Tras la primera carta a los Corintios, hizo falta una segunda carta… que trascendiera épocas.
Me dirijo de nuevo a la iglesia Adventista en España.
Recientemente, para comenzar el año, compartía con mis queridos hermanos y hermanas algunos pensamientos respecto a la primera carta que Pablo escribió a los Corintios.
Pero…
Hizo falta una carta más. El pastor escribe a la iglesia con la esperanza que los hermanos en Corinto cambien de actitud y acepten la corrección (2ª de Corintios 13:7). Su anhelo es que la iglesia en esa localidad haga lo correcto antes de su llegada para no tener que tratarlos con severidad cuando finalmente pase por allí (2ª de Corintios 13:7-10)
Según él mismo expresa, sintió gran dificultad para escribir la primera carta, ya que lo hizo con gran angustia, con el corazón afligido y muchas lágrimas. No tenía la intención de causar tristeza a su amada iglesia, pero necesitaba evidenciar cuánto amor sentía por ella (2ª de Corintios 2:4).
Tardó en recibir noticias de parte de los corintios. Fue angustioso para Pablo todo aquel tiempo de espera, pero finalmente supo por Tito que la carta había tenido un impacto positivo en la iglesia. El Espíritu había llevado a la iglesia a un profundo arrepentimiento (2ª de Corintios 7:10). Las noticias llenaron de felicidad al viejo apóstol (2ª de Corintios 7:7), pero esa alegría duraría poco.
Obreros engañosos
Lamentablemente en Corinto hay quienes andan buscando la oportunidad de jactarse de que su trabajo es igual que el de los apóstoles (2ª de Corintios 11:12). Pablo dedica mucho tiempo a pensar en la influencia de estos charlatanes que predican para provecho personal (2ª de Corintios 2:17). Son personas que presumen de tener ministerios espectaculares sin tener corazones sinceros (2ª de Corintios 5:12).
Sin tapujos, Pablo afirma que estos obreros engañosos (2ª de Corintios 11:14) usan el razonamiento humano para promover argumentos falsos y arrogantes (2ª de Corintios 10:4-5). Con cierto sarcasmo, el apóstol los llama «superapóstoles» por el impacto y la ascendencia que están teniendo en la mente de los corintios, a pesar de presentar a un Jesús diferente, ser dirigidos por un Espíritu distinto y predicar un Evangelio extraño (2ª de Corintios 11:4-5).
Pablo ha celebrado la reacción de sus hermanos queridos a la primera carta, pero la alegría da paso a la angustia pastoral. No sabe demasiado bien por qué, -según dice-, cuanto más los ama, menos lo aman ellos a él (2ª de Corintios 12:15).
Palabras de consuelo
Aferrándose al consuelo que recibe del Señor, Pablo toma la pluma para consolar y animar a sus confundidos hermanos. Les dice que ha habido momentos en los que ha temido perder la vida (2ª de Corintios 1:8), pero no dejando que las circunstancias definan su existencia, Pablo los anima a confiar en Aquel que cumple las promesas (2ª de Corintios 1:20). Esa confianza en Dios es la que le ha ayudado a él a sobrellevar persecuciones, traiciones y muchas acusaciones (2ª de Corintios 7:5).
Aunque algunos tienen ciego el entendimiento (Corintios 4:4). Pablo los anima a conocer la gloria de Dios reflejada en el rostro de Jesucristo (2ª de Corintios 4:6). Anima a su iglesia a acercarse diariamente a él con el rostro descubierto, es decir, sin filtros (2ª de Corintios 3:14-16).
Les recuerda que lo presente, por duro que sea, es pasajero, pero lo que se les ha prometido es eterno (Corintios 4:17-18). Está garantizado por el Espíritu que el cielo que anhelan algún día será realidad (2ª de Corintios 5:1-5) gracias al regalo que Dios nos ha hecho en Cristo: llegar a ser, sin merecerlo, nuevas criaturas (2ª de Corintios 5:17).
La emoción de una vida en Cristo
Pablo se emociona. Hablar de Jesús es lo más bonito que le ha pasado. Lleva años haciéndolo, pero pensar en la gracia lo conmueve. Dios hizo que Cristo, que nunca pecó, fuera la ofrenda por nuestro pecado, para que nosotros pudiéramos ser justificados por medio de él (2ª de Corintios 5:21). El corazón pastoral de Pablo se estremece… le asombra y le maravilla el amor de Dios expresado en la cruz.
Pablo comparte una promesa de Dios: «Viviré con ellos y caminaré entre ellos» Emocionado ante este futuro, Pablo escribe: «Queridos amigos, dado que tenemos estas promesas, limpiémonos de todo lo que pueda contaminar nuestro cuerpo o espíritu. Procuremos alcanzar una completa santidad porque tememos a Dios» (2ª de Corintios 6:16; 7:1). No hay nada que merezca tanto la pena en este mundo como para que nos perdamos la preciosa promesa de vivir cara a cara con Dios.
Todo pasa por Cristo. Vivir en relación con él sin perderlo de vista. El que siendo rico se hizo pobre para que por su pobreza fuéramos enriquecidos (2ª de Corintios 8:9) merece nuestra más sincera devoción. Él da sentido a la fe.
Plena dependencia de Dios
Pablo ve con dolor cómo ciertas influencias están causando ruptura a la pura y completa devoción que los corintios deberían tener por Cristo (2ª de Corintios 11:3). Él ha dedicado su vida a preparar a la iglesia como una novia pura para su único esposo, Cristo (2ª de Corintios 11:2), pero ahora teme que estos falsos ministros dejen un rastro de peleas, celos, enojos, egoísmo, calumnias, chismes, arrogancia y desorden (2ª de Corintios 12:20).
Frente a la arrogancia de estos falsos maestros, Pablo presenta sus credenciales: logros, luchas, méritos y peligros. Su historial es impresionante y, sin embargo, de lo único que presume, es de la gracia recibida (2ª de Corintios 1:12). No se presenta como alguien capacitado, sino como alguien que depende del Señor (2ª de Corintios 3:15). No predica de sí mismo, sino de Jesús (2ª de Corintios 4:5) porque se sabe débil a la vez que sabe que Dios lo hace fuerte precisamente en su debilidad (2ª de Corintios 12:9-10).
Termina su carta. Espera estar pronto allí. Desea que sus palabras tengan un efecto positivo y eterno en sus hermanos. Los ama. Los anima a alcanzar la madurez (2ª de Corintios 13:9, 11) a través del examen de conciencia, la alegría y el amor mutuo, lleno de paz y armonía (2ª de Corintios 13:11).
Escribe el punto final. Dobla el pergamino. Ora por el efecto que sus palabras tendrán en el corazón de los corintios, sin saber en ese momento que la carta viajará a través de los siglos, impactando a millones de personas que necesitan, como sus amados hermanos, mirar a Jesús y anhelar la eternidad prometida.
Dios nos ayude a ser de los que dicen ‘Amén’ a este mensaje de amor.
Autor: Óscar López, presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
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