La noticia de este mes es Grecia y su posible salida del Euro. Sin entrar en política económica, me llama la atención el estilo del liderazgo. El populismo se impone en el panorama internacional para disfrazar más de lo mismo, promesas que agradan a muchos y luego no se puede cumplir lo prometido (o no se quiere). Se presentan oportunidades que desaprovechamos o malgastamos engañando a los demás o incluso a nosotros mismos.
En la Biblia tenemos muchos casos de oportunidades devaluadas y populismos, pero me voy a centrar en dos reyes por contraposición, Saúl y David. Saúl fue un rey conforme el corazón del pueblo como acuerdan la mayoría de comentaristas, en contraste con David del que la Biblia dice expresamente que fue rey “conforme al corazón de Dios” (1 Sam. 13:13-14; Hech. 13:22).
Saúl fue un rey populista, pura apariencia. El hombre más alto entre todos, el fuerte, el que daba la mejor imagen. Cuántas veces nos dejamos llevar por las apariencias, aparentar lo que no somos, pensar que el “pueblo” aclama cosas que no sabe. En el momento de su “nombramiento” se escondió entre odres (1 Sam. 10:22) demostrando su falta de rigor y confianza en Dios, quien lo había escogido, eso sí, conforme al deseo del pueblo.
Saúl aprendió a tomar decisiones, pero errando. No vio el principio que había detrás de cada oportunidad, sino que había una “oportunidad”. Cuando tenía que ser firme, no lo era, desobedeciendo el mandato e instrucciones divinas, y cuando tenía que ser paciente y esperar, hizo lo contrario, se mostró decidido. Demostró con el paso de los 40 años de su reinado que nunca aprendió la lección. Sus decisiones se dejaban llevar por la apariencia, al igual que el pueblo, y no por el principio.
David fue todo lo contrario, estaba trabajando duro haciendo labores manuales y poco agradecidas, a diferencia del resto de sus hermanos, cuando Samuel fue a buscarlo por orden divina para ungirlo como rey sobre Israel. David veía las oportunidades y tomó decisiones que no siempre eran populares, pero conforme al principio de Dios. Cuando pudo matar a Saúl, inexplicablemente para sus seguidores, le perdonó la vida. Cuando tuvo que salir contra los amalecitas sin ser “oficialmente” aún el rey y con unos pocos cientos de hombres, ganó la batalla.
Ambos reyes cometieron errores, pero la diferencia entre ambos siempre fue el espíritu y el motivo con el que hicieron las cosas. La apariencia y la imagen, el qué dirán por un lado, frente a hacer la voluntad de Dios, aunque no se entienda por qué debo “perder” una oportunidad, por el otro.
Pablo dijo en un momento determinado, subrayando la idea que aquí subyace: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Fil. 3:7-8).
Moisés, precursor de Cristo, pudo haber sido Faraón, y liberar a Israel, pero su plan se torció. La pompa y el boato se tornó en un desierto y un puñado de ovejas. Su pérdida resultó en ganancia.
Cristo mismo es nuestro máximo ejemplo. En la semana de la pasión hizo su entrada triunfal en Jerusalén, fue aclamado como Rey y, humanamente, habría sido una buena idea. Hablando de su sufrimiento dijo Pedro: “en ninguna manera esto te acontezca” (Mat. 16:22). No obstante, la “oportunidad desperdiciada” de Jesús ha sido nuestra ganancia. Cuando el deber y seguir los principios puede convertirse en impopulismo, una aparente devaluación de las oportunidades es, para el cristiano, su ganancia. Pero hacer clichés, como ocurre en Grecia, tomar decisiones populistas que luego no se pueden cumplir, mantener o sostener, es seguir el camino de Saúl. Es hacer lo que uno cree que la gente va a valorar, y no lo que Dios realmente valora. Luego, hacemos referéndums y queremos involucrar al pueblo para evitar la responsabilidad del liderazgo, y finalmente, la calamidad que se quiso evitar regresa aún peor. ¿Qué decisiones estás tomando en tu vida y familia? ¿Son para que nos vean socialmente mejor, buena casa, buen coche, o sigues los principios divinos a pesar de las oportunidades que puedas perder?
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Nuestra iglesia habla pocas veces de política, pero me pregunto por qué (casi) siempre que lo hace se posiciona de facto a favor de los grandes poderes establecidos, como en este caso (en el que además, sin duda con la mejor intención, se hacen afirmaciones que requerirían una amplia argumentación).
También me pregunto si énfasis similares aparecen en la Escritura. Modestamente, creo que no es así. Por algo históricamente se ha conocido al judeocristianismo como la religión de los más desfavorecidos.
