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El piadoso carácter de este profeta [Enoc] representa el estado de santidad que deben alcanzar todos los que serán “comprados de entre los de la tierra” (Apoc. 14:3) en el tiempo de la segunda venida de Cristo. En ese entonces, así como en el mundo antediluviano, prevalecerá la iniquidad. Siguiendo los impulsos de su corrupto corazón y las enseñanzas de una filosofía engañosa, el hombre se rebelará contra la autoridad del Cielo. Pero, así como Enoc, el pueblo de Dios buscará la pureza de corazón y la conformidad con la voluntad de su Señor, hasta que refleje la imagen de Cristo. Tal como lo hizo Enoc, anunciarán al mundo la segunda venida del Señor, y los juicios que merecerá la transgresión; y mediante su conversación y ejemplo santos condenarán los pecados de los impíos. Así como Enoc fue trasladado al cielo antes de la destrucción del mundo por el diluvio, así también los justos vivos serán traspuestos de la tierra antes de la destrucción por el fuego. (EGW. “Patriarcas y Profetas”, capítulo 6)

Hoy quiero pedirle a Dios que me haga como Enoc. Quiero ser:

  • Una persona santa. Ennoblecida y elevada por la comunión con Dios. Viviendo en compañerismo con el cielo.
  • De poderoso intelecto, para realizar obras admirables.
  • De carácter justo y que pueda enseñar lecciones de piedad.
  • Un testigo fiel y adorador sincero.
  • Una persona que ame y tema a Dios y guarde sus mandamientos.
  • Un depositario de la verdadera fe.
  • Alguien cuya confianza esté depositada en el Redentor que vendrá.
  • Una persona cuya meditación, de día y de noche, sea el infinito e inescrutable amor de Dios, manifestado mediante Cristo; y que con todo el fervor de mi alma trate de manifestar este amor a la gente entre la cual vivo.
  • Un ser humano decidido a  caminar con Dios, y que ese andar juntos sea una constante en mi existencia mientras cumplo con los deberes de mi vida diaria.
  • Un firme y constante siervo de Dios en el seno de la familia, y en mis relaciones, ya sea como esposo, esposa, padre, madre, o como amigo o ciudadana.
  • Alguien con un corazón en armonía con la voluntad de Dios.
  • Una persona cuya fe se fortalezca en la relación con Dios para que  Su amor se haga más ardiente a medida que pasen los años.
  • Un ser humano con una mente poderosa, bien cultivada, y con profundos conocimientos, basados en la Palabra de Dios.
  • Muy, muy humilde, por el hecho de estar en continua comunión con el cielo. Quiero reconocer constantemente la grandeza y perfección divinas.
  • Alguien para quien la oración sea el aliento del alma. Que pueda pasar suficiente tiempo en soledad, dedicándome a la meditación y a la oración. Y esperando ante el Señor, para obtener un conocimiento más claro de su voluntad a fin de cumplirla.
  • Una persona que pueda vivir en la misma atmósfera del cielo.
  • Un ser humano capaz de predicar de la justicia, dando a conocer lo que Dios ha revelado: el amor de Dios en Cristo, la necesidad de abandonar los malos caminos, el juicio sobre los transgresores…
  • Alguien que pueda condenar el pecado, pero no al pecador. Capaz de expresiones llenas de amor, compasión, súplica y verdad.
  • Un mensajero del Señor, con el poder de Dios obrando en mí. Y que este poder puedan sentirlo quienes me escuchen.
  • Un ser humano cuya oración se eleve más constante y fervorosa, cuanto más intensas y urgentes sean sus labores.
  • Una persona cuya sed y hambre se sacien de la divina sabiduría que sólo Dios puede dar, para mantenerme así en comunión con Dios, reflejando más y más la imagen divina.
  • Alguien cuyo rostro radiante, sea semejante a la luz que resplandece en el rostro de Jesús.
  • Un testigo de la fe, que persevere en los caminos de Dios.
  • Un ser humano cuya meta sea tener la aprobación de Dios, y continuar fielmente la lucha hasta que Él nos lleve de este mundo de pecado al gozo puro del cielo.
  • Una persona cuyo deseo sea acumular tesoros eternos, no acumular oro o plata, o adquirir bienes terrenales sin medida.
  • Alguien cuya mente, corazón y conversación esté centrada en lo celestial.
  • Un ser humano que busque la pureza de su alma, en su relación diaria con Cristo, para poder estar en armonía con el Cielo.
  • Alguien cuyo andar en esta tierra sea continuamente con Dios y pueda seguir haciéndolo en la Tierra Nueva.

 

Eunice Laveda. Miembro de la Iglesia Adventista del 7º Día de Castellón. 

Foto: Priscilla Du Preez en Unsplash

Revista Adventista de España