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Principio de dolores…

Parece evidente que las señales del fin mencionadas por Jesús en el sermón escatológico del monte de los Olivos (Mt 24,3-28) comenzaron con las señales cósmicas (Mt 24,29), mencionadas también en Ap 6,12-13, cuando se dio comienzo al período anunciado como el “sexto sello”, cuya vigencia continuaría, según el contexto, hasta el mismo momento de la segunda venida de Cristo (cf. Ap 6,14-17). Desde entonces, hace poco más de dos siglos, se han ido cumpliendo de forma progresiva y en algún momento de forma alarmante, las señales mencionadas en las Escrituras y enfatizadas por Jesús en su famoso sermón (cf. Mt 24 y 25), que anuncian de forma inequívoca la proximidad de su regreso.

En este contexto, resulta muy llamativa la forma en que se han incrementado las señales del fin, desde el comienzo de este siglo XXI. De forma más precisa, desde el histórico incidente del ataque a las torres gemelas de Nueva York (la serie de cuatro atentados terroristas suicidas cometidos la mañana del martes 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos). Desde entonces, entre terremotos, tsunamis, huracanes, ciclones, olas de calor y erupciones volcánicas, sin contar los efectos del calentamiento global, ni los fallecidos por el hambre y la Covid-19, en la actualidad, nuestro planeta ha tenido bastantes más de un millón de víctimas en lo que va de siglo [1].

De acuerdo con los evangelios, “todo esto [está siendo] principio de dolores” (Mt 24,8). No obstante, llegará el momento cuando los indicadores serán más precisos. Así se lo reveló el Señor a Juan en Patmos: el poder que surge “de la tierra” (Ap 13,11) comenzará a imponer su voluntad en el ámbito moral y religioso, llegando a implantar una marca, sin la cual habrá dificultades para comprar y vender (cf. Ap 13,11-17). Una correcta interpretación del capítulo 13 de Apocalipsis no deja duda alguna en cuanto al significado de los símbolos y el carácter de los acontecimientos.

Sin embargo, el pueblo de Dios debe ser sabio, prudente y paciente, confiando siempre en la dirección divina para no precipitarse en la interpretación de los hechos. Consideremos en primer lugar, lo sucedido en la década de los 80 del siglo XIX.

La Asamblea de la Asociación General de 1888 y otros datos relacionados con la ley dominical

La Asamblea de la Asociación General realizada en Minneapolis, en 1888, ha sido una de las más importantes en la Historia de Iglesia Adventista. El desarrollo de esta Asamblea, tal y como lo conocemos, se puede entender mucho mejor cuando se tiene en cuenta el contexto histórico que la precedió.

La década de 1880 no fue una década normal para el adventismo. Fue un período durante el cual Estados Unidos se sumergió en una crisis nacional causada por la ley dominical. Esta situación se fue desarrollando gradualmente desde la década de 1860, cuando algunas organizaciones como la Asociación Nacional pro Reforma, aparecieron en escena con el fin de mantener al país bajo la influencia del cristianismo. Esta asociación tenía la intención de proteger la santidad del domingo.

A comienzos de la década de 1880, algunos norteamericanos consideraban a los adventistas como «problemas» que afectaban la campaña establecida para proteger el «Día del Señor». El conflicto se intensificó en 1882, cuando algunas autoridades de California arrestaron a W. C. White, hijo menor de Jaime y Elena White, por hacer funcionar la imprenta de la Pacific Press en domingo. En 1885 se estaban arrestando adventistas en Arkansas, y en 1888 el problema se había extendido a Tennessee y otros Estados. Algunos años más tarde había pastores adventistas encarcelados junto con criminales comunes. Su delito había sido la profanación del domingo.

El punto culminante del estado social generado por el asunto del domingo ocurrió el 21 de mayo de 1888, cuando H. W. Blair, senador por New Hampshire, presentó un proyecto de ley en el Senado de los Estados Unidos para promover «el Día del Señor» como «día de adoración». El proyecto de ley dominical nacional de Blair fue el primero de esa naturaleza (o clase de legislación) presentado en el Congreso de la nación desde el establecimiento del Movimiento Adventista en la década de 1840.

A los dirigentes de la Iglesia les pareció obvio que estaban presenciando la formación de la imagen de la bestia de Apocalipsis 13, la constitución de la marca que impondría la nación representada por el poder que surge “de la tierra”, y que “tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero” (Ap 13,11). La venida de Cristo se esperaba como algo inminente. Parecía muy claro que la predicación de los adventistas durante los últimos 40 años sobre Daniel y Apocalipsis estaba a punto de cumplirse [2]. No obstante, han pasado 132 años desde esa famosa Asamblea.

