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En Jesús hallamos un fenómeno excepcionalmente interesante. En él se fusiona el mensaje y el profeta. Él fue la revelación más grande del Padre (Juan 14:9) y un gran profeta (Heb. 1:2), según lo reconocieron sus contemporáneos (Juan 6:14; Luc. 7:16, 17). «Señor –dijo la samaritana–, me doy cuenta de que tú eres profeta» (Juan 4:19).

Cristo no fue solo la revelación y el revelador, el mensaje y el mensajero, sino que también fue un gran intérprete de las Escrituras. Como profeta, transmitió mensajes directos del cielo, y de una manera tradicional, como de la escuela de los profetas, fue un gran exponente e intérprete de la Torá. Aun a temprana edad, dejó atónitos a los maestros de la ley, y «todos los que le oían se asombraban de su inteligencia y de sus respuestas» (Luc. 2:47). Su autoridad como exponente de las Escrituras fue reconocida por el pueblo de Israel (Mar. 1:22) y por los líderes religiosos de Jerusalén, quienes se dirigieron a él con el título de Maestro enviado por Dios (Juan 3:2).

Aunque Cristo no vino para cambiar la fuente de la revelación (la Ley) sino para cumplirla (Mat. 5:17), su misión consistió en dar el verdadero significado de las Escrituras a un pueblo que se había apartado tanto del método de interpretación correcta como de la verdadera práctica de la religión genuina. Por ello, Jesús contrastó constantemente los métodos de la interpretación contemporánea, respondiendo a «lo que se dijo» (vers. 27), o lo que entendían respecto de lo que se había dicho, con el «pero yo les digo» (vers. 28) de la verdadera interpretación profética.

Y dado que Cristo fue no solo un gran maestro y profeta sino también nuestro ejemplo en todo, haríamos bien en seguir sus principios de interpretación bíblica en nuestro propio estudio.

¿Delineó él sus principios de interpretación bíblica en alguno de sus discursos o enseñanzas? Un episodio poco antes de su ascensión al Padre celestial puede ayudarnos a extraer algunos de esos principios de interpretación. Unámonos a Jesús en este camino que nos lleva a descubrir el verdadero significado de la palabra profética. Caminemos junto con el a Emaús y permitamos que nos guíe a través de algunos principios de interpretación bíblica que iluminarán nuestra mente y harán arder nuestros corazones.

La hermenéutica de Jesús

En Lucas 24, mientras Jesús hablaba con dos desanimados discípulos que regresaban a Emaús, les presentó, en forma práctica y esquemática, varios principios de interpretación bíblica que él ya había dado a sus discípulos y seguidores a lo largo de su ministerio.

El relato nos cuenta que los dos discípulos caminaban sintiendo una profunda tristeza por la reciente muerte de Jesús, porque con su muerte, todas sus expectativas mesiánicas se habían desvanecido. Entonces Jesús se unió a ellos, aunque no lo reconocieron. Al escuchar de sus labios las razones del desánimo que sentían, replicó: «¡Qué torpes son ustedes […] y qué tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas! ¿Acaso no tenía que sufrir el Cristo estas cosas antes de entrar en su gloria? Entonces, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras» (Luc. 24:25-27).

De la respuesta de Jesús podemos extraer varios principios de interpretación profética:

  1. El principio canónico. Cristo no interpretó la veracidad de su misión mesiánica a la luz de la realidad del siglo I, y tampoco según la tradición judía o la filosofía griega, que eran las culturas predominantes de esa época. Por el contrario, usó «lo que se refería a él en todas las Escrituras» (vers. 27). Es decir, usó las Escrituras para interpretar la información bíblica; su propio papel como Mesías. De allí que la información que se necesita para interpretar la Biblia se encuentra en el canon mismo de las Escrituras. Las Escrituras son su propio intérprete.

