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Para el sábado 12 de diciembre de 2020.

Esta lección está basada en Lucas 2:8-20; “El Deseado de Todas las Gentes”, cap. 4, pp. 29-30.

Descarga este resumen en .pdf aquí: menores_2020_t4_11

  • Alabando a través del estudio y la puesta en común.

    • Después de reunir las ovejas y encerrarlas en los apriscos, los pastores se reunían, ya de noche, alrededor del fuego para hablar entre ellos.
    • Los pastores de Belén acostumbraban a conversar acerca de Dios y de las profecías que predecían la venida del Mesías prometido, y oraban para que viniese pronto.
    • Ellos estaban alabando a Dios mientras conversaban sobre estos temas, y así aumentaba su fe y su convicción de que el Mesías estaba muy próximo a venir.
    • Sin embargo, los líderes religiosos de Israel no hablaban sobre ello. Habían perdido de vista el significado de los ritos que se realizaban en el Templo y no se daban cuenta de la cercanía del evento.
    • Alaba a Dios por manifestar su amor a personas humildes, aunque otros las ignoren.
    • Alabas a Dios cuando estudias la Biblia y comentas lo que has estudiado con los demás.
    • Al igual que los pastores, ahora estamos esperando la Segunda Venida de Jesús (el Mesías). ¿Cómo estás preparándote para recibir a Jesús cuando venga?
  • Alabando a través del canto.

    • En el Cielo había muchísimo gozo porque su Comandante en Jefe había venido a esta Tierra a salvar a la humanidad. Cuando Dios les dio permiso, un grupo de ángeles bajaron a anunciar el nacimiento de Jesús a los que lo esperaban.
    • Los ángeles llevaron su mensaje al grupo de pastores que estaban esperando y orando por la venida del Salvador prometido.
    • El ángel principal del grupo comunicó a los pastores que había nacido el Mesías y dónde encontrarle.
    • Cuando los pastores acostumbraron sus ojos al resplandor del ángel, se unieron a este un inmenso grupo de ángeles cantando alabanzas a Dios y llenando las colinas con su luz: “¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra entre los hombres que gozan de su favor!”.
    • Alaba a Dios a través del canto. Con tu canto expresas el gozo por lo que Dios ha hecho por ti. Esto es algo que puedes hacer en cualquier momento del día.
    • Alaba a Dios por ser Dios, por ser tu Creador y tu Sustentador, por enviar a su Hijo a salvarte, y porque viene otra vez para llevarte con Él. Alábale con tu canto por las razones que sientas en tu corazón.
  • Alabando a través de la adoración.

    • Los pastores, dejando todo, salieron deprisa hacía Belén para ver al niño que los ángeles les habían anunciado.
    • Llegaron al establo y encontraron a Jesús acostado en el pesebre. Los pastores contaron lo que el ángel había dicho y lo que los ángeles habían cantado.
    • Alabas a Dios cuando asistes a la iglesia con los demás creyentes para encontrarte con Jesús y adorarlo.
    • También lo alabas cuando dedicas tiempo a adorarlo