El 20 de junio del 2011 se formó la Alianza Europea del Domingo con motivo de una conferencia de expertos sobre la protección del domingo en la sede del Comité Económico y Social Europeo (EESC) en Bruselas. La Alianza Europea del Domingo es una red de alianzas nacionales del domingo, junto con sindicatos, organizaciones de la sociedad civil, y las comunidades religiosas que promueven condiciones de trabajo justas y equilibradas, en armonía con un estilo de vida equilibrado que incluye trabajo, tiempo libre y familiar, para reforzar la cohesión social. La Alianza pide que los domingos sean un día libre de trabajo según las nuevas directrices… (2003/88/EG) para ser negociados entre los Estados miembros [3]. Hace algunos años que esta inquietud está afectando a diferentes países del mundo.

Más recientemente, en junio de 2015, el papa Francisco publicaba la carta encíclica Laudato si [Alabado seas], en la que mostraba su preocupación por la contaminación, el cambio climático, la ecología, el medio ambiente, y el estado general del planeta. En cierto lugar, hablando de la necesidad de tener un día de descanso semanal para vivirlo en familia, dice: “El domingo… tiene una importancia especial. Ese día, así como el sábado judío, se ofrece como día de la sanación de las relaciones del ser humano con Dios, consigo mismo, con los demás y con el mundo. El domingo es el día de la Resurrección, el «primer día» de la nueva creación, cuya primicia es la humanidad resucitada del Señor, garantía de la transfiguración final de toda la realidad creada. Además, ese día anuncia «el descanso eterno del hombre en Dios»… La ley del descanso semanal imponía abstenerse del trabajo el séptimo día «para que reposen tu buey y tu asno y puedan respirar el hijo de tu esclava y el emigrante» (Ex 23,12)”[4]. Cuando se publicó esta encíclica parecía que al poco tiempo podría ser una realidad la ley dominical, pero ya han pasado cinco años.

“100 días de oración”: el plan de oración propuesto por la Asociación General

Hoy, por causa de la pandemia Covid-19 que está afectando a todo el mundo, comienzan a levantarse voces que proclaman la inmediata salida de las ciudades y la inminente imposición de la ley dominical. Estas voces de creyentes, laicos o pastores, muestran por un lado, impaciencia; y por otro, cierto grado de estrabismo espiritual. El pueblo de Dios debe estar atento, no a las impresiones o corazonadas de algunos, sino a la voluntad del Señor expresada en su Palabra (cf. 2 P 1,19); y debe guiarse por sus enseñanzas (cf. Sal 119,105) bajo la dirección del Espíritu Santo (cf. Jn 16,13).

E. White nos ha dejado un importante legado de instrucciones, en perfecta armonía con la Palabra de Dios, para este tiempo previo al fin del tiempo de gracia. Jesús dijo que estaría con su iglesia “todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Y sabemos que la iglesia permanecerá unida y organizada hasta el fin del tiempo: “Se me ha instruido que diga a los adventistas de todo el mundo que Dios nos ha llamado como un pueblo que ha de constituir un tesoro especial para él. Él ha dispuesto que su iglesia en la tierra permanezca perfectamente unida en el Espíritu y el consejo del Señor de los ejércitos hasta el fin del tiempo” [5].

Volviendo al contexto de la pandemia y ante la situación que estamos viviendo, la voz más autorizada no es la de algunos hermanos, laicos o pastores, que hablan en función de lo que ellos piensan que es lo correcto. La voz más autorizada es la de La Asociación General de la Iglesia ASD, quien ha propuesto recientemente un plan de oración, denominado “100 días de oración”, desde el 27 de marzo hasta el 4 de julio de 2020. El propósito del mismo es orar todos los días por: (1) el bautismo del Espíritu Santo; (2) el reavivamiento personal para la misión; y (3), para que el Señor ponga su mano frente a los efectos del Covid-19. Difícilmente se podrían encontrar otros puntos más importantes.

La presencia del Espíritu Santo

Esta es la gran necesidad de la Iglesia en este momento, la primera y la más importante. Con la presencia del Espíritu Santo, el pueblo de Dios se abrirá camino en medio de no importa qué necesidad o qué tipo de conflictos. Nuestras vidas serán transformadas, se predicará el fuerte pregón y… vendrán dificultades, claro; pero en su momento, cuando Dios las permita. No es ahora el tiempo de pensar en la ley dominical o en salir de las ciudades. Si alguien tiene la posibilidad de hacerlo, es evidente que podrá tener un estilo de vida más en armonía con la voluntad de Dios. Nadie debería discutir esto. Pero también es cierto, que no todos tienen los recursos y la posibilidad de hacerlo.

