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¿Te has puesto a pensar qué significa llevar la cruz? ¿Qué es la vida cruciforme? ¿Qué fue lo que Jesús quiso decir cuando invitó a sus seguidores a tomar su cruz? ¿Eres consciente de lo que eso implica? ¿Estás dispuesto a aceptar el llamado?

La Teología de la Cruz se predica desde hace muchos años atrás, pero no ha tenido mucho éxito. Se ha visto opacada por la Teología de la Gloria, lo que para nuestros tiempos sería la Teología de la Liberación, del capitalismo, del rendimiento, del empoderamiento, que tan de moda se encuentran hoy. Martín Lutero fue uno de los precursores de la Teología de la Cruz. Invitaba a sus oyentes a mirar siempre al Calvario y a observar el sacrificio de Jesús en la cruz, su entrega, su humildad y su amor.

¿Qué es la vida cruciforme?

La vida cruciforme es una vida poco deseable para los que no la llegan a entender en su totalidad. La vida cruciforme va contra los estándares o parámetros que nos marca la sociedad. Es un golpe directo al ego y al confort, pues es obvio que nadie que se haya quedado en su zona de confort ha crecido. Intentar vivir esta vida nos ayudará a conocer más a Jesús, contemplar su carácter y parecernos a Él.

Hubo un hombre que no tenía ni la más mínima intención de cargar una cruz, mucho menos la de Jesús, y sin embargo, la terminó llevando. El mismo acto le cambió la vida. Fue obligado a ayudar a Jesús a llevar su cruz y en esa oportunidad encontró el descanso para su alma.

Simón de Cirene

Simón de Cirene, a él se le menciona solo tres veces en la Biblia, específicamente en Mateo 27:32; Marcos 15:21; Lcucas 23:26. Era este un forastero de esa ciudad. Cirene quedaba al norte de África, lo que hoy es Libia. Era una colonia griega que tenía una comunidad de al menos 100,000 judíos que fueron obligados a asentarse en el reinado de Ptolomeo Sóter entre el 323-285 a. C.

Dentro de los tres textos en los que se menciona la historia de Simón, el texto de Marcos 15:21 menciona algo que los otros no: «Obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y Rufo, que venía del campo, a que le llevará la cruz». Simón tenía dos hijos, era un hombre que venía de paso y que quizás no sabía lo que estaba pasando, fue el que ayudó a Jesús a llevar su Cruz, qué privilegio más grande. Aliviar la carga del Salvador del mundo, aunque sea por un breve momento.

Elena de White nos da más detalles de la escena y comenta en el Deseado de Todas las Gentes 691: «En ese momento un forastero, Simón el cireneo, que volvía del campo, se encontró con la multitud. Oyó las burlas y palabras soeces de la turba; oyó palabras repetidas con desprecio: “¡Abran paso al rey de los judíos!” Se detuvo asombrado ante la escena; y como expresara su compasión, se apoderaron de él y colocaron la cruz sobre sus hombros».

»Simón había oído de Jesús. Sus hijos creían en El Salvador, pero él no era un discípulo. Resultó para él una bendición llevar la cruz al Calvario, y desde entonces estuvo agradecido por esa providencia. Ello lo indujo a tomar sobre sí la cruz de Cristo por su propia voluntad y a estar siempre alegremente bajo su carga».

Los hijos de Simón de Cirene

Si la Biblia menciona a los hijos de Simón es porque ellos fueron discípulos conocidos o de renombre en la iglesia primitiva o al menos cuando se escribió la carta de Marcos, que se dice es la primera. Simón había oído hablar de Cristo, pero no lo conocía. Solo bastó un momento, un encuentro con el carpintero divino de Nazaret para compadecerse con tanta ternura e inocencia.

El que llevaba la cruz no merecía llevarla, el que cargó el peso del pecado sobre sus hombros no fue culpable de nada, pero aún así enmudeció y no abrió su boca, y todo con tal de salvar a una humanidad perdida que muchas veces se aprovecha de este sacrificio y que lo considera de una forma tan trivial y sin importancia.

