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Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. (3ª carta del apóstol Juan)

Introducción

Corría el año 1863, en Estados Unidos todavía quedaba poco menos de dos años de una terrible conflagración, la Guerra de Secesión. Esta se cobraría más de un millón de vidas. A su término, en 1865, se consumaría el fin de la esclavitud en toda la nación y comenzaría un proceso sostenido de industrialización (McPherson, James, 1988).

Para fines del siglo XIX, la esperanza de vida estaba entre los 30 y 40 años (Prentice, 2008). Es a fines de este siglo que se realizan grandes descubrimientos médicos, como  la penicilina; sin embargo, la población sufría de numerosas enfermedades infecto-contagiosas. La higiene y los malos hábitos de alimentación, la falta de curas para enfermedades, se cobraban muchas vidas y a temprana edad. La medicina recién comienza a vislumbrarse como una ciencia (Goberna Tricas, 2004).

Es en este contexto que Elena White recibe en Otsego la visión de la Reforma Pro Salud. Allí se le mostró “con  respecto a la salud: la responsabilidad de todos de vivir en armonía con principios que prevendrían la enfermedad y producirían buena salud” (White, Arthur, 2003).

En esta visión, y otras complementarias  posteriores, Elena White recibió instrucciones sobre el uso de estimulantes y narcóticos, la higiene personal y ambiental, el origen del cáncer, los daños del tabaco y la carne, entre otros (White, Arthur, 2003). Parte valiosa de esta visión está resumida en los Ocho Remedios Naturales: el agua, el descanso, el ejercicio, la luz del sol, el aire, la nutrición adecuada, la temperancia y la esperanza en Dios (White, Elena, 2007b).

A menos de 20 años del Gran Chasco de 1844, Dios manifestó su preocupación por la salud de su pueblo, enviando consejos claros y directos. Frente a esto, cabe hacerse muchas preguntas: ¿tuvo la misma preocupación Dios por la salud de su pueblo a través de la historia? ¿Encontramos respaldo bíblico para cuidar nuestra salud? ¿Sigue siendo válido este mensaje de salud? ¿Cuál es el fin que Dios persigue al darnos pautas de salud?

La salud desde una cosmovisión bíblica

El inicio de las enfermedades

La Biblia nos enseña que el hombre fue creado por Dios mismo a su imagen (Génesis 1:27), perfecto, con inteligencia y poder (White, Elena, 2007a). A causa del pecado, el hombre perdió esa perfección y por lo tanto se vio vulnerable a un ambiente del cual antes era punto cúlmine y protector, desaparecieron la paz y el amor, y el temor se apoderó de la humanidad (Génesis 3:10). Dios anticipó a nuestros primeros padres que su vida de allí en adelante tendría cansancio y dolor y, ya sin posibilidad de comer del árbol de la vida, verían sus vidas degradarse hasta la muerte (White, Elena, 2007c).

Tenemos aquí, a raíz del pecado, encontramos el surgimiento del deterioro de la salud, lo que también podemos llamar enfermedad. Sin embargo, el hombre no quedó abandonado a su suerte. Dios calmó su desesperación mediante la presentación del plan de salvación. Su salud espiritual estaba resguardada por ese plan y mediante una relación que, aunque limitada ahora, les mantendría en comunión con su Padre y Creador. La salud mental y física se verían beneficiadas mediante el trabajo arduo, aunque no ajeno al sufrimiento. Su condición era distinta, pero no era desesperada: Dios desde un comienzo estaba proveyendo lo necesario para que, aunque caído y en pecado, el hombre pudiera tener una vida llevadera dentro de su nuevo contexto (White, Elena, 2007c).

El plan de Dios para la salud del hombre

Para Dios, el plan de salvación tiene como finalidad “buscar y salvar” a la raza caída (Lucas 19:10). Ello  significa un plan integral que comprende cada aspecto del hombre. Y una de las partes fundamentales es la salud, importancia que queda manifiesta en el versículo de 3 Juan 1:2: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”.

Desde un comienzo, Dios le dio a Adán tareas para realizar, debía mantenerse ocupado; pero también le enseñó acerca del reposo, enseñándole que seis días son para trabajar y uno para descansar de toda obra, dando personalmente el ejemplo al terminar la creación (Génesis 2:1,2).