Cristo mismo había establecido la supremacía de la Biblia sobre la tradición (Mat. 15:3-6), y otros escritores enfatizaron el hecho de que las Escrituras tienen preeminencia por sobre la filosofía humana (Col. 2:8), la razón humana (Prov. 14:12), y el así llamado conocimiento del mundo, del cual la ciencia podría incluso considerarse parte (1 Tim. 6:20).

El procedimiento científico básico requiere que nuestras presuposiciones hermenéuticas deriven de lo que tratamos de comprender. La dependencia de la filosofía para establecer las presuposiciones hermenéuticas teológicas implica un quiebre con el principio canónico. En lugar de seguir presuposiciones filosóficas, los principios de interpretación tienen que ser derivados de las Escrituras mismas para interpretar la información bíblica.

  1. El principio de la unidad de las Escrituras. En el primer artículo de esta serie aprendimos que aunque la Biblia fue escrita por muchos escritores a lo largo de muchos siglos, todas las Escrituras han sido inspiradas por el mismo Espíritu y son enteramente la Palabra de Dios. En ese sentido, existe una unidad y armonía cruciales entre sus partes (Mat. 5:17; 2 Tim. 3:16).

Cristo enfatizó ese principio ante esos discípulos en camino a Emaús, cuando, «comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras» (Luc. 24:27). Al referirse a Moisés (el Pentateuco) y «todos los profetas», Jesús usó en su explicación la Biblia hebrea, que era toda la Biblia conocida hasta entonces, enfatizando así este principio de la unidad de las Escrituras.

  1. El principio cristológico. Una razón por la que Jesús usó toda la Biblia hebrea para indicar «lo que se refería a él en todas las Escrituras» fue que todas las Escrituras «dan testimonio» de él (Juan 5:39). El Nuevo Testamento apoyó esta idea al describir a Cristo como el cumplimiento y la consumación de «las promesas hechas a los patriarcas» (Rom. 15:8), dado que «de él dan testimonio todos los profetas» (Hech. 10:43), y «todas las promesas que ha hecho Dios son “sí” en Cristo» (2 Cor. 1:20).
  2. El principio del propósito de salvación. Las Escrituras no fueron escritas solo para satisfacer la curiosidad intelectual; por ello, no deberíamos estudiarlas solo para ganar un debate o mostrar que tenemos la doctrina correcta. Al señalar que él era el cumplimiento de todas las promesas de las Escrituras, Cristo se presentó a sí mismo como el Cordero de Dios quien tiene poder para salvar. La revelación de su salvación es el propósito general de las Escrituras y es la idea interpretativa que fundamenta nuestro estudio.

Al usar los principios correctos de la interpretación profética, Jesús quería que los dos hombres en camino a Emaús superaran su desaliento espiritual y pasaran a regocijarse en la buena nueva de un Cristo resucitado que venció la muerte y brinda vida eterna. Jesús logró su objetivo, dado que, después del estudio bíblico, admitieron: «¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Luc. 24:32).

Al seguir esos principios establecidos por Cristo, no solo comprenderemos las verdades bíblicas, sino que también permitiremos que ilumine nuestros corazones con la salvación que las mismas Escrituras afirman que vino a darnos.

Sugerencias de oración

  1. Al dedicarse al estudio de la Biblia usando los principios de lectura de la Biblia dados por Jesús, ore para que el Espíritu Santo le revele vínculos entre pasajes de las Escrituras que brindan una comprensión piadosa.
  2. Ore para entender mejor la salvación, para que su significado crezca en su relación con Cristo.
  3. Pida al Espíritu Santo que le dé testimonio del valor de las Escrituras en su vida para que usted pueda compartirlo con los demás.

Autores: Marcos y Claudia Blanco. Han trabajado en el ministerio de las publicaciones adventistas durante casi veinte años. Marcos es pastor y gerente de redacción de la Asociación Casa Editora Sudamericana (ACES), mientras que Claudia es traductora independiente y ama de casa. Ambos son ávidos lectores de los escritos de Elena White, y han traducido y editado varios de sus libros al español. Los Blanco tiene dos hijos: Gabriel, de 15 años, y Julieta, de 13. Viven en Buenos Aires, Argentina.