«Toma tu cruz, y sígueme»

Ninguno que mira a Cristo cara a cara puede quedar igual. O su amor te enternece o su santidad te aparta, pero después de Cristo nada vuelve a ser igual. Y esto fue lo que pasó con Simón. Esa mirada cambió su vida. Lucas cuenta que Simón tomó la cruz y siguió a Jesús. (Lucas 23:26) Es decir que delante iba Cristo y por detrás, por un breve momento Simón. Ese pequeño sacrificio le sirvió para dejar de ser forastero y comenzar a vivir la vida cruciforme en donde quiera que estuviera.

Esta escena nos recuerda las palabras de Jesús en Mateo 16:24 «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame». Jesús nos invita a tomar nuestra cruz y es probable que así como a Simón le pasó, nos pasó a nosotros también que hemos decidido tomar nuestra cruz y seguir a Jesús.

Quizás no teníamos ni la más remota idea de cargar una cruz, pero la vida y las circunstancias nos llevaron hasta aquí, hasta Jesús. Tal vez estábamos metidos en nuestros negocios u otros planes cuando nuestra vida fue interrumpida por una enfermedad, un problema o una pandemia. Algo ha venido a nuestra vida y ha tocado muy fuerte la puerta. Algún error, algún diagnóstico, alguna llamada telefónica que cambió todo. Y probablemente algún dolor, ya que la transformación usualmente tiene que ver con dolor. A Simón le dolió cargar la cruz.

La muerte cruciforme

Para mucha gente llevar la cruz es un martirio deseado. Algunos que quieren llevar la cruz quieren llevarla a su manera yendo delante de Cristo, cuando en realidad es Cristo quién va delante. Algunos teólogos explican que el sufrimiento de Jesús no fue suficiente y si sufres más, completarás tu salvación y la de tu familia, pero esta es una vil falacia.

El autocastigo del cuerpo no es llevar la cruz y por supuesto que los sufrimientos o pesares que tengamos no nos aseguran un lugar en el cielo. Por nosotros mismos no podemos tener mérito para salvación o para perfeccionar el sacrificio que ya hizo Cristo. Su sacrificio es completo y definitivo y no necesitamos ningún sacrificio añadido. Ahora Jesus está ministrando en el Santuario Celestial, pero su obra en la cruz fue una sola vez y para siempre.

Podemos pensar que Simón fue quien ayudó a Jesús, no obstante, tal como lo comenta Craig Barnes, «quizás cargar la cruz tenga que ver más con Simón que con Jesús, quizás esta oportunidad fue el momento de más gracia para Simón. Es probable que aquella tarde él haya visto una nueva visión de Jesús, lo que realmente es. Tal vez ese día fue el día que marcó su vida para siempre. Quizás se dio cuenta de que, aunque él tenía que cargar la cruz por un tramo hasta lo alto de la montaña, Jesús sería el que moriría sobre ella».

La cruz es donde las cosas se crucifican. Es donde la vieja vida muere. En el llamado a negarnos a nosotros mismos, Jesus no nos llama a dejar el chocolate o el helado. él nos llama a rendir ante Él cualquier cosa que nosotros pensamos que necesitamos para vivir, pero que no es Cristo. Cualquier cosa que hemos estado usando para justificar nuestra vana manera de vivir todo este tiempo vivido, hasta que nos encontremos con la cruz, esa extraña aflicción que es dolorosa, que lastima y que se siente como morir, pero que es el principio de una vida cruciforme.

Llevar la cruz y confiar en Dios

Llevar la cruz no sólo es morir al yo, es vivir para Cristo. Mentón escribe: «Por qué será que pasamos el resto de nuestras vidas tratando de ser algo que realmente no queremos ser, si tan solo hubiéramos sabido qué queríamos».

Rick Warren presenta que llevar la cruz es un llamado a la entrega y entregarse significa confiar en Dios. Usted no decidirá llevar su cruz a menos que confíe en Dios y no puede confiar en Dios hasta que lo conozca mejor. Abraham siguió la guía de Dios sin saber a dónde iría; María esperó un milagro sin saber cómo se realizaría; José confió en el propósito de Dios sin saber por qué las circunstancias ocurrieron como ocurrieron.

