La creencia de Daniel en un Dios que se preocupa por las demandas individuales le dio la capacidad de acercarse a Nabucodonosor.
Uno de los textos más extraordinarios de la Biblia es el capítulo 2 del libro de Daniel. A lo largo de los siglos, miles de personas se han maravillado de su exactitud profética. Los acontecimientos allí descritos ocurrieron tres años después de la llegada de Daniel y sus amigos a Babilonia. Era el segundo año del reinado de Nabucodonosor (Daniel 2:1). Durante ese período sucedió algo grandioso: el joven tuvo la oportunidad de presentarse ante el rey y hablar con él personalmente. Nabucodonosor fue un estadista visionario y emprendedor.
Solo podemos imaginar la grandeza de la ciudad, los palacios y los templos de Babilonia. Los descubrimientos arqueológicos muestran que la ciudad tenía 43 centros de culto y 900 lugares de culto. Pero uno de los edificios más magníficos de Babilonia fue el palacio de Nabucodonosor.
Imagínese a Daniel entrando a este palacio para hablar con el rey. Toda la pompa y belleza del ambiente no fueron suficientes para intimidar a este siervo de Dios. El contraste entre los dos hombres era enorme, y esto queda claro por la forma en que Daniel escribió el capítulo 2 de su libro. A menudo miramos este capítulo simplemente para explicar la sucesión de reinos presentados en la estatua del sueño de Nabucodonosor, pero una de las lecciones más profundas de este capítulo es la diferencia entre las actitudes de Daniel y Nabucodonosor.
El rey había tenido un sueño. La sociedad babilónica consideraba los sueños como mensajes divinos y en ocasiones los recopilaba en «libros de sueños». La gente solía pasar la noche en un templo para recibir estos mensajes. Por lo tanto, el rey tomó en serio el sueño y estaba «preocupado» por no tener una interpretación.
Llamó a los magos, a los hechiceros, a los hechiceros y a los sabios, y les dijo: «Tuve un sueño, y estaba turbado, queriendo saber qué era el sueño» (Daniel 2:3). Es probable que el rey hubiera olvidado el sueño. No sé si esto te ha pasado alguna vez. Me ha pasado varias veces: sé que soñé y sigo intentando recordar cuál fue el sueño. En nuestra cultura olvidar un sueño no es un gran problema. Sin embargo, según muchos pueblos antiguos, si un hombre olvidaba su sueño, significaba que su dios estaba enojado con él.
Los sabios de Babilonia admitieron su incapacidad para hacer lo que el rey pedía: «No hay mortal sobre la faz de la tierra que pueda hacer lo que el rey exige. Nunca hubo un rey, por grande y poderoso que fuera, que exigiera tal cosa a un mago, encantador o caldeo. Lo que el rey exige es difícil, y no hay quien pueda revelarlo delante del rey, sino los dioses, y estos no viven entre los mortales» (Daniel 2:10, 11). Ante esta respuesta, que en parte era correcta, el rey usó su poder y dijo que si no le daban respuesta, los magos serían despedazados, y sus casas quedarían reducidas a ruinas (Daniel 2:5).
Sabiduría con palabras
Vea lo interesantes que son los contrastes. Mientras el rey estaba perturbado (versículo 1), Daniel, cuando se enteró del decreto de muerte, habló cautelosamente con el jefe de la guardia del rey (versículo 14). Mientras el rey hablaba palabras de amenaza (versículo 5), Daniel usaba palabras de prudencia (versículo 14). El rey estaba enojado y furioso (versículo 12), Daniel pidió oración a sus amigos y agradeció a Dios por la respuesta (versículos 17-19). El rey decretó la muerte de todos los magos (versículo 13), Daniel intercedió por sus vidas (versículo 24). Nabucodonosor dio tres órdenes y emitió un decreto de muerte (versículos 3, 5, 8, 9, 12, 13), Daniel hizo tres peticiones y una oración (versículos 16, 18, 24, 20-23).
Por curioso que parezca, la explicación de tan gigantesco contraste entre estos dos hombres reside en las palabras de los hechiceros caldeos. Presentaban la creencia de la época, que podría resumirse así: «Sabemos que los dioses existen, pero están muy lejanos y no conviven con los mortales». Daniel y sus amigos también sabían que hay un Dios. Sin embargo, en su opinión, este Dios es una deidad personal que «revela misterios» a Sus siervos (versículo 28). La expresión «Dios en el cielo» se usa cuatro veces a lo largo del capítulo, y cada vez que aparece enfatiza la participación de Dios en la historia humana (versículos 18, 19, 37, 44). ¡Alabado sea Dios, porque Él se interesa e involucra en nuestra historia personal!
Fue esta visión, de un Dios cercano e interesado en los asuntos humanos, la que hizo que Daniel se convirtiera en un hombre de sabiduría y sentido común para afrontar la furia del rey. Creer en un Dios que escucha las oraciones hizo que Daniel confiara en la intercesión de sus amigos. Saber que Dios protege a sus hijos lo llevó a tener misericordia de los sabios que lo perseguirían.
Los detalles proféticos del capítulo 2 muestran que Dios tiene control de la historia humana y de las naciones, pero los detalles vistos arriba muestran que Dios también tiene control de las vidas, emociones y reacciones de aquellos que se someten a Él diariamente y permiten su vida personal.
Autor: Josanan Alves de Barros Júnior está formado en Teología. Es el actual director del departamento de Mayordomía Cristiana de la sede sudamericana de la Iglesia Adventista.
Publicación original: Herederos del reino x herederos de Babilonia