Son posiblemente las dos palabras que más hemos repetido desde que el reloj marcó la doceava campanada y nos anunciaba la llegada del 2020. “¡Feliz año!” repetimos una y otra vez a todos los que se cruzan en nuestro camino. Algunos seguirán expresando este deseo hasta el mes de febrero, mientras que otros, irán dando paso a otras expresiones menos manidas para desear, de todas formas, paz, prosperidad y amor a un mundo que realmente lo necesita.
Hemos alcanzado una nueva década. Ya estamos en el 2020, un año que suena a película de ciencia ficción, de esas que nos anuncian un final del mundo apocalíptico y catastrófico para la humanidad.
Por mi parte, sé cómo acabé el 2019 y también sé cómo me gustaría acabar el 2020. Si el Señor no hubiera de venir todavía en los próximos doce meses y, si todavía no hubiera de recibir a lo largo de este año el llamado al descanso (Fil.1:23), sé que es lo que me gustaría vivir a lo largo de este año. Quiero ser victorioso en Cristo Jesús. Quiero vivir el encuentro con la misericordia de Dios y “mirar victorioso la derrota de mis enemigos” (Slm.59:10).
Vencedores en Cristo
Como Pablo, estoy harto de vivir la lucha contra la carne y ver que “no pongo por obra lo que quiero, sino que lo que odio, eso es lo que hago” (Rom.7:15). “Soy carnal, vendido al poder del pecado” (Rom.7:14), pero en Cristo quiero dejar de serlo. Quiero ser espiritual, vencedor, poderoso en el espíritu. Me gusta como lo escribe el propio apóstol en estas conocidas palabras: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal.2:20).
Soy carnal, pero lo que vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios. Creo en Él. Me refugio en Él. Le pido que me santifique por completo, que no cese de obrar en mí de tal forma que “el que empezó en mí la buena obra, la pueda acabar” (Fil.1:6). Quiero exclamar: “¡Gracias doy a Dios por Jesucristo, mi Señor!” (Rom.7:25) Quiero estar más cerca de él, conocerlo mejor, permanecer en su amor y tener la mente de Cristo para soportar la tentación y vencer en Él al pecado.
Cada día, su afán
Me fascina saber que Jesús me pide que no me afane “por el día de mañana” (Mt.6:34). Mañana ya me traerá “su propio mal”. A lo largo del año hay muchos “mañanas”, pero escucho a Jesús: “Busca primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás te será añadido” (v.33). Cada día, un encuentro. Un refugio en Cristo. Un día de victoria. Cada día.
Quiero aprender a vivir el día a día de tal forma que Dios traiga a mi corazón sabiduría (Slm.90:12) y me libere de la esclavitud que se ha enseñoreado sobre mí durante demasiado tiempo.
Acabamos de comenzar el año. Te deseo lo mejor en el Señor. Permite que Él haga en ti lo que desea hacer y disfruta de su presencia todos los días hasta que el Espíritu reproduzca en ti el carácter lleno de amor del Hijo de Dios.
Autor: Óscar López, presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
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