Confiar en que Dios nos ama es nuestra seguridad y la máxima prueba del amor de Dios es el sacrificio de su Hijo en la cruz diciendo: ¡Así de tanto es que te amo! Prefiero morir que vivir sin ti. Cuando nos entregamos totalmente a Jesús descubrimos que Él no es un tirano sino un salvador; no es un jefe sino un hermano; no es un dictador sino un amigo.

Admitir nuestras limitaciones

Vivir la vida cruciforme es admitir nuestras limitaciones. El orgullo es una barrera que nos impide cargar la cruz. No queremos admitir que somos criaturas, queremos tener el control de todo. Es la tentación más antigua: «Seréis como Dios». La vida es una lucha, pero lo que la gente no se da cuenta es que muchas veces estamos luchando contra Dios y de ninguna manera vamos a ganar esa pelea.

Cuando tratamos de ser como Dios terminamos siendo más como Satanás, que deseó la misma cosa. Aceptamos nuestra humanidad intelectualmente pero no emocionalmente. Queremos tenerlo todo y hacerlo todo y nos irritamos cuando eso no ocurre.

Vivir una vida cruciforme no es resignarse pasivamente, no es fatalismo. Es sacrificar la vida o sufrir para cambiar lo que necesita ser cambiado. Entregarse no es para los cobardes o los inseguros. Tampoco es reprimir la personalidad. Es obediencia, es decir «Sí Señor» a cualquier cosa que Dios pida. Decir «No Señor» es una contradicción.

Uno sabe que está viviendo una vida cruciforme cuando depende de Dios para que resuelva las cosas, en lugar de tratar de manipular a otros, de forzar su agenda o de controlar las situaciones. Cuando no reacciona a la crítica y no se apresura a defenderse. Cuando no trata de tomarle la delantera a otros, cuando no demanda sus derechos ni es egoísta. Vivir la vida cruciforme nos hace experimentar la paz, la libertad y el poder de Dios. La vida cruciforme no es la mejor manera de vivir es la única manera de vivir, llenos de plenitud y gozo, y solo podemos vivirla cuando dejamos que el Espíritu de Dios guíe nuestra vida.

Conclusion

¿No te gustaría vivir una vida así? A muchos les ha tomado años encontrar este camino hasta que se dieron cuenta de que ellos mismos eran su principal obstáculo. Tal como Simón de Cirene este momento es para ver el rostro de Jesús y con alegría vehemente llevar nuestra propia cruz. ¿Estás dispuesto a vivir una vida cruciforme? Esa es tu decisión.

Autor: Charlie Domínguez, pastor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.

4 comentarios

  • Deyanira Diaz dice:

    Amen ,que el Espiritu Santo me ayude a vivir una vida crusiforme,es mi anhelo ,y creo en el inmercido sacrificio que hizo nuestro padre Celestial al darnos a su unico hijo Jesucristo para la salvasion de la humanidad ,por eso ,en Jesús anhelo. vivir .

  • Deyanira Diaz dice:

    Me gustó el comentario de la hna de Whithe ,que dice que Sinon cireneo ,solo había oído hablar del Salvador,no había experimentado las maravillas que el Señor había hecho,pero al verlo cargando esa cruz tan pesada por la multitud de nuestros pecados ,se compadeció de Jesús y lo miró con ternura…

    • Esther Azón. Revista Adventista dice:

      Sin duda, un hermoso comentario. Bendiciones, Deyanira. Gracias por comentar.

  • carlos ramirez dice:

    ME GUSTO ESTE MENSAJE DE DE LA VIDA CRUCIFORME AHORA ENTIENDO LA IMPORTANCIA DE SIMON DE CIRENE , PORQUE ESCUCHO ESE MENSAJE DE CRISTO EN UN MOMENTO QUE IBA PASANDO CUANDO CRISTO LLEVABA SU CRUZ ,Y ALGUIEN LE PUSO LEVANTO LA CRUZ QUE LLEVABA NTRO JESUSCRISTO LUCAS 23:26 AME’N

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