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Hay una característica en la mirada que va más allá de lo meramente externo. Ver tiene algo de extraño. Algo que, por cotidiano no se le da importancia, pues perteneciendo a alguien, en este caso su imagen, su expresión, su belleza, pasa a ser también del que ha mirado. En las miradas neutras o despreocupadas apenas hay acopio de información personal, pero en aquellas que son interesadas hay un mundo que se revela, un proyecto a descubrir.

Las miradas intencionadas son las que desean conocer, las que sienten y, cuando se cruzan, producen un intercambio de información silenciosa.

Enfocar es parte de la mirada. Es hacer que la imagen sea más precisa, que adquiera mayor claridad y cuanto más valor tiene la persona para el observador más se dedica a mirarla.

Todas las personas son muy importantes para Jesús. Él focaliza de forma particular a cada una de ellas y a su entorno generador, la familia, donde ha depositado el bienestar de sus miembros y la esperanza del desarrollo personal. El desarrollo y la armonía en la familia pasa por padres preparados que encaminan a los suyos hacia el Principio de toda sabiduría.

Dice el salmista: “Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres para ver si había algún entendido que buscara a Dios” (1).

Esa mirada Divina es la expresión de un buscador que tiene un proyecto a realizar ¡Qué importante es cruzar la mirada con Él! Si comprendiéramos que el Señor siente de forma apasionada cuando dice: “Con amor eterno te he amado”(2), también comprenderíamos que desea intercambiar con nosotros un conocimiento que dé sentido a la vida.

Hace tiempo, en su mirada a los hijos de los hombres, Dios encontró a Abraham y le dijo: “Alza ahora tus ojos y mira”(3). Es decir, enfoca lo que ves y consérvalo en tu mente y en tu corazón porque vas a participar de mis bendiciones. La confianza de Dios en él era enorme: “Yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí”(4).

El proyecto de Dios empieza con una persona, pero no necesariamente finaliza en ella, sino que desea extenderlo a todo su entorno. Sabía que Abraham guiaría a los suyos para que fueran beneficiarios de las bendiciones prometidas.

Enfocar a los tuyos es hacer visible sus necesidades, sus anhelos, su felicidad y también sus problemas. Es realzar el valor que tienen.

Todos sabemos que el afecto visible es mucho más necesario para cada miembro de la familia que muchos recursos económicos.

Como sucedió con Abrahán, sería un privilegio que Dios te dijera que confía en ti porque, está seguro, les darás a cada uno de los tuyos el afecto y los medios necesario y los guiarás para que también miren y enfoquen a Aquel que es el Principio de toda mirada.

  1. Salmo 14:2.
  2. Jeremías 31:3
  3. Génesis 13:14
  4. Génesis 18:19

Revista Adventista de España