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Me siento triste. No es tanto la despedida en sí, sino todo lo que me ha hecho pensar el precoz adiós de Beniamin. No conocía a Beni. La primera vez que tengo constancia de haberlo visto fue el 15 de diciembre del año pasado cuando, junto a los pastores Stefan Albu y Richard Ruszuly fuimos al Hospital Universitario la Princesa para orar por un joven que llevaba ingresado con un pronóstico grave desde el mes de agosto del mismo año.

Cuando llegamos a aquella habitación no pude ver el rostro sonriente que acompaña a este escrito. El hombre al que yo visité estaba muy enfermo. Y muy triste. Su mirada quedará grabada en mi memoria para siempre. En aquellos ojos suplicantes percibí los ruegos de todos aquellos enfermos que constantemente fueron al encuentro de Jesús para que él los liberase de la enfermedad.

Demasiado pronto

Gabriel Beniamin Tecu nació en Rumanía un 17 de agosto de 1980 y ha pasado al descanso en Madrid un 17 de enero del 2021. Hoy duerme en Jesús en el cementerio de Coslada donde, junto a otros hermanos que allí también descansan, se levantará en la mañana gloriosa de la resurrección.

Los padres de Beni, Titu y Verónica Tecu, junto a su hermano Bujorel y su hermana Magda (en conexión desde Estados Unidos), han recibido el cariño de familiares, amigos y hermanos de la iglesia de Emaús.

Primero ha sido en el Tanatorio de San Fernando. Un servicio fúnebre marcado por las normas relacionadas con el Covid y en el que hemos podido cantar, orar y celebrar la esperanza que nos une y que Beniamin abrazó hasta el final. Después, ya en Coslada, hemos vuelto a elevar nuestra mirada al cielo entre cantos, oraciones y una bella meditación de mi hermano, el pastor Richard Ruszuly. Todos abrazamos sin abrazar. Lloramos sin desesperar.

Tierra extraña

Lamentablemente no es el primer funeral al que asisto. Probablemente tampoco será el último. Pero hoy, al despedirnos de nuestro joven hermano, mis pensamientos han ido más allá.

Al ver a mis cansados y envejecidos hermanos rumanos, mi mente ha repetido las palabras del famoso salmo 137: “Allí nos sentábamos y llorábamos acordándonos de Sion. Sobre los sauces, en medio de ella, colgamos nuestras arpas… ¿Cómo cantaremos un cántico del Señor en tierra de extraños?” (137:1-4).

No, no estoy comparando a España con Babilonia. A algunos les gustaría que lo hiciera, pero no es el objetivo de mi testimonio hoy. Tampoco estoy diciendo que los rumanos hayan sido cautivos en nuestro país, pero la tristeza de aquellos cautivos es la tristeza de mis queridos hermanos que lloran por los que ya no están.

Hombres y mujeres que dejaron la Rumanía rural para instalarse en la España secular. Sus músicas, sus costumbres, su comida, sus conservas… de las iglesias pequeñas donde todos se conocían desde pequeños o donde eran todos primos, tíos o sobrinos, a las grandes comunidades “rumanas” donde han tenido que aprender, adaptarse, cambiar… Vinieron a trabajar y lo hicieron. En España, los rumanos se han convertido en sinónimo de reformas y construcción. De la preciosa Rumanía a [la ni mucho menos bonita] Coslada (y sé de lo que hablo, que vivimos a 100 metros de los Tecu, en el corazón de Coslada, que en el pasado llegó a ser conocida como la Little Romania).

Sumando al adventismo español

Hermanos y hermanas fieles. Adventistas por tradición y adventistas de corazón. Nos han aportado su música, su fidelidad, sus proyectos misioneros y su esfuerzo constante por mantener a sus hijos en los caminos de Dios tal y como ellos han sabido hacerlo. Como en cualquier relación, llegas a quererlos cuanto más te relacionas con ellos. Hoy puedo decir que hay rumanos y rumanas que son familia para mí. Hermanos y hermanas de verdad.

Hoy los miraba. No sabía muy bien qué decir. Como presidente de la iglesia adventista en España, se supone que uno tiene que tener siempre la palabra lista en la boca, pero hoy ha sido más complicado que en otras ocasiones. En nombre de todos los adventistas de España, he pedido a Dios que me usara junto a mis compañeros para transmitir un mensaje de consuelo, esperanza y paz. Sin embargo, más allá de mi labor presidencial, mi corazón ha sentido el dolor del papá y la mamá.

Los padres no tendrían que enterrar a sus hijos. Titu y Verónica no vinieron a España para despedirse de Beni tras una fría lápida en Coslada. Vinieron para ofrecer a sus hijos nuevas oportunidades, nuevos horizontes y comodidades que ellos no tuvieron. Sueños que hoy son menos dulces. Ilusiones que hoy son llanto y que solo Jesús podrá volver a convertir en gozo.

Este es el mensaje

Ya lo hemos dicho hoy, pero lo repito: todos estamos de paso. Somos, como todos los que han creído, “extranjeros y peregrinos sobre la tierra” (Hebreos 11:13). Si somos de Cristo, no somos del mundo (Juan 17:14, 16). Estamos en el mundo y por ello estamos sujetos a los males que gobiernan y someten a todos, pero Jesús promete: “Yo vengo pronto” (Apocalipsis 3:11; 22:12).

Frente al dolor, la esperanza. Frente a la muerte, la resurrección. Frente a la enfermedad, la promesa.

Dios es bueno. Por su gracia, la muerte es un enemigo derrotado que no podrá retener ni a Beni ni a todos aquellos que ya descansan y descansen a partir de ahora en el Señor.

Que sea Pablo quien termine esta reflexión: “Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1ª Tesalonicenses 4:18).

Amén.

Autor: Óscar López, presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España. 

 

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Revista Adventista de España