Descanso

El descanso es también mencionado en muchos otros textos, como Jeremías 6:16, Salmos 62:1 y en varios consejos de Eclesiastés y Proverbios. Se nos habla de la importancia de dormir bien y de hacerlo en paz, como señala Salmos 4:8: “En paz me acostaré y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado”. El Salmo 23 es una representación gráfica del verdadero reposo que encontramos cuando dejamos que Dios guíe nuestra vida. “El sueño, el dulce restaurador de la naturaleza, revigorizará el cuerpo cansado y lo preparará para los deberes del día siguiente” (White, Elena, 1988).

Alimentación

Sobre la alimentación, Dios dio al hombre una dieta basada en plantas y frutos que dan semilla, en Génesis 1:29. Luego del diluvio, esta dieta fue modificada, autorizando Dios el consumo de carne, con especificaciones sobre las permitidas y las no permitidas en el libro de Levítico, capítulo 11. El consejo para hoy es, incluso, abandonar la carne en nuestra dieta (White, 1971; White, Elena, 1988)

Higiene

La higiene también es un factor importante en la Biblia, dejando varias instrucciones en el libro de Levítico. En este libro también se señalan los procedimientos para con los  enfermos, el trato a los cadáveres, evitar la grasa y la sangre, entre varios otros estatutos.

Jesús realizó muchos milagros de sanación, se preocupó por el descanso y la alimentación de las personas. La Biblia señala en Mateo 14:14 que “saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos”. Y posteriormente proveyó milagrosamente de alimento a más de cinco mil personas.

Confianza en Dios

En el sermón del monte, Jesús invita a no afanarnos y concluye señalando que si buscamos a Dios y su justicia en primer lugar, todo lo demás llegará como añadidura. Hoy más de 300 millones de personas en el mundo sufren depresión y más de 260 millones tienen trastornos de ansiedad (Organización Mundial de la Salud, 2017). Estas alarmantes cifras nos pueden dar un indicio de cuán poco se está buscando el reino de Dios y su justicia y del afán y la ansiedad con que la humanidad está buscando resolver por sí misma lo que el Creador se ha ofrecido a hacer por nosotros.

Aunque Dios desea nuestra salud y nos da orientaciones para estar sanos, la restauración total no será en este mundo de pecado, sino en la Tierra Nueva. Al ver a un hombre ciego de nacimiento, los discípulos preguntaron a Jesús “¿Quién pecó, este o sus padres para que naciera ciego?” A lo que Jesús respondió que ese hombre no estaba enfermo producto de su pecado (Juan 9:2,3). El profeta Elias sufrió una profunda depresión después de una gran victoria de fe (1 Reyes 19:14). Job perdió también su salud, siendo un hombre justo que hacía la voluntad de Dios (Job 1:1).

La salud en la eternidad

En una inspiradora promesa, la Biblia termina con el anuncio del fin del peor de los enemigos del hombre: la muerte. Pero también nos señala que acabará con el llanto, el clamor y el dolor: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4). Esto significa el fin de las enfermedades, sanidad física y mental, como lo fue en el principio y como siempre fue el plan de Dios.

Agua pura brotará del mismo trono de Dios (Apocalipsis 22:1) y a ambos lados de este río estará el árbol de la vida, el que dará un fruto cada mes y cuyas hojas serán para la sanidad de las naciones (Apocalipsis 22:2).

También se nos promete sanidad espiritual completa: “Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes” (Apocalipsis 22:3,4). Al estar en la presencia de Dios, cualquier carencia espiritual queda anulada.

Vuelve la perfección, se restablece el plan original en su totalidad. Se cierra el paréntesis de dolor y pecado. Con inigualable solemnidad, El Conflicto de los Siglos finaliza con un universo en armonía, perfecto, declarando por la eternidad que Dios es amor (White, Elena, 1977).

Las zonas azules

Las zonas azules son regiones del planeta que han sido clasificadas como de alta longevidad. Son lugares tan distantes como Ikaria en Grecia, la Isla de Cerdeña en Italia, la Isla de Okinawa en Japón, la Península de Nicoya en Costa Rica y Loma Linda en California (Falque-Madrid, Luis, 2014). Este último tiene una alta población Adventista del Séptimo Día.

