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Nota del Editor: Este artículo es parte de una serie de artículos históricos publicados este año marcando el 150 aniversario de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Aunque John Nevins Andrews se le reconoce correctamente como el primer misionero Adventista del Séptimo Día acreditado en el extranjero, la predicación del mensaje Adventista en Europa en realidad tuvo lugar una década antes de su llegada en 1874 a Suiza.

Michael Czechowski, un ex-sacerdote católico romano de Polonia, pidió ser enviado a su continente nativo para difundir su nueva fe que precede a la segunda venida de Jesús. Los dirigentes de la Iglesia Adventista, inseguros de su fiabilidad y honestidad, rechazaron su petición. De cualquier modo, y por extraño que parezca, marchó y se convirtió en el primer misionero de ultramar para la denominación naciente, mediante la validación de sus sospechas.

Czechowski, quien abandonó a su esposa e hijos, más tarde se ganó el patrocinio de la denominación Iglesia Cristiana Adviento –el principal grupo de Adventistas guardadores del domingo. Teniendo pagado el pasaje, ignoró las enseñanzas de sus patrocinadores en cuanto llegó a Europa en 1864, y procedió a enseñar el mensaje de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, ganando conversos por todo el continente, incluyendo Suiza, Hungría, Italia y Rumanía.

Con una estructura eclesiástica recientemente creada, comenzó la expansión del mensaje Adventista fuera de los Estados Unidos. Pero esto fue muchos años antes de que la Iglesia Adventista se comprometiese de todo corazón con la misión fuera de Estados Unidos.

En la sede de la iglesia –con base en el estado de Michigan, USA– se extendió el debate sobre el significado del llamado de Jesús en el Evangelio de Marcos “id a todo el mundo”. La mayoría de los 3.500 miembros de iglesia en 1863, pensaron que con alcanzar a las diversas poblaciones inmigrantes en América sería suficiente, sugiriendo que aquellos inmigrantes convertirían a sus amigos y familiares en su madre patria.

El Congreso de la Asociación General en 1871 aprobó una resolución para enviar al “Hermano Matteson como misionero a los daneses y noruegos” … en el cercano estado de Wisconsin.

“No fue el mejor momento de nuestra iglesia”

No fue el mejor momento de nuestra iglesia, según indica el historiador adventista David Trim, director de la Oficina de archivos, Estadísticas e Investigación en la sede mundial de la iglesia.

Mientras tanto, en Europa, algunos de los seguidores de Czechowski descubrieron accidentalmente una revista adventista entre sus documentos descubriendo, para su sorpresa, que no eran los únicos adventistas en el mundo. Los adventistas en Estados Unidos, que aún discutían sobre la viabilidad de llevar sus enseñanzas más allá de sus fronteras, también estaban desconcertados. Los adventistas en América se sintieron avergonzados al saber que ya había creyentes adventistas en Europa.

El descubrimiento mutuo llevó a los adventistas americanos a invitar a un representante suizo al Congreso de la Asociación General de 1869. Llegó tarde, pero pasó un año entero en Estados Unidos aprendiendo las creencias adventistas a fondo antes de regresar a su hogar como ministro ordenado.

En aquel congreso de 1869, de cualquier modo, el establecimiento de una sociedad misionera fue el paso clave para desencadenar un proceso que duró dos décadas en revertir la mentalidad de la iglesia hacia la misión. La transformación fue impulsada por la audacia del pequeño grupo de creyentes que pensó que de hecho, podrían alcanzar al mundo, y aún de forma más importante, el hecho de la formación del liderazgo de la iglesia, compuesto cada vez más por ex-misioneros.

La co-fundadora de la Iglesia Adventista, Elena White, más tarde puso por escrito sus más intensos llamados a favor de la misión en ultramar tras pasar un tiempo ella misma en Europa en la década de 1880 y en Australia en la década de 1890.

En 1901, ella declaró en el Congreso de la Asociación General: “La viña incluye el mundo entero, y cada parte del mismo debe ser trabajada.”

Aquel mismo año, Arthur G. Daniells se convirtió en el primer misionero elegido como presidente de la Iglesia Adventista, habiendo servido en Nueva Zelanda y Australia durante 15 años.

Según Trim, la historia de la Iglesia Adventista es extraordinaria al “ver cómo nuestros pioneros cambiaron su mentalidad siendo un grupo pequeño. La confianza de este pequeño grupo al pensar que podían alcanzar a todo el mundo es asombrosa.”

Se puede seguir el patrón para la misión de ultramar yendo hacia atrás en el tiempo, al momento en que la iglesia se expandió a la costa Oeste de los Estados Unidos. Esto fue en 1868, un año antes del hito que centró la atención en la misión durante el Congreso de la Asociación General, en el que los dirigentes respondieron a una petición para enviar a un ministro en el lejano estado de California. John N. Loughborough y D. T. Bordeau aceptaron el llamado y trabajaron en la construccón de lo que se convertiría en la receta para poder entrar en nuevas áreas –ganar un seguimiento suficiente y entonces, establecer una imprenta, una revista y una instalación médica.

El año 1874 fue otro momento clave para la misión –el viudo Andrews, un ex-presidente de la Iglesia Adventista, llevó a sus dos hijos a Europa como el primer misionero oficial, y la denominación estableció su primer periódico misionero, “True Mission”. También se establecó la Universidad de Battle Creek en Michigan para formar a ministros en la obra tanto en Estados Unidos como fuera.

En 1910 un constante flujo de misioneros salía de Estados unidos –los campos misioneros antes de la década de 1880 estaba uniéndose a los Estados Unidos como nuevas patrias adventistas. Los alemanes se responsabilizaron de Egipto, el Imperio Otomano y Rusia, los suizos se responsabilizaron de Etiopía, los británicos por África Occidental y Oriental, y los australianos por el Sureste asiático y el Pacífico Sur. Jamaica, también envió misioneros, uno de ellos, C. E. F. Thompson, fue a Ghana.

Una nueva publicación, “Informe Misionero”, se estableció en 1912, contando historias de las familias misioneras, incluyendo a los Stahls en Sur América, Gustav Perk en Rusia, los Robinsons en Sur África, y otros que dejaron los Estados Unidos sabiendo que podrían no volver nunca.

William A. Spicer, quien fue nombrado presidente de la iglesia después de Daniells y que había servido como misionero en la India, publicó sus pensamientos sobre la misión en el libro de 1921: “Nuestra historia de Misiones, Universidades y Academias”. Misión “no es algo añadido al trabajo regular de la iglesia. El trabajo de Dios es único, el amplio mundo … Llevar el mensaje de salvación a todas las gentes … es la aspiración de cada conferencia, cada iglesia, cada creyente.”

Imagen: De Izda. a Dcha.: Michael Czechowski; John Nevins Andrews; Ana y Fernando Stahl; William A. Spicer / Archivo Asociación General.

Revista Adventista de España