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Cuando dices que eres bióloga y creacionista, la gente te mira raro. Algunos reaccionan como les dijeras que eres astrónoma y crees que la Tierra es plana, o que eres química y buscas la piedra filosofal. Para muchas personas la evolución darwinista es un hecho tan evidente como la gravedad y consideran que ningún científico del siglo XXI que merezca ese nombre puede afirmar lo contrario. A veces cuando algunas de esas personas llegan a conocerte mejor, su actitud cambia. Te observan y se dan cuenta de que piensas como una científica, hablas como un científica y trabajas como una científica. Normalmente no llegan a cuestionarse sus ideas evolucionistas pero al menos escuchan tus argumentos y terminan por respetarte. Y si alguno de esos compañeros de facultad o alguno de tus profesores llega a convertirse en un amigo de confianza, tarde o temprano te acaban planteando una pregunta, la misma pregunta que alguna vez has oído en tu propia iglesia, y que incluso puede haber pasado por tu propia cabeza en momentos de desánimo: ¿Vale la pena? ¿Tanto importa la creación?

Los científicos creacionistas se enfrentan al ridículo y al escarnio por parte de sus colegas, es habitual que las revistas se nieguen a publicar sus artículos, algunos han visto denegada la financiación de sus proyectos y otros han perdido incluso sus trabajos como profesores o investigadores. La gente que te aprecia no lo entiende. Seguramente con buena intención, te dicen cosas como “Me parece bien que creas en Dios pero no es necesario tomárselo todo al pie de la letra. La Biblia fue escrita hace mucho tiempo y no hay que interpretarla de manera literal. Muchas personas religiosas, incluidos varios científicos importantes, creen que Dios pudo usar la evolución para crear. Si tuvieras la mente más abierta podrías ahorrarte muchos problemas y desarrollar todo tu potencial”.

Este razonamiento sugiere que la creación no es importante, que podría eliminarse de la doctrina cristiana sin excesivas consecuencias negativas para la fe del creyente. Al contrario, incluso la mejoraría, resultando una religión depurada más aceptable en una sociedad altamente científica y tecnológica como la nuestra.

Como bióloga creacionista he tenido que enfrentarme en varias ocasiones a este tipo de argumentación. Mi respuesta se encuentra en el título de este artículo: Sí, la creación importa. Y mucho. Personalmente creo que la creación es fundamental para mi identidad como cristiana adventista del séptimo día. También pienso que creer en la creación bíblica no sólo no interfiere con mi actividad científica sino que me da una perspectiva distinta, más amplia, que puede conducir a avances científicos significativos. Estos dos temas, por qué es importante la creación para un cristiano adventista y por qué es importante la creación para un científico adventista merecen un tratamiento detallado, y por eso voy a desarrollarlos en dos series de artículos cortos. La primera serie, que se inicia con este artículo, contiene algunas de mis razones para afirmar que la creación importa.

1. La Creación se encuentra estrechamente vinculada con las doctrinas adventistas fundamentales.

Hay una frase del famoso genetista ruso Theodosius Dobzhansky que suele aparecer en la primera página de los libros de biología universitarios. Dice “Nada en Biología tiene sentido si no es a la luz de la evolución”. Por supuesto, no estoy de acuerdo con esa afirmación pero suelo utilizar la misma estructura gramatical para llamar la atención de mis alumnos de teología sobre la verdad que nos ocupa: “Nada tiene sentido en el adventismo si no es a la luz de la creación”. La doctrina de la creación bíblica constituye una especie de fundamento sin el cual el resto de nuestras creencias se desmoronan.

Empecemos por algo tan básico como el sábado. La noción de “séptimo día” sólo tiene sentido dentro del marco de una semana de siete días, y lo que hace al sábado especial es precisamente la diferencia en la actividad divina durante la primera semana de la historia: seis días de creación y uno de reposo. La Biblia no sólo especifica que Dios bendijo el séptimo día porque en ese día descansó de su obra creadora, la creación en seis días es también la razón por la que se nos requiere su observancia.

Otro aspecto central íntimamente ligado a la creación es el concepto de pecado y sus consecuencias. Según la Biblia todo lo que Dios creó era muy bueno. El dolor, el sufrimiento y la muerte no formaban parte del plan original, sino que son consecuencias del pecado. Sin embargo, cualquier escenario en el que el relato de la creación no es literal y Dios usa la evolución para crear implica que la muerte existía desde el principio. Y no sólo la muerte. La evolución por selección natural conlleva una lucha sangrienta y cruel en la que los débiles son destruidos sin piedad para que los más aptos puedan mejorar. ¿Qué sentido tiene que un Dios que utiliza tales herramientas para dar forma a sus criaturas les exija más tarde que se traten com amor y misericordia, que protejan a los débiles y que se comporten con justicia? ¿Es el pecado un invento arbitrario de Dios que sólo adquirió vigencia cuando los seres humanos adquirieron la consciencia?

Siguiendo con la misma línea de razonamiento, si el pecado realmente no existe o es un mero constructo que empieza y acaba cuando Dios así lo determina, ¿que necesidad tenía Dios de hacerse humano y tener que morir para vencerlo? La Biblia repite hasta la saciedad que el inmenso sacrificio de Jesús tenía el objetivo de salvar a la humanidad, liberándola definitivamente del pecado y de la muerte. También especifica que el que tenía el poder de la muerte no era Dios, sino el diablo. No parece lógico que Dios usara la muerte como herramienta creadora durante cientos de millones de años para luego dar literalmente su vida con el fin de exterminarla.

Por último, pero no por ello menos importante, la creación también está vinculada con la otra doctrina que, junto con el sábado, está presente en nuestro nombre y nos define como iglesia. Los cristianos adventistas del séptimo día esperamos que Jesús regrese muy pronto a buscarnos y nos lleve al que será nuestro hogar por la eternidad: una Tierra Nueva que no es, ni más ni menos, que esta nuestra tierra restaurada a su condición original. Si la creación no fue como la Biblia nos cuenta en Génesis 1 y 2, ¿qué garantía tenemos de que la Tierra Nueva que tanto anhelamos será como nos cuenta Apocalipsis 21 y 22?

Resumiendo, la creación bíblica (literal, reciente, en seis días, perfecta) constituye un pilar básico de la doctrina adventista del que no se puede prescindir sin amenazar gravemente todo nuestro sistema de creencias. Sin la creación el sábado no tiene sentido, el concepto de pecado se relativiza, Jesús, el Salvador del mundo, se vuelve innecesario y la Tierra Nueva se desdibuja. Por todo eso, la creación importa.

 

Autora: Noemí Durán. Directora, en la EUD, del Instituto de Investigación Geocientífica (GRI). Profesora y redactora de la revista Orígenes.  Estudió biología en la Universidad de Valencia, especializada en Zoología. Obtuvo su doctorado en Biología en la Universidad de Loma Linda. Trabajó como directora de educación para dos instalaciones zoológicas, el acuario de L’Oceanografic en Valencia, y el parque ornitológico El Parc de les Aus en Barcelona. Ha publicado varios artículos sobre la naturaleza de las tortugas marinas, y presentado numerosos seminarios sobre creacionismo. Ha trabajado en el Departamento de Ciencias de la Tierra y Biología de la Universidad de Loma Linda, California.

Foto: Slava Bowman en Unsplash

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Revista Adventista de España