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Razones para creer que el origen del mundo no tiene millones de años.

Uno de los debates más intensos lo protagonizan creacionistas y evolucionistas. Por un lado, los creacionistas creen que Dios trajo este planeta a la existencia en un período de seis días consecutivos de 24 horas (Gén. 1Éxo. 20:11Heb. 3:4Sal. 33:9). Por el otro, los evolucionistas piensan que todo llegó a existir por causas naturalistas, por azar.

Durante siglos el concepto de un Creador había sido aceptado en el mundo cristiano, pero con la aparición del “racionalismo” (siglos XVII y XVIII) la Biblia fue puesta en duda, especialmente los eventos sobrenaturales que trata, como la Creación. Con la publicación de El origen de las especies (1859), del naturalista Charles Darwin, el evolucionismo se adaptó a los nuevos descubrimientos científicos, y se aceptó como explicación válida para el origen de la vida, sin Dios. Tan inmensa fue su influencia, que algunos grupos religiosos tuvieron que cambiar su interpretación del Génesis, para adaptar la Evolución a su teología.

Sin embargo, no todos los científicos aceptan la Evolución. Muchos con altas credenciales en ciencias sostienen el Diseño Inteligente. A pesar de eso, los evolucionistas afirman que su teoría está demostrada científicamente, y que es tan cierta como la misma gravedad. Pero ¿es así?

Limitaciones de la teoría evolucionista

¿Es la Evolución tan cierta como la ley de la gravedad? No, porque mientras existe acuerdo científico respecto del tema de la gravedad, la Evolución es una teoría que se sigue debatiendo. Para que la Evolución sea científica, en el mismo sentido que la gravedad lo es, debe basarse en el método científico, que implica la observación sistemática y la experimentación directa. Pero esto es un problema para la Evolución, porque estos requisitos solo se pueden aplicar a fenómenos del presente, que puedan ser observados y replicados. En cambio, cuando la Evolución intenta explicar el origen de la vida, está hablando de supuestos del pasado, que nadie ha observado y que no se han repetido en ningún laboratorio.

Por tanto, la Evolución no puede ser considerada científica en el mismo sentido que lo es la gravedad, pues esta última es un fenómeno presente, que se puede someter a repetición experimental, mientras que la Evolución no. Los científicos pueden informarnos cómo funciona una célula, pero no pueden asegurarnos cómo llegó a existir. En este punto, los evolucionistas tienden a abandonar los límites de la ciencia experimental para compensar la falta de información con suposiciones; pero una presunción no es un hecho.

Una cuestión de fe

Aunque los evolucionistas presentan la Evolución como una teoría ya comprobada, es solo un intento conjetural de reconstrucción del pasado. Se basa en una ideología atea, que requiere mucha fe para aceptarla, porque nadie ha visto a una especie transformándose en otra, y tampoco existen fósiles en transición; los supuestos hombres-monos, o son fósiles de monos o de hombres, nada más. Pero lo más sorprendente es que, al no tener a Dios como el Originador de la vida, están forzados a creer en la absurda idea de que la vida surgió de materia inerte o sin vida. ¿Es esto razonable?

Mientras que los evolucionistas deben tener fe en sus teorías conjeturales, los creacionistas ejercen una fe basada en cuatro evidencias: (1) la naturaleza evidencia razonablemente la existencia de un Diseñador divino (Rom. 1:20); (2) la Biblia (2 Tim. 3:1617), que por medio de sus profecías testifica su origen divino; (3) la Persona de Jesús (Juan 1:114), cuya presencia en nuestro mundo está probada históricamente; y (4) la experiencia personal (Jer. 33:3), es decir, la forma en que Dios se revela en la vida de los creyentes.

Dios levantó a la Iglesia Adventista en 1844, unos años antes de la publicación del libro de Darwin (1859), con el fin de que antes de que llegue el fin le recuerde al mundo que él es el “que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (Apoc. 14:67). ¿Por qué? Porque cuando las personas lo reconocen como Creador, se enfrentan a la decisión de reconocerlo como Señor y Salvador personal (Rom. 10:89).

Autor: Cristhian Álvarez Zaldúa, doctor en teología y profesor de Teología Sistemática en la Universidad Adventista de Bolivia (UAB).

 

PUBLICACIÓN ORIGINAL: ¿Evolución comprobada? 

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