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Un nuevo año delante de nosotros y ante él una pregunta: ¿Qué ocurrirá? Sin duda que muchas cosas. En realidad no importa tanto lo que ocurra, sino cómo lo vivirá cada uno y cómo va a afectarnos. Las circunstancias son cambiantes: habrá cosas que nos van a agradar y habrá cosas que no nos van a agradar, incluso muchas hasta nos molestarán. En la vida hubo, hay y habrá de todo. Lo que importa no es lo que suceda fuera, sino dentro de ti.

Me gusta ese pensamiento que dice: “La vida es el lugar donde aprenderás las mejores lecciones, pero también donde recibirás las mayores heridas. Con lo uno y con lo otro todos vamos haciendo y deshaciendo dando lugar a lo que somos en realidad.” Pablo va a darnos una advertencia a los que vivimos en los momentos finales que debe hacernos pensar. Él dirá: “En los postreros días vendrán tiempos peligrosos.” (2ª Tim. 3:1). ¿Cómo vivir los días malos? ¿Cómo pasar los momentos buenos? Y ¿Cómo gestionar las heridas dolorosas que nos afectan a todos los que vivimos en este mundo especialmente a los que nos toca enfrentar los tiempos finales? Pablo en la misma carta nos dará la clave. Él escribirá: “ Tú pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia.” Interesante consejo, ¿no te parece?

¿Qué es la gracia? Éste es un término muy abarcante por lo que en lugar de intentar definirlo me vas a permitir hablar de las tres imágenes que Pablo usa en su 2ª Epístola a Timoteo: La imagen del soldado, del atleta y del labrador. Comentemos brevemente esto.

LA IMAGEN DEL SOLDADO

Lo más significativo de un soldado es la lucha y aquí Pablo lo que nos va a recordar es que cada creyente es un soldado, pero un soldado especial. ¿Qué es importante resaltar aquí? Luchar para un cristiano es necesario, pero tan importante como luchar, es saber en qué dirección luchar y contra quién hacerlo. Equivocarse en este aspecto es confundir todas las cosas.

Piensa por ejemplo en Saulo de Tarso. Fue un creyente que tuvo la convicción de que la lucha era una realidad de su fe. Saulo luchó y luchó como el que más. Pero ¿qué ocurrió? que luchó en la dirección equivocada y con la persona equivocada. Esto le dio no pocos dolores de conciencia y por eso en muchos de sus escritos recuerda con tristeza su equivocación.

Una de las preocupaciones que el creyente debe tener es centrar y enfocar bien su lucha de cada día. Nosotros no debemos luchar por defender nuestro honor, nuestro prestigio o nuestro buen nombre. Tampoco debemos luchar contra las personas, ni por demostrar a los demás quién es el mejor, quién sabe más o quién tiene la razón. Nuestra lucha es contra el mal, contra el pecado, en definitiva, contra un enemigo que no se ve sino con los ojos de la fe. Qué bueno es recordar que nosotros servimos a Aquel que vino a salvar a los pecadores. Pues bien, nosotros como soldados de Jesucristo, tenemos un único desafío, unirnos a la obra del Maestro en pro de salvar almas. Todo lo demás no sirve y lo único que hace es estorbar el plan divino.

LA IMAGEN DEL ATLETA

Todo aquel que quiera convertirse en un atleta debe estar dispuesto a hacer tres cosas: esforzarse, soportar y resistir. ¿Por qué razón estas tres cosas? Ningún atleta nace ya desde el comienzo como un campeón. Todo atleta debe ponerse desde su comienzo un objetivo: superarse y desarrollarse. Todos los campeones se hicieron poco a poco y para esto es imprescindible el esfuerzo. El esfuerzo es el motor que nos permite iniciar el avance, la mejora y la superación.

Sin embargo, esto que es necesario, no es suficiente. Con el esfuerzo va a aparecer otra cosa que se llama dolor. El dolor aparece cuando intentas salir de lo que es natural. Para mejorar hay que forzar y con ello suele aparecer el dolor. De ahí el gesto típico del atleta cuando entrena y sobre todo cuando compite. Para que el dolor tenga su recompensa, debe ser mantenido o dicho de otra manera, hay que aguantar el dolor, porque la tendencia natural es huir de él.

