. Débora fue una profetisa. Recibió del cielo instrucción divina y enseñó a la gente.
  2. Era juez en Israel. La gente se acercó a ella para su juicio. La posición más elevada que ningún hombre haya ocupado jamás.

Ruth y Esther

Los siguientes casos de mención distinguida son Ruth y Esther. Los libros de estas dos mujeres ocupan lugares en el libro de Dios con sus santos profetas. Su posición en la obra de Dios fue tal que le dio a su historia un lugar con los escritos sagrados, traducidos a cientos de idiomas y dialectos, para estar preparados para millones hasta el final del tiempo de prueba.

El profeta Joel, citado por Pedro en Hechos 2: 17-18, describe los últimos días de esta manera:

Mujeres inspiradas por Dios

«En los postreros días —dice Dios—,
derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
vuestros jóvenes verán visiones
y vuestros ancianos soñarán sueños;
y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas, en aquellos días
derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.»

Aquí también las mujeres reciben la misma inspiración de Dios que los hombres. Y Pablo habla de las labores de las mujeres cristianas en los más altos términos de alabanza y respeto de la siguiente manera:

Hombres y mujeres trabajando para Dios

«Os recomiendo, además, a nuestra hermana Febe, diaconisa de la iglesia en Cencrea.  Recibidla en el Señor, como es digno de los santos, y ayudadla en cualquier cosa en que necesite de vosotros, porque ella ha ayudado a muchos y a mí mismo. Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús,  que expusieron su vida por mí, a los cuales no sólo yo doy las gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles…  Saludad a María, la cual ha trabajado mucho entre vosotros… También saludad a Trifena y a Trifosa, que trabajan arduamente en el Señor. Saludad a la amada Pérsida, que tanto ha trabajado en el Señor.» (Romanos 16: 1-4, 6, 12)

El profeta Simeón y Ana, la profetisa, esperaron el consuelo de Israel al final de la era judía, y con alegría abrazaron al infante Salvador. La era cristiana fue introducida con gloria. Tanto hombres como mujeres disfrutaron de la inspiración de la hora santificada, y fueron maestros de la gente. «Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; entramos en casa de Felipe, el evangelista, que era uno de los siete, y nos hospedamos con él. Éste tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban.» (Hechos 21: 8-9) Y la etapa que comenzó con gloria, honrada con el trabajo de santas mujeres, concluirá con los mismos honores. Así dice Dios, por su santo profeta: «En los postreros días —dice Dios—, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán.» (Hechos 2:17)

APOSTILLA (de Víctor M. Armenteros)

Dos disculpas y una reflexión. Primera disculpa, he cambiado el nombre del autor de este artículo para que no lo leyerais con ningún tipo de prejuicio (positivo o negativo). Su verdadero nombre es James White. Sí, el James White que estuvo casado con Ellen G. White y que fue uno de los fundadores y teólogos del Adventismo en sus inicios.

Segunda disculpa, me he atrevido a hacer la traducción y adaptación de un artículo suyo que escribió en “The Advent Review and Sabbath Herald” (Review and Herald) del 29 de mayo de 1879. Dicen que “traducir es traicionar” y, como mínimo, debo disculparme por ello.

Y la reflexión. Este texto ve la luz en la Revista Adventista Española hoy 29 de mayo del 2019, 140 años después de su publicación inicial. Entonces se debatía el sufragio universal (por eso menciona a Victoria Woodhull) y hermanas adventistas ocupaban funciones de relevancia en nuestra estructura y, lo más importante, en la configuración de nuestra teología y cosmovisión. Hoy, 140 años después, en tiempos de #MeToo, debiéramos volver nuestra mirada a aquellos momentos para dejar que el texto bíblico nos siga mejorando y comprendamos que nuestra visión de la persona es mucho más abierta e inclusiva de lo que algunos piensan.

Autor: James White. Traducido y adaptado por Víctor Armenteros, responsable de Educación/Gestión de Vida Cristiana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España. 
Imágen: Sage Kirk en Unsplash

 

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