ESPECIAL NIÑOS: Cómo entender el mensaje de un profeta

Gema para memorizar: «Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad» (2 Tim. 2:15).

Descifrar el código

¡Qué piedra extraña!, tiene que haber pensado Pierre. Era julio de 1799. Un hombre llamado Pierre-François Bouchard estaba ayudando a reconstruir un antiguo fuerte egipcio cerca del pueblo de Rosetta en Egipto. De pronto notó que algo salía del piso. Resultó ser un tremendo bloque de piedra. ¡Y tenía unas escrituras!

Más tarde, algunos comenzaron a estudiar la piedra negra de una tonelada, que contenía porciones de mensajes en tres idiomas o «escrituras» diferentes. La primera estaba en griego, la segunda en un idioma egipcio llamado demótico, y la tercera en jeroglíficos egipcios, un sistema de escritura basado en símbolos e imágenes que nadie entendía.

¡Los expertos estaban entusiasmados! Se dieron cuenta de que los tres idiomas tenían que estar contando la misma historia. Hasta entonces, nadie había descifrado ni podía entender esas antiguas palabras en imágenes. Pero ahora, al usar los primeros dos idiomas como la «clave del código», finalmente podrían comprender el significado de los jeroglíficos.

Les llevó tiempo descifrar toda la Piedra Rosetta, pero valió la pena. Gracias a ese descubrimiento, el «código» antiguo de jeroglíficos egipcios al fin quedó descifrado.

Así como las personas necesitaron la Piedra Rosetta para comprender los jeroglíficos, necesitamos la información correcta para comprender la profecía en forma correcta. Sin la información correcta para entender la profecía, terminaremos traduciendo en forma equivocada la palabra de verdad, o sea, la Biblia. Demasiadas personas se apartan de la Biblia cuando tratan de descifrar una profecía y terminan con interpretaciones realmente absurdas.

A continuación compartimos algunos consejos para mantenerte en el camino correcto al leer las profecías:

Ora siempre para que el Espíritu Santo te ayude a comprender el mensaje de un profeta. ¡Acepta toda la ayuda del cielo que sea posible!

Conoce tu Biblia. Aun si parece difícil descifrar una profecía, te ayudará conocer la idea general detrás del mensaje principal que da la Biblia sobre Dios: Él te ama y un día quiere llevarte al cielo. La Biblia es el fundamento que te ayudará a entender más y más a medida que crezcas.

Prueba con una Biblia para niños. Puede ayudarte a que el texto sea más fácil y tenga más sentido para ti.

Pide ayuda a personas de confianza. ¡Las profecías pueden ser confusas! Si no entiendes el mensaje de un profeta, o si has escuchado dos interpretaciones diferentes, pide ayude de alguien que ame a Jesús.

No creas que tienes que saberlo todo ahora. Pide a Dios cada día que te muestre lo que necesitas saber de él. Cuando el momento sea adecuado, él te ayudará a entender de a poco cada profecía. 

¿Lo sabías?

Las palabras de la Piedra Rosetta son en realidad sumamente aburridas. Es una copia de un decreto que celebra el día en que Ptolomeo V Epífanes se convirtió en rey de Egipto.

Egipto aparece en muchas profecías de la Biblia, incluida la de Oseas 11:1: «Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo». ¿Adónde fueron María y José con el niño Jesús para escapar del rey Herodes? Así es, ¡a Egipto! Desde allí, la pequeña familia fue a vivir a Nazaret. Esto confirma que Jesús fue «llamado» a salir de Egipto.

Para pensar

  • ¿Has hecho alguna vez un descubrimiento asombroso? ¿Te sirvió para algo? Si es así, ¿cómo?
  • ¿Cómo te sientes cuando no pueden entender algo? ¿Qué haces al respecto?
  • ¿Puedes pensar en una profecía bíblica que sea fácil de entender? ¿Qué significa para ti?

Autor de las Lecturas de niños: Randy Fishell. Fue editor de la revista Guide.

Revista Adventista de España