Lección 9 para el 4 de marzo de 2023: “GUÁRDENSE DE TODA AVARICIA”.
Codiciar es desear con ansia, riquezas u otras cosas.
El décimo mandamiento prohíbe expresamente codiciar lo que no nos pertenece. Pablo añade que la avaricia (una clara forma de codicia) es idolatría y, por tanto, el avaro transgrede el segundo mandamiento (Col. 3:5).
Es, pues, importante conocer el origen de la avaricia; evitar caer en los ejemplos de personas que se dejaron llevar por ella; y, sobre todo, cómo poder vencerla.
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El origen de la avaricia.
- Lucifer llegó a codiciar la adoración que solo debe darse al Creador, e incluso codició el mismo trono de Dios (Is. 14:12-14).
- Posteriormente, se las ingenió para conseguir que Eva cayese también en el mismo pecado, y codiciase lo único que Dios le había vedado: el árbol de la ciencia del bien y del mal (Gn. 3:6).
- De esta forma, la codicia ha llegado a ser parte de nuestra naturaleza pecaminosa.
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Ejemplos de codicia:
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Acán.
- La palabra hebrea para `codiciar´ [châmad o chemdâh] no implica necesariamente algo malo. Puede traducirse como hermoso; deseable; deleitoso; bueno; amado; placentero; y, por supuesto, codiciable.
- Por ejemplo, se usa para hablar de Daniel como «muy amado» (Dn. 9:23); o se aplica al mismo Jesús como el «Deseado» (Hag. 2:7).
- El problema surge, como en el caso de Acán, cuando deseamos lo que no nos pertenece (el anatema).
- La codicia de Acán no solo fue su propia ruina, sino que afectó a toda su familia, y provocó la muerte de treinta y seis hombres (Jos. 7:5, 10-11, 15, 24-26).
- Judas codiciaba algo bueno: estar cerca de Jesús; llegar a ser como Él es; predicar las buenas nuevas de salvación…
- Sin embargo, había en él un mal rasgo de carácter que nunca consiguió abandonar: la avaricia.
- Su avaricia le llevó al hurto, a la traición y, finalmente, al suicidio (Jn. 12:6; Mt. 26:15; 27:5).
- Pero Judas no estaba destinado a tan triste fin. Al igual que nosotros, podría haberse asido del poder de Jesús para transformar el corazón. Su historia hubiese sido totalmente distinta.
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Ananías y Safira.
- Animados por el ejemplo de Bernabé (Hch. 4:36-37), Ananías y Safira prometieron a Dios entregarle el importe de la venta de una heredad.
- Hasta ahí, todo perfecto. El problema vino cuando tuvieron en su mano el importe de la venta. Pensaron: mucho dinero para dárselo a la iglesia; mejor quedarse con parte; de todos modos, nadie se va a enterar del precio real de la venta; así nos mirarán con el mismo respeto que a Bernabé.
- El pecado nubla nuestra mente. ¿Acaso Dios no sabría el precio de la venta? ¿Puede alguien robar a Dios y quedar impune? Su codicia fue su perdición.
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Cómo vencer la avaricia o la codicia.
- ¿Qué podemos hacer cuando nos sentimos tentados por una codicia o avaricia pecaminosa?
- Recordar que Dios es poderoso para librarnos de la tentación (1Co. 10:13)
- Orar para que Dios cambie nuestros pensamientos y sentimientos de modo que no sigamos siendo tentados (Lc. 11:4; 2P. 2:9)
- Tomar la decisión de confiar en Dios, y contentarnos con lo que Él nos da (1 Tim. 6:6-8; Pr. 30:7-9)
- Atesorar los consejos que Dios nos da en su Palabra: «En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti». (Sal. 119:11)
- ¿Qué podemos hacer cuando nos sentimos tentados por una codicia o avaricia pecaminosa?
Para meditar:
«Si permitimos que nuestra mente se espacie más en Cristo y en el mundo celestial, encontraremos un poderoso estímulo y un sostén para luchar las batallas del Señor. El orgullo y el amor del mundo perderán su poder mientras contemplamos las glorias de aquella tierra mejor que tan pronto ha de ser nuestro hogar. Frente a la hermosura de Cristo, todas las atracciones terrenales parecerán de poco valor». (Elena G. White, Consejos para la iglesia, pg. 101).
Autor: Sergio Fustero, miembro de la Iglesia Adventista del 7º Día en Castellón. Responsable, junto con su esposa Eunice Laveda, de la web de recursos para la E.S. Fustero.es
Imagen: Librito oficial de Escuela Sabática