Pero no termina aquí la cosa, además del esfuerzo y del dolor se necesita otra cualidad: la resistencia. El papel de la resistencia es imprescindible: evitar el abandono. Uno puede aguantar el dolor un día, una semana o incluso un mes, pero aguantarlo toda la vida… ¡es un desafío que no está al alcance de cualquiera! La historia está llena de atletas que pudieron ser campeones pero no lo fueron porque les faltó esta tercera cualidad, la resistencia.

LA IMAGEN DEL LABRADOR

El trabajo del labrador no es duro pero es laborioso. ¿Qué quiere decir eso? Que su labor es sacrificada. Consiste sobre todo en hacer tres cosas: preparar, sembrar y cosechar. ¿Dónde está la dificultad? Que para llegar a recoger el fruto se debe tener en cuenta algo: la espera. Los labradores que son impacientes sufren mucho y lo pasan mal.

Un labrador debe recordar que no todo requiere el mismo tiempo para hacerse. Hay cosas que se hacen rápido, otras requieren un poco de tiempo, pero otras… es necesario que pase mucho tiempo para ver la luz. Los frutos son una de esas cosas que requieren mucho tiempo ya que precisan de una transformación. El labrador siembra una semilla; ésta debe morir. Pero no termina aquí el proceso: esta semilla después de su muerte, debe transformarse. Éste es uno de los milagros más bonitos de la vida: pasar de la muerte a la vida.

ESFUÉRZATE EN LA GRACIA

Después de considerar las tres imágenes que Pablo menciona, ahora sí que podemos entender a qué se refería Pablo cuando dijo: “Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia.” (2ª Tim 2:1). Consideremos lo dicho:

  1. En tiempos difíciles es necesario luchar.

  2. En tiempos difíciles es necesario esforzarse y pasar por el dolor.

  3. En tiempos difíciles es necesario preparar, sembrar y cosechar.

Si te fijas bien, todas estas cosas es posible hacerlas como humanos que somos. ¿Dónde está el desafío? ¿Dónde está la dificultad? Vamos a verlos ahora:

  1. Si luchar es fácil, lo difícil es luchar en la dirección correcta y en los momentos adecuados.

  2. Si esforzarse y sufrir forma parte de la vida, lo difícil es aguantar y resistir durante toda la vida hasta alcanzar el éxito.

  3. Si preparar, sembrar y cosechar es natural en el ser humano, lo difícil es saber esperar el tiempo suficiente hasta que la semilla se convierta en fruto.

Estos son nuestros desafíos y como puedes ver no son nada fáciles de alcanzar. Si piensas en ellos, te darás cuenta de que los grandes errores que hemos cometido y seguimos cometiendo como iglesia y como creyentes, están justamente ahí.

¿Qué hacer? Pablo tiene la respuesta: “Esfuérzate en la gracia”. Cada creyente para alcanzar el éxito debe aprender a depender de Dios en todo, pero especialmente en aquello que va más allá de nuestras posibilidades. Sin duda que Dios con su luz nos ayudará a luchar como hay que luchar. Con su poder resistiremos los momentos malos y haremos la hermosa obra divina: el milagro de la transformación.

CONCLUSIÓN

No es fácil vivir los momentos malos. No es fácil dar la talla como debiéramos, sobre todo cuando los vientos no nos resultan propicios. Por ello, una y otra vez terminamos en el mismo lugar, haciendo nuestras las palabras que Jesús: “Separados de mí nada podéis hacer.” (Juan 15:5)

Me gustaría, que al comienzo de este año, pudieses fijarte un objetivo: depender de tu Dios. Solo así las cosas que vayan ocurriendo a lo largo del mismo, sean buenas o no tan buenas, producirán en ti el efecto adecuado.

Ya sabes: “Esfuérzate en la gracia.” Que Dios te bendiga. AMÉN

Revista Adventista de España