Las características comunes de las zonas azules son: (Santos, Hildemar, 2017)

  1. Una dieta basada en plantas. La carne es un producto raro en todas las zonas azules.
  2. Ejercicio moderado y natural. Caminar, trabajar en agricultura o estar físicamente activos en el día.
  3. Propósito en la vida. Los adventistas creen en la vida eterna.
  4. Apoyo social. Hay un sentido de comunidad y preocupación mutua.
  5. Apoyo familiar. El núcleo familiar es estable e importante en estas sociedades.
  6. Habilidad para enfrentar el estrés. La oración, como la meditación en otras zonas azules, una vida natural y sencilla mantienen una vida más tranquila.
  7. Pertenecer a un grupo religioso. La gran mayoría de los habitantes de estas zonas profesan una fe religiosa.
  8. Regla del 80%. Comer hasta estar satisfecho en un 80%.

Todas las características de las zonas azules son recomendaciones que encontramos en la Biblia y en los escritos de Elena White. No es un ejercicio ocioso pensar en qué pasaría si Loma Linda no fuera la única Zona Azul adventista. Debe haber algo en lo que estamos fallando.

Lamentablemente no existen estudios que permitan concluir si otras comunidades adventistas están siguiendo los consejos bíblicos sobre salud. Sin embargo podemos deducir que esto no se está haciendo.

Conclusión

El cuidado de nuestra salud no es un tema menor, porque Dios busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad. No a medias, no a conveniencia, no a la carta. “Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos” (Proverbios 23:26). Y la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30) nos advierte de lo que puede ocurrirnos si volvemos a Dios con excusas y no cumplimos con su mandato. Elena White declara:

Dios requiere de todos los que creen en la verdad, que hagan esfuerzos especiales y perseverantes para colocarse en la mejor condición posible de salud física, porque ante nosotros se extiende una obra solemne e importante. Para ella se requiere salud física y mental… (White, Elena, 2003).

Para el Creador, nuestra salud es un tema importante y necesario. Somos la iglesia que porta el Mensaje de los Tres Ángeles, y Elena White nos muestra la relación dramática que este mensaje tiene con la salud: “La reforma pro salud se halla tan estrechamente relacionada con el mensaje del tercer ángel como el brazo lo está con el cuerpo; pero el brazo no puede ocupar el lugar del cuerpo.” (White, Elena, 1976)

Se hace urgente una autocrítica denominacional, pero sobre todo personal. Debemos buscar a Dios con sinceridad y entregarnos en sus manos. Debemos hacer su voluntad, no por fanatismo, no por miedo, sino por amor.

Se debe mirar hacia adelante y entregar a Dios el corazón para que haga los cambios necesarios, renunciando a todo aquello que nos destruye, sin excusas. Porque Jesús vino para que tengamos vida en abundancia (Juan 10:10). No podemos desperdiciar este regalo del Creador: una salud próspera, para una vida mejor, una adoración plena, un servicio óptimo y un testimonio eficaz.

Autor: Alejandro Troncoso-Hidalgo, maestrante en Salud Pública en la Universidad de Montemorelos.
Imagen: Photo by Owen Beard on Unsplash

BIBLIOGRAFÍA

  • Falque-Madrid, Luis. (2014). La evidencia científica y el arte de envejecer. Recuperado el 2 de diciembre de 2019, de http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0798-07522014000100016
  • Goberna Tricas, Josefina. (2004). La Enfermedad a lo largo de la historia: Un punto de mira entre la biología y la simbología. Recuperado el 1 de diciembre de 2019, de http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1132-12962004000300011
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  • White, Arthur. (2003). Elena de White, mujer de visión. Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana.
  • White, E. (1971). Joyas de los Testimonios (42a ed., Vol. 3). Mountain View, CA: Publicaciones Interamericanas.
  • White, Elena. (1976). El Colportor Evangélico. Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana.
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  • White, Elena. (2003). Testimonios para la Iglesia (Vol. 1). Doral, FL: Asociación Publicadora Interamericana.
  • White, Elena. (2007a). Consejos para la Iglesia. Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana.
  • White, Elena. (2007b). El ministerio de curación (2a ed.). Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana.
  • White, Elena. (2007c). Patriarcas y profetas (4a ed.). Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana.
  • Todas las referencias bíblicas pertenecen a la versión Reina-Valera, revisión 1960.
Revista Adventista de España