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Descarga tu revista de la Semana de Oración integrada, que celebraremos del 7-14 de noviembre.  El tema de la misma es: “Fidelidad en el estilo de vida cristiano” y se puede descargar, en PDF, aquí: Semana Oración Integrada 2020

El estilo de vida cristiano y los medios

“¿Quién eres tú, hijo mío?” (Gén. 27:18).

Me pregunto si Jacob anticipó que su padre Isaac le haría esa pregunta. Acaso esperaba y oraba para que no hablaran demasiado; para que su padre disfrutara en silencio el plato que Jacob le había servido, entonces lo bendijera y pudiera alejarse de la tienda directamente, sin complicaciones. Ahora, confrontado a esa pregunta, Jacob tenía que dar una respuesta.

¿Pero qué debía decir? «Soy Jacob, tu hijo». Sería una respuesta honesta, pero al mismo tiempo su padre sabría que buscaba engañarlo. Además, ¿qué sucedería con la bendición deseada? ¿Se transformaría en maldición? Jacob decidió mentir  y respondió: «Yo soy Esaú tu primogénito» (vers. 19). Pretendió ser su hermano para recibir la bendición. Como no estaba convencido, Isaac siguió procurando descubrir quién le estaba sirviendo el alimento. Finalmente, Jacob logró asumir la identidad de su hermano y entonces su padre Isaac lo bendijo.

Seamos reales 

Hace pocos años, hablé con un líder de la iglesia sobre el uso de los medios en evangelismo. Él había dedicado veinte años al ministerio de medios. Durante el diálogo me dijo: «Como adventistas, siempre fuimos pioneros en usar los medios más novedosos para el evangelismo público.

“Para compartir los mensajes de los tres ángeles con una audiencia aún mayor, comenzamos a usar el evangelismo satelital en la década de 1990 y, varios años después, lanzamos canales de televisión. Pronto operaremos la red más grande de televisión cristiana del mundo”.
“Al usar diferentes tipos de medios, alcanzamos y seguimos llegando en todo el mundo a millones y millones de personas con las buenas nuevas de un Dios amante. ¡Qué gran bendición!»

Entonces hizo una pausa: «Bueno, a veces me pregunto si no es que estamos transmitiendo un “mundo de fe” hermoso y perfecto, que no se corresponde con lo que somos en la vida diaria». Hizo otra pausa y lanzó la pregunta: «¿Nos enfocamos mayormente en mostrar en qué deberíamos creer y cómo ejercer nuestra fe, y al hacerlo, nos distraemos de nuestros errores, necesidades y quebrantamiento personal? Nos cuesta mucho admitir que no somos tan buenos como nos gustaría ser, ni estamos a la altura de la “fe ideal” que nuestras transmisiones nos exigen».

Esas preguntas requieren de una respuesta personal. Nadie puede responderlas por otra persona. Sin embargo, muchos enfrentamos una dinámica similar cuando compartimos nuestra fe. Como comunidad de fe, queremos ayudar a que tantos como sea posible conozcan al Señor. Con este objetivo en mente, resulta tentador dedicarse a mostrar el ideal y no lo real. ¿Por qué?

  • En primer lugar, todos deseamos lograr o experimentar el ideal.
  • En segundo lugar, comunicar el ideal parece tener un mayor impacto.[1] Las historias sobre fracasos y errores no son tan convincentes como las historias de éxito, ¿no es así?
  • En tercer lugar, compartir la fe incluye enseñar la Ley de Dios, verdades universales y principios que son independientes de la cultura, el tiempo y otros seres humanos.[2]
  • En cuarto lugar, ¿no es Dios acaso el centro y no nosotros? ¿No es el centro la bondad y misericordia divinas, y su plan de salvación por la humanidad?
  • Por último, no queremos que las personas pierdan su confianza en Dios y renuncien a la fe por nuestras imperfecciones.

Estas son todas razones buenas y comprensibles que nos llevan a transmitir una fe ideal y una vida perfecta.

Al mismo tiempo, nuestra preocupación y aun temor de que la gente se aleje de Dios al ver nuestro quebrantamiento puede llevarnos  a aparecer mejores de lo que realmente somos. Podemos interesarnos más en ser vistos de manera positiva que como las personas que realmente somos. Compartir la fe tiene más que ver con la apariencia que con el ser y el carácter, más con la percepción que con intercambios honestos y encuentros reales.

