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exhortación«No reprendas con dureza al anciano, si no exhórtalo como a un padre; a los más jóvenes, como a hermanos. A las ancianas, como a madres; a las más jóvenes, con toda pureza, como a hermanas». (1 Timoteo 5: 1-2)

Una de las labores espirituales de los responsables de las iglesias consiste en orientar a las personas a tomar decisiones sabias que las acerquen a la obediencia de los mandamientos. La Biblia es un libro con muchos consejos e indicaciones acerca de una vida correcta y plena delante de Dios. Y aunque la Biblia sea leída en las iglesias o en los hogares, la aplicación del pasaje a la realidad de la vida misma, y la interpretación de sus enseñanzas, lleva su proceso lento.

La Palabra de Dios tiene fuerza para reprender y corregir. Al pastor se le pide exhortar de varias formas, según las circunstancias y la edad de cada persona. Todos nos equivocamos al alejarnos de Dios y de su gracia. Una reprensión directa y frontal puede alejar más al caído en la desobediencia y llevarlo más a la rebeldía que a la gracia salvadora de Cristo.

Como ministros del Señor se nos pide optar por la vía de la exhortación, que es la vía de la prudencia y de la sabia administración de los consejos. La diferencia entre la reprensión y la exhortación es mínima, pero está dentro del pensamiento divino al tratar con los que yerran. La reprensión corrige, extendiendo la mano y levantando al que está caído en sus errores. A veces, es nuestro deber hacerlo con mucha paciencia y amor. Más amor y más gracia. Pero, debemos reconocer que es una tarea sensible y problemática si no se conocen todos los aspectos de la situación, y el propio estado espiritual de la persona.

Los pasos de la reprensión cristiana

Para mí, la reprensión siempre debe seguir los pasos que nuestro Maestro estableció en los evangelios al tratar con los que ya no tienen interés en las cosas de Dios.

  1. La entrevista personal como primer paso a tratar un asunto delicado.
  2. Luego, la búsqueda de una persona que te acompañe y anime, juntamente contigo, al que sigue en sus caminos erróneos, para que la esperanza renazca en la persona.
  3. Y si no queda otra opción, comunicar a la congregación la situación de la pérdida de fe del hermano con la esperanza de que haya posibilidad de recuperación. La oración

Siempre debemos ir en la línea de buscar con esperanza al que se está alejando del redil de paz. Aunque cueste, y aunque falte amabilidad y simpatía de parte de los que visitamos, debemos mirar con esperanza la posibilidad de un cambio vital.

La exhortación

La exhortación es la alternativa frente a los desafíos correccionales que debemos implementar en las congregaciones. Esta siempre debe tener en cuenta el contexto en el que se halla una persona. Usar la vía de la exhortación es lo más sabio para ganar y acercar a los que ya están muertos en sus pecados. La reprensión nos traerá más resistencia a no ser que la persona esté todavía interesada en las cosas espirituales. Sí, podemos reprender, a los que tienen madurez espiritual. Pero no tiene sentido reprender a los que ya no viven en Cristo y no obedecen sus mandamientos. Debemos saber a quién reprender y a quién exhortar.

Los que formamos la iglesia somos una gran familia, una comunidad con lazos de fe, renacidos por el agua del bautismo y el Espíritu Santo a una nueva visión. El enfoque de la reprensión cambia cuando admitimos que somos familia, con padres, madres, hermanos y hermanas. Establezcamos el principio del cuidado de la congregación admitiendo que somos una familia. No hay familias perfectas, pero buscamos convivir y salir adelante.

Si vemos a alguien de nuestra familia espiritual caído y alejado de las cosas de Dios, llevémosle exhortación fraternal. Pasemos noches de oración y lágrimas por la recuperación de esas personas. Hagamos círculos de amor alrededor de esas almas débiles.

Aconsejémosles con amor

Lo que se espera de nosotros, como su familia espiritual, es decirles la verdad y aconsejarlos con amor. Ellos ya saben que están mal. A la mayoría le da vergüenza ir más a la iglesia y la conciencia todavía está reprendiéndoles; el Espíritu trabaja en sus mentes, y nosotros debemos unir nuestros esfuerzos en la recuperación de estas almas preciosas con la labor intensa de Dios para que vuelvan al redil.