Asimismo, se me ocurre plantearme si por ejemplo el profeta Isaías (en Isa. 58) o el apóstol Santiago (en Sant. 5) estaban siendo “populistas” al condenar los abusos de los ricos. Seguro que buena parte del ‘establishment’ político-económico actual, y los medios “informativos” que controla, así lo calificarían…
Para terminar, permitidme una sugerencia, hecha con el mayor respeto y aprecio: recordemos que la RA es el órgano oficial de nuestra iglesia. Es decir, nos representa a todos. Y si es un editorial, con mayor razón. Aún más importante: tratemos de guiarnos por la Palabra, no por las corrientes dominantes (del signo que sea). Un saludo fraternal.
Comparar al rey David y su fidelidad a Dios con la Troika, FMI y Banco Europeo como poderes abusivos que actúan en este mundo resulta de lo más chocante y totalmente alejado de la realidad. Sin entrar en intenciones que no dudo que sean las mejores, considero de todo punto desacertada tal comparación. Saludos fraternales en Cristo. Ruth
“El populismo se impone en el panorama internacional”, leo. Es cierto. Pero choca que el artículo se centre en el caso del gobierno de Grecia, que el bombardeo mediático nos quiere presentar como paradigma del populismo. Y choca que se critique que un gobierno consulte al pueblo sobre un asunto decisivo (¿es mejor tomar decisiones a espaldas del pueblo?). Porque lo cierto es que hace muchísimos años que venimos padeciendo gobiernos populistas. Por ejemplo, hace unos años cierto partido prometió muchas cosas que luego en el poder no quiso cumplir: bajada de impuestos (los subió), no recortar las pensiones (las desligó del IPC, bajando así su poder adquisitivo), no subir el IVA (lo subió), no recortar en educación y sanidad (recortaron), etc., etc. Por supuesto, como no son populistas (son “populares”), no convocaron ningún referéndum para saltarse su programa. Bíblicamente se podría reflexionar mucho sobre esos populismos.
Entiendo que solo Dios puede ver lo que hay en el corazón, y por tanto solo Dios sabe exactamente qué es lo que nos mueve a tal o cual acción.
El caso es que conozco a algunos “populistas bíblicos” para los que auguraría hoy muchas probabilidades de ser “borrados” de los libros
de la iglesia. Realmente son bien conocidos por todos y ahí están: en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Uno de ellos se atrevió a calificar a los poderosos como sepulcros blanqueados (¡cuánta diplomacia!) y a predicar la dignidad de aquellos que eran considerados como perros, como solamente el Creador lo podía hacer.
Poderes de este mundo, manejados por principados y potestades, se encargaron de hacer creer que la Tierra Nueva era imposible, y aplastaron al populista. Pero no es imposible, y solo fue aparentemente aplastado. Es tan sencillo como seguirle.
Dijo en alguna ocasión: dadles vosotros de comer, y pensamos que unas monedas cubren la petición del populista. En otra ocasión afirmó que cuando lo hiciésemos a uno de esos más pequeños, al mismo Dios se lo haríamos. No sé lo que los “populistas” griegos guardan en su corazón, y es verdad que pueden ser unos simples oportunistas, pero eso prefiero dejarlo para el Juez justo. Si se ponen del lado del débil frente al poderoso sin escrúpulos, y buscan que los “perros” tengan pan, no les pondré muchas pegas. Otros solo les dan el pan de las estadísticas, que promedia la ración de todos (bajará el paro, la prima de riesgo…), cuando la realidad demuestra que solo unos pocos acaparan la mayor parte de las raciones (cada vez más ricos y con más riqueza, menos paro pero cada vez más cansados y más pobres…)
Pedro, ojalá que, como comentas, nuestra vida sea más que aparentar y posar frente a los demás. Para mí pido que el Señor me ayude a entender esa sencilla verdadera religión que predica el apóstol Santiago, la de estar junto a la viuda y al huérfano. Estar junto al más desfavorecido, de tu a tu, sin paternalismos. Aunque desde ópticas diferentes, estoy seguro de que compartimos ese mismo objetivo, puesto por el Señor en nuestros corazones.
Un fraternal y cordial saludo.
Cele García-Pozuelo Ramos
No entiendo cómo mi amigo ha podido meterse en este jardín. No era necesaria la comparación para llegar a las mismas conclusiones espirituales o, incluso, eclesiales. Entiendo que su trabajo es ingente, y quizá ha tenido que tirar de lo primero que ha podido, y con prisas. Si es así, mejor delegar. Él sabe que lo quiero, que lo aprecio, y que admiro la pasión con la que ejerce su ministerio. Pero esta vez el jardín está lleno de serpientes…