Por consiguiente, estudiemos la persona y el ministerio del Espíritu Santo y oremos para recibirlo, porque estamos en el tiempo en el que debe cumplirse el anuncio de los profetas (cf. Oseas 6,3; Joel 2,23 y 28-32; Zac 10,1; Hch 1,8; 2,1-4 y 14-21; y también, Ap 18,1). ¿Nos hemos preguntado cuándo podremos recibirlo? “El descenso del Espíritu Santo sobre la iglesia es esperado como si se tratara de un asunto del futuro; pero es el privilegio de la iglesia tenerlo ahora mismo. Buscadlo, orad por él, creed en él. Debemos tenerlo, y el cielo está esperando concederlo” [6]. “El derramamiento del Espíritu en los días apostólicos fue la ‘lluvia temprana’, y glorioso fue el resultado. Pero la lluvia ‘tardía’ será más abundante” [7].

Un breve consejo pastoral para este tiempo

De acuerdo con el libro de Daniel y el contexto general de la Escritura, estamos viviendo en tiempo “prestado”. A partir de 1844 no hay más profecías relacionadas con un período de tiempo. Cristo podría venir en cualquier momento; las señales se han cumplido y, ¿qué es lo que falta? Dos cosas muy importantes: Que la Iglesia se prepare y predique el evangelio en todo el mundo (cf. Mt 24,14); y que Jesús termine la obra de expiación del pecado en el santuario celestial (cf. Ap 15,5-8 y 22,11). Para esto, necesitamos la unción del Espíritu Santo; sin él no sería posible el fuerte pregón para que el evangelio alcance a todo el mundo.

Cuando la Iglesia realice su obra y predique el evangelio, no faltarán dificultades. Pero una cosa es muy cierta, el mismo Dios que sacó a su pueblo de Egipto y lo llevó a la tierra de Canaán, guiará, protegerá, tomará a su pueblo en el tiempo final y lo llevará a la Canaán celestial. ¿Habrá alguien que se lo pueda impedir? Esta es nuestra fe y esta es la obra que le corresponde a la Iglesia en este tiempo: pedir el Espíritu Santo, ser reavivados y testimoniar a un mundo que perece, y no estar preocupados por las cosas que han de suceder, que Dios tiene bajo control. El futuro no parece que vaya a ser muy halagüeño (cf. Dan 12,1). Sin embargo, nada impedirá que todo el mundo pueda conocer el mensaje de salvación. Dios ama a sus hijos y no permitirá ningún tipo de oposición que impida la obra de anunciar el evangelio, hasta que todo el mundo lo haya conocido.

¿Llegará el tiempo en el que el pueblo de Dios deba abandonar las grandes ciudades? Claro, la siguiente cita nos ayuda a entenderlo: “No es ahora tiempo para que el pueblo de Dios fije sus afectos o se haga tesoros en el mundo. No está lejano el tiempo en que, como los primeros discípulos, seremos obligados a buscar refugio en esferas desolados y solitarios. Así como el sitio de Jerusalén por los ejércitos romanos fue la señal para que huyesen los cristianos de Judea, así la asunción de poder por parte de nuestra nación [los Estados Unidos], con el decreto que imponga el día de descanso papal, será para nosotros una amonestación. Entonces será tiempo de abandonar las grandes ciudades, y prepararnos para abandonar las menores en busca de hogares retraídos en lugares apartados entre las montañas” [8].

Tenemos una buena tarea por delante, en la cual haríamos bien en centrarnos: leer y estudiar la Biblia como nunca antes, especialmente pasajes como la parábola de las diez vírgenes (Mt 25,1-13), por citar un ejemplo; leer y estudiar todo lo que nos ha legado Elena White para nuestro crecimiento espiritual y para entender mejor Daniel y Apocalipsis, y pedir la promesa del Espíritu Santo a fin de estar debidamente preparados para enfrentar las gloriosas jornadas que le esperan al pueblo de Dios, hasta que Cristo venga. Porque, como pueblo de Dios, “somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Rom 8, 37). Este pensamiento, a modo de divisa, es el que debemos mantener en todo momento hasta que el Señor venga (o nos llame al descanso).

 

Autor: José A. Ortiz es pastor, doctor en teología y profesor emérito de la Facultad Adventista de Teología (FAT) en España.
Imagen: by William Bossen on Unsplash

Notas:
[1] Todo esto se puede comprobar fácilmente, entrando en Internet con la expresión: “Desastres naturales en el siglo 21”.
[2] Cf. el comentario de George R. Knight, en Una Historia Resumida de los ASD, 84-85, de donde se ha obtenido la información que se menciona.
[3] Cf. http://www.europeansundayalliance.eu/site/home.
[4] Papa Francisco, Laudato si [Alabado seas], 178-179.
[5] E. White, Mensajes Selectos, t. 2, 458.
[6] E. White, El Evangelismo, 508.
[7] E. White, El Deseado de todas las Gentes, 767.
[8] E. White, Joyas de los Testimonios, t. 2, 165-166.

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