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Lección 1 para el 2 de enero de 2021.

Isaías, hijo de Amoz y perteneciente al linaje real, fue llamado al oficio profético siendo joven, hacia fines del reinado de Uzías (790-739 a. C.), durante la corregencia de Jotam (aprox. entre 750-739 a. C.) Su ministerio continuó por lo menos durante 60 años, y abarcó los reinados de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías.

El libro de Isaías comienza con una declaración de crisis de identidad en el pueblo de Dios, un llamado al cambio y un ofrecimiento de perdón por parte de Dios.

  • Una crisis de identidad. Isaías 1:1-9.

    • A finales del reinado de Uzías, Dios hace una proclamación, poniendo a los cielos y a la tierra por testigos (v. 2-4): Israel había olvidado quién era su Señor, había perdido su identidad.
    • Como consecuencia de falta de comunión con Dios, estaban sufriendo graves pérdidas (v. 5-8). Pero todavía quedaba un remanente fiel (v. 9).
      • ¿Qué hacían? Dejar al Señor; airar al Santo; depravaciones; maldad y pecado; no tener conocimiento; no entender al Señor; rebelarse contra Dios.
      • ¿Qué les pasaba? Heridas en el cuerpo; el país destruido; ciudades en llamas; saqueados por los enemigos.
      • ¿Qué hacía Dios? Dejar a Sion en pie; dejar un remanente.
  • Una apariencia de piedad. Isaías 1:10-17.

    • ¿Cómo podía ser pecado (iniquidad) algo que Dios había ordenado?
    • Mientras ofrecían sacrificios dando una apariencia de piedad, y oraban levantando sus manos a Dios, esas manos estaban llenas de sangre (v. 16) por la violencia y la injusticia contra los débiles (v. 17).
    • Sus rituales no estaban acompañados de arrepentimiento. Estaban vacíos, Dios los consideraba pecado.
    • Este error se repitió otras veces en el pueblo de Dios (Mt. 23:23-28). Examinémonos a nosotros mismos para no caer en el mismo error que ellos.
  • Un ofrecimiento de perdón. Isaías 1:18.

    • Dios ofrece cambiar el rojo de la sangre que cubría las manos de los israelitas por el blanco de Su pureza. Quiere perdonar nuestro pecado y purificar nuestro corazón.
    • Solo nos pide que vayamos a Él con la intención de arreglar nuestras cuentas (arrepentimiento).
    • El perdón viene acompañado por un cambio de corazón (Jeremías 31:31-34). Cuando reconocemos nuestra necesidad de perdón, estamos listos para aceptar todo lo que Dios tiene para darnos.
  • Una oportunidad para decidir. Isaías 1:19-31.

    • Dios propone la solución, la decisión es nuestra (Deuteronomio 30:19).
    • Por mucho que hayamos pecado o por muy lejos que nos hayamos apartado de Dios, no hay límite para la gracia divina. Él siempre está dispuesto a perdonarnos.
  • Un punto sin retorno. Isaías 5:1-7.

    • Aunque el perdón de Dios no tiene límite, nosotros podemos limitarlo al rechazarlo hasta llegar a un punto sin retorno: el pecado contra el Espíritu Santo (Mateo 12:31-32; Hebreos 6:4-6).
    • Dejar de oír las súplicas del Espíritu es un punto al que es difícil de llegar. La paciencia divina no se cansa (2ª de Pedro 3:9). Su llamado es continuo. Dios hará todo lo posible para que no traspasemos ese punto.
    • Solo nuestra terca decisión de no querer escucharlo puede hacer que nuestra alma “quede desierta” (v. 6).

Para meditar:

“Debemos dar a Dios todo el corazón, o no se realizará el cambio que se ha de efectuar en nosotros, por el cual hemos de ser transformados conforme a la semejanza divina”. Elena g. White (El camino a Cristo, página 43).

“La confesión no es aceptable para Dios si no va acompañada por un arrepentimiento sincero y una reforma. Debe haber cambios decididos en la vida; todo lo que ofenda a Dios debe dejarse. Tal será el resultado de una verdadera tristeza por el pecado”. Elena G. White (El camino a Cristo, página 39).

Autor: Sergio Fustero, miembro de la Iglesia Adventista del 7º Día en Castellón. Responsable, junto con su esposa Eunice Laveda, de la web de recursos para la E.S. Fustero.es
Imagen: Librito oficial de Escuela Sabática

Revista Adventista de España
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