¿Has pensado como sería la foto de tu vida? ¿Qué verías? ¿Estás solo o acompañado? ¿Eres feliz o desgraciado? ¿Qué pueden leer los demás sobre ti en ella?
Comenzamos el mes de septiembre, y como todos los comienzos está lleno de buenos deseos y de reflexiones profundas sobre como hacer las cosas un poco mejor.
En esta vida hay una ley universal de acción-reacción; decisiones-consecuencias. Por eso, el Creador, que te ama, te dice hoy: «¡Quisiera que tuvieses tal corazón, que me respetases y obedecieses, todos los días, todos mis mandamientos, para que a ti y a tus hijos os fuera bien para siempre!» (Deuteronomio 5:29).
Recuerdo el contraste de dos fotografías de dos indios (de la India) que ví hace años y que me impresionaron para siempre. En la primera había un rico señor, vestido con majestuosos ropajes y joyas. Estaba sentado en una especie de trono y miraba hacia abajo con desdén. Alrededor de él, había numerosos esclavos andrajosos sirviéndole. Otros estaban entrando en la escena, portando ricos manjares. A su lado, había otra fotografía. Era la de un huesudo anciano, con el torso desnudo. Miraba al frente a través de una destartalada ventana, pero tenía un rostro tan lleno de paz que me cautivó.
Pensé… Si ahora hicieran una foto de mi vida… ¿cómo sería? ¿Qué diría mi actitud sobre mí? ¿Qué transmitiría mi mirada? ¿Qué podrían leer los demás en mi comportamiento?
Libres o esclavos
Sentí repulsión por el marajá y me cautivó el anciano. Me quedé un rato contemplando el contraste entre ambas imágenes y resolví que, si pudiera escoger, me gustaría ser como el segundo. Ciertamente todo el oro del mundo no vale nada si eres una persona capaz de tratar a otros seres humanos como inferiores. Se me antojó el primero un ser vacío, egoísta y, en el fondo, triste. Sentí que aunque le estuvieran sirviendo, en realidad el esclavo era él. Era siervo de una vida sin propósito, de unos lujos y una posición que no le hacían realmente feliz. Un ser débil que solamente podía sentirse bien manipulando y sometiendo a los demás. Exigía, buscaba y no encontraba. No tenía paz.
El anciano, en cambio, me pareció lleno. Sus ojos transmitían paz y en su semblante podía intuirse sabiduría y bondad. Miraba a lo lejos, como con esperanza. Tenía media sonrisa dibujada en el rostro. No parecía tener mucho, pero lo tenía todo. Me pareció rico, porque no necesitaba nada. Se le veía satisfecho, en paz y feliz.
Rico no es quien más tiene
Sí, puedo tenerlo todo en la vida, como aquel marajá, y estar viviendo en esclavitud; o puedo ser humilde, contentarme con lo que tengo y ser feliz. En realidad la verdadera riqueza no tiene que ver con lo que tienes, sino con quien eres. Al fin y al cabo, «no es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita (o quien más da)».
La felicidad es una actitud
«¡Cheese!», «¡Patata!» y sonríes para la foto. El sol ilumina la imagen. Pero la felicidad no es algo de un instante, la felicidad es «aprender a bailar bajo la lluvia». Tener una actitud positiva aunque estés mojado.
Estoy segura que el rostro marcado de arrugas de aquel anciano había experimentado mas de una tormenta, pero su actitud se me antojaba serena y flexible como los juncos que se agachan hasta el suelo al caer las salvajes lluvias sobre ellos, pero que se alzan de nuevo al salir el sol. No se rompen, se doblan para volver a erguirse. En el caso del cristiano, esa flexibilidad podría ser la mansedumbre, la aceptación, la humildad, la confianza en Dios y la Esperanza.
El secreto de la felicidad es que no es un destino que alcanzar, sino una actitud ante la vida. No es llegar a la cima de la montaña, sino tu forma de vivir la escalada (¡y sobre todo asegurate de que no estás trepando por la montaña equivocada, o te llevarás un disgusto cuando llegues arriba). Eres feliz porque has decidido serlo cada día. La felicidad es una actitud, una decisón, una elección.
Aunque, por supuesto, también debes ser consciente de que no hallarás la verdadera felicidad hasta que el mal, el dolor y la muerte sean erradicados por completo, cuando Cristo venga.
El poder de la esperanza
Pero es el poder de la esperanza lo que te mantendrá de pie y te animará a seguir viviendo. Será tu relación personal con tu mejor amigo, Jesús, lo que te ayude a seguir cada vez que no puedas más. Ese a quien muchos rechazan, pero que tú sabes que es real porque te has atrevido a vivirlo. Ese que ha cambiado tu vida, y lo sigue haciendo.
La esperanza es mucho más poderosa de lo que algunos piensan. Se hizo un experimento con varias ratas a las que pusieron en un barreño de agua. Las que recibían una tabla de corcho cuando no podían más, duraron muchísimo más tiempo nadando que las otras, porque esperaban la tabla. La esperanza las mantenía vivas porque seguían luchando.