El evangelismo por los medios facilita aún más hacer de la fe una proyección idealizada que en el caso de encuentros personales, porque el medio —la TV, la radio, los medios sociales, etc.— interfiere entre las personas. Podemos mantener una distancia entre la experiencia espiritual iluminada y de buen aspecto y la experiencia de fe real que se percibe a simple vista.

En busca de autenticidad 

En el centro de esto parece estar nuestro temor al rechazo individual, colectivo y como comunidad de fe. Por ello, enfocarse en la perfección divina, la Ley y las verdades universales de Dios, y en creencias y principios, puede funcionar como distractor conveniente o aun excusarnos de enfrentar, aceptar y compartir nuestras propias imperfecciones.

El objetivo de compartir la fe, sin embargo, no es convencer a otros que el portador es bueno y digno, sino que Dios es bueno, bondadoso y misericordioso. En él las personas hallan aceptación, perdón y vida.

Cuando Jacob escapaba hacia el este, Dios se le reveló como su Salvador y lo bendijo. Dios no lo hizo por quién era Jacob, sino a pesar de él. Jacob deseaba la bendición, pero no la merecía; la recibió como resultado de quién es Dios (Gén. 28:10-12).

Estas consideraciones no son solo relevantes para los profesionales de ministerios de medios. En el «universo de medios sociales», donde hay una avalancha constante de palabras, imágenes y videos, miles de millones de personas experimentan la tensión entre lo real y lo que presentan los medios. Vivimos en la «tierra santa de las seles». Aun así, la pregunta fundamental «¿Quién soy?» es para muchos una apremiante cuestión existencial, y un tema que necesitamos enfrentar. Es una pregunta difícil determinar si la suma de lo que compartimos con todo el mundo en diversas plataformas sociales refleja en último término una identidad irreal, mejorada y exagerada. ¿O será que permitimos que los demás vean una visión más exacta y realista de quiénes somos?

Después de veinte años, Jacob decidió regresar a su hogar. Con gran temor y turbación, se preparó para encontrarse con su hermano Esaú. En la noche, surgió una pelea inesperada entre Jacob y un extraño, que resultó no ser humano. En medio de su lucha Jacob dijo: «No te dejaré  si no me bendices». ¿Aún no estaba seguro después de todos esos años?

«¿Cuál es tu nombre?», le preguntó el extraño. Supongo que Jacob se sorprendió mucho de que su contrincante le hiciera la misma pregunta que su padre le había formulado veinte años antes.

¿Quién eres?

¿Pretendería Jacob ser otra persona para que lo bendijeran? ¿O sería honesto esta vez, más allá de las consecuencias?

—Jacob –respondió él.

Finalmente sintió el valor de ser él mismo: Jacob, el que se aferra del talón, el engañador.

La fe siempre es personal, relacional y se expresa en nuestra vida. La fe abarca todo nuestro ser. Compartir la fe y la vida de manera plena requiere compartir lo bueno y lo malo, nuestros éxitos y fracasos, nuestras luchas y desafíos, como así también nuestro amor y quebrantamiento. La Biblia no teme la vulnerabilidad. Los autores de la Biblia compartieron abierta y transparentemente «toda» la historia y no solo los episodios más pulcros.

Durante ese encuentro inesperado con Dios, Jacob tuvo que confrontarse a sí mismo. Decidió admitir quién era. ¿Nos atrevemos a caminar por ese sendero, haciéndonos vulnerables para que otros puedan vernos? El amor, la bondad y la gracia divinas crearon un espacio seguro y redentor para Jacob. Dios es fiel, y nos brinda un espacio similar.

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

  1. ¿Por qué es tan difícil ser real y mostrar quiénes verdaderamente somos?
  2. ¿Cuál es la relación entre el consumo de medios y la presentación que estos hacen de la realidad?
  3. ¿Qué podemos hacer para que la siguiente generación de adventistas se relacione con los medios de una manera saludable?

Autor: Klaus Popa es gerente general de Stimme der Hoffnung, el centro europeo de medios de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

NOTAS

1  Los expertos de promoción y publicidad prueban todos los días que sonrisas perfectas, cuerpos perfectos, playas perfectas y puestas de sol perfectas logran vender de todo: pasta dental, bebidas gaseosas, automóviles y mucho más.

2 El apóstol Pablo declaró: «De manera que la Ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno» (Rom. 7:12).

 

Revista Adventista de España