Debemos parar de vez en cuando los motores de la acción exterior, para centrarnos en tantas almas que un día estuvieron con nosotros. Miremos y busquemos a la oveja perdida. Pongámosla sobre nuestros hombros. Hagamos fiesta cuando los hijos pródigos vuelvan a casa. No estemos pendientes de sus trapos inadecuados. Miremos un corazón que llora sin cesar por haber perdido la fe. Y que al volver a casa sientan que allí existe todavía un Padre amoroso que los espera con los brazos abiertos.

Consejos para tratar a los hermanos cuando se alejan

Te dejo estos sencillos consejos sobre cómo tratar a los que se equivocan:

  • Adapta tus consejos a las circunstancias de la persona.
  • No preguntes sobre el cómo de su error, sino sobre qué pasos puede dar para volver a Dios.
  • No olvides que tu sola presencia ya es un sermón de reprimenda. No hacen falta muchas palabras, sino mucho amor.

Y, por último, recuerda: hoy estás tú tratando de corregir… Mañana estarás tú en alguna falta. Oro al Señor para que estemos siempre firmes. Pero la vida da muchas vueltas. Necesitarás que alguien te eleve y acerque a Dios, porque tú no tendrás más fe ni poder para vivir la Verdad. Trata, entonces, a tu hermano con un espíritu de mansedumbre, sabiendo que todos tenemos nuestras luchas. Hoy unos estamos más fuertes. Mañana otros velarán por nosotros. Porque «con la medida que medimos seremos medidos» (Mateo 7:2).

«Debemos alcanzar una norma más elevada, o seremos indignos de llamarnos cristianos. Para salvar a los que yerran, debemos cultivar el espíritu con que Cristo trabajó. Ellos le son tan caros como nosotros. Son igualmente capaces de ser trofeos de su gracia y herederos del reino. Pero están expuestos a las trampas del astuto enemigo, expuestos al peligro y a la contaminación, y sin la gracia salvadora de Cristo, a la ruina segura. Si nosotros considerásemos este asunto en su debida luz, ¡cómo se vivificaría nuestro celo, se multiplicarían nuestros esfuerzos fervientes y abnegados, a fin de acercarnos a aquellos que necesitan nuestra ayuda, nuestras oraciones, nuestra simpatía y nuestro amor!» (Elena G. de White, Joyas de los Testimonios, tomo 2, página 248)

Con amor.

Autor: Richard Ruszuly, secretario ministerial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
Imagen: Foto de Liz Fitch en Unsplash 

2 Comments

  • Hola: En tu artículo escribiste “No estemos pendientes de sus trapos inadecuados.” refiriéndote a los hijos pródigos que llegan a casa; pero esto debió explicarse mejor, ya que en la actualidad, existe la mala teología de que las personas deben ser aceptadas tal cual están. Eso es engañoso y lleva a una ideología trivial sobre la indumentaria en general. En la parábola del hijo pródigo, el Padre si se fijó en “los trapos” que traía el hijo, también en sus pies. ¿Pero de que forma se fijo el Padre en la indumentaria del hijo pródigo? No lo hizo con desprecio, todo lo contrario, abrazó al hijo tal cual estaba, pero NO SE BRINCÓ indicar (lo cual conllevaba una lección correctiva para el hijo, independientemente de que el hijo ya había reflexionado sobre su propia condición). Entonces, la inducción “no estemos pendientes de sus trapos inadecuados” también es engañosa, y al mismo tiempo contradictoria, ya que a la letra dice “trapos inadecuados”. Entonces, ¿Son inadecuados o no son inadecuados? ¿Y si son inadecuados, por qué y en dónde son inadecuados?

    Escribo mi comentario considerando que se supone que esta abierto este medio para externar dudas y demás.

    • RICHARD RUSZULY dice:

      Apreciado José, antes que todo agradecerte por tu lectura. Mi referencia no es en torno a la vestimentas que uno pueda tener, aunque ese sería otro tema importante. Más bien, nos referimos a que todo lo que nosotros hacemos sin confiar en Cristo y en su méritos, inlcuso nuestros intentos de ser mejores y fracasamos a poco tiempo, todo esto es un trapo inadecuado frente a la esplendorosa ropa que Cristo nos entrega, su excelencia justicia, a la que nosotros no podemos añadir nada. Bendiciones sobre todos lo que acudan a Cristo mientras esté la puerta de la gracia abierta. Un abrazo.

Revista Adventista de España