Pon tu esperanza en Jesús. Él es tu tabla de salvación. Él es tu refugio y tu Salvador. Él es quien te mantendrá en pie cuando todo se derrumbe a tu alredededor. Él es La Esperanza definitiva.
Jesús, el eje de tu vida
Y es que el cristianismo sin Cristo es una mentira. Cuando Jesús es el centro de tu vida, de pronto todo gira correctamente. Llena tu existencia de una Esperanza, una Paz y un Amor que nunca pensaste que experimentarías… y entonces, solo entonces, los demás empiezan a caber también en la foto de tu vida. Porque Él cambia la perspectiva, el enfoque y el encuadre de la imagen. ¡Lo cambia todo! y de pronto ya no eres tu el centro y la foto de tu vida se amplía, y se llena de sentido. Y sí, a veces, incluso, de amor no correspondido. Pero no importa.
El rechazo o la indiferencia de los demás duele. Es muy doloroso cuando abres el corazón y notas rechazo, pero Jesús también lo experimentó, y no por eso dejó de amar. Amó hasta el punto de que hasta su vida entregó por quienes le despreciaban.
Su Amor es puro, por eso es capaz de amar aún a quienes le odian. Ese tipo de Amor es ajeno el ser humano pecador, pero es el carácter de Dios (1º Juan 4:8) y es posible para quien decide dejarse transformar por Él.
El Amor de Dios, sello del verdadero cristiano
Cuando Jesús es tu centro, tu mundo se ensancha y caben todos los demás en Él. Todos los que quieran salir en la foto, están invitados a aparecer.
En realidad, el sello de un verdadero cristiano, además de su obediencia a Dios, es su capacidad de Amar (sí, así, con mayúscula). De hecho, obedece porque ama. Es imposible no aprender a amar de verdad a los demás cuando el Amor ha entrado en tu vida y te ha cambiado el corazón de piedra por uno de carne. Es más, mientras eso no ocurra… puedes estar seguro de que NO se ha producido una verdadera conversión. Cristo aún no ha tomado el control de tu vida.
Tranquilo, es normal. No es cosa de un momento, lleva tiempo y requiere mucha relación con Jesús, y permitir que el Espíritu Santo te cambie. A todos nos cuesta eso de cederle el asiento al Señor y dejarle conducir nuestra existencia. De hecho, en el viaje de tu vida, muchas veces tendréis que parar para que Él vuelva a ser quien dirige. No es fácil, aunque sabes que es lo mejor.
Esta vida es un camino hacia adelante y hacia arriba tratando de imitar el carácter de Cristo. Y aunque a veces caigas, de Su mano siempre te levantarás fortalecido. Por eso, le necesitas como compañero de viaje. Pero la verdadera conversión implica entender que, además, necesitas que sea Él quien dirija, quien conduzca tu existencia. No solamente porque Él sabe mejor hacia donde vas, sino porque, además, Él mismo es el Camino. Solamente con Él como guía puedes tener la seguridad de que no te vas a perder.
Cuestión de elección
Aquellas fotografías del marajá y el anciano me hicieron pensar que puedes haber nacido en un palacio o en un arroyo; en una familia amorosa o en una desestructurada. Tu no eliges «las cartas» que la vida te ha repartido, pero si puedes «jugarlas» con sabiduría y, con la ayuda de Dios puedes «ganar la partida».
Creo que tu vida será lo que decidas hacer de ella cada día. Eres el arquitecto de tu destino, porque son tus decisiones las que lo determinan. Estás aquí para escoger entre la Vida y la muerte (y Dios quiere que escojas la Vida Deuteronomio 30:15-19). Puedes elegir. Es la libertad con la que Dios te ha dotado.
Y es que, en su inmenso Amor, el Todopoderoso te ha hecho tres regalos vitales: la existencia (existes por voluntad de Dios), la salvación (Él te ha salvado) y la libertad (desea que le elijas por amor, no por imposición).
Tú decides lo que quieres hacer con tu existencia. Solo tú escoges quien quieres ser, como vas a tratarte a ti mismo y a los demás. Lo que vas a hacer con los dones que Dios te ha entregado, etc. También escogerás aceptar o rechazar el Amor de Dios y su salvación; y por supuesto todo ello lo harás libremente.
Eso si, recuerda que a toda acción le sigue una consecuencia. Así que, más te vale elegir bien.
¿Y cómo elegir correctamente? (porque, por supuesto, querrás consecuencias positivas para tu vida…) Primeramente, debes comprender que como criatura, eres un ser limitado. Después aceptar que el Creador conoce el presente, el pasado y el futuro, y por tanto, lo más inteligente es aceptar sus regalos, su dirección y su consejo. Ese es el ejercicio mas sabio de tu libertad.
Acepta la dirección de Dios
Para poder aceptar, realmente, la dirección de Dios, necesitas confiar en Él, y para confiar, debes conocerle. Es por eso que te ha regalado la Biblia, para que sepas quien es Él… y quien eres tú. La Biblia es como el libro de La Historia Interminable de Michael Ende que todos leímos alguna vez de pequeños. Pero en ella el héroe es Cristo, no Atreyu; E igual que aquel libro hablaba «a» y «de» Sebastián, la Biblia también te habla y habla de ti. También eres tu quien decide si «la nada» va a acabar con todo, o si lucharás por la Vida. Tú eliges.
Tal como señala el texto de Deuterononio 5: 29, tu Creador te Ama y desea lo mejor para ti. Por eso en la Biblia están recogidos Sus mandamientos. En realidad son la guía para que «te vaya bien». Puedes verlo en las biografías de hombres y mujeres que se relacionaron con Dios en la historia. En las fotos de sus vidas. En la Biblia puedes estudiar sus aciertos para imitarlos, y sus errores para evitarlos.
Eres libre para escoger, porque tu Creador te ama y te ha dotado de esa cualidad. Él te aconseja de la mejor forma posible. Si eres inteligente y deseas ser feliz y hacer felices a los demás, en la Biblia tienes suficiente información para conocer el Plan de Salvación y elegir la mejor manera de vivir. De todas las elecciones que tendrás que hacer mientras estés aquí, la más sabia es escogerle a Él. Si vives con Dios y le obedeces, lo tienes todo. Si no tienes a Dios, que es la Vida, en realidad… no tienes nada.
Verdaderamente libre
La sociedad pretende hacerte creer que eres libre porque puedes hacer lo que te de la gana. Quiere que creas que eres más importante si tienes mucho dinero; posición social, títulos, etc., pequeños diosecillos que te alejan de Dios, pero lo cierto es que sin Dios tan solo eres un libertino esclavo de tu egoísmo, de tu mal carácter, de tu vanidad, orgullo, envidia, falta de Amor… Solamente puedes ser libre en Dios. Y cuando Él te libera, comprendes que ¡no necesitas nada más!, porque tu tesoro es Él.
La felicidad no la dan las cosas materiales, ni las personas, ni las opiniones de los demás. La felicidad está en conocer a Dios y dejarse llenar de Su Paz. Aprender a Amar como Él Ama y confiar en Él de todo corazón.
«Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida» (Juan 14:6). Sí, así, con mayúsculas. Solamente a través de Él podemos ser salvos, no hay otro camino. Tampoco hay otra vida, más que la Vida eterna (este mundo es menos de un segundo de la eternidad); Y no, no hay otra verdad, porque lo único real, eterno y absoluto es ese «Yo Soy» de Éxodo 3:14. Dios es el único que existe por sí mismo y TODO depende de Él. Por eso la verdad no es algo, es Alguien. Él es la Verdad).
Dios te Ama con amor de madre
Dios es tu Padre, tu Madre, tu mejor Amigo, tu Salvador, tu Creador, tu Dios, tu Principio y tu Fin (de finalidad, no de término, pues es eterno). Si analizáramos los atributos maternos de Dios (a veces hay quienes lo olvidan, pero la mujer también fue creada a imagen de Dios) es muy posible que entendiéramos mucho mejor el Amor de Dios.
Al final, lo único que Dios anhela es que seas salvo y verdaderamente feliz a su lado por la eternidad. Por eso te susurra tiernamente: «Lo único que quiero es que me respetes y me obedezcas por amor. Mis mandamientos no son un capricho, son para que te vaya bien. Y no solamente aquí, sino para siempre».
Y es que las madres, y los padres, sabemos bien que no hay verdadero amor sin límites. Si queremos que nuestros hijos obtengan las consecuencias positivas de las buenas elecciones y no sufran por las negativas de sus equivocaciones, necesitamos educarlos a través de nuestra relación con ellos. Una relación diaria de amor, compromiso, respeto y MUCHO diálogo, como la que el Señor quiere tener contigo a través de la oración y del estudio de la Biblia y el carácter de Jesús.
¿Con Dios o sin Dios?
Al final, la elección más importante que tendrás que tomar, con consecuencias aquí y ahora, y consecuencias eternas, es tan solo una: ¿Con Dios o sin Dios? De esa decisión dependerán el resto de las elecciones que hagas en la vida, y las consecuencias de ellas.
¿Cómo quieres que sea la foto de tu vida?
No olvides nunca que eres lo que haces cada díade ti. Son tus elecciones las que marcan tu destino. Por eso te invito a vivir de la mano de Quien puede transformarte. Recuerda: «Si Dios es tu copiloto, debes cambiar de asiento».
Ojalá seas sabio y aceptes la dirección y el Amor de Dios en tu vida y en tus decisiones. La foto de tu vida, si lo haces, será eterna y realmente maravillosa.
Autora: Esther Azón, teóloga y comunicadora. Redactora y coeditora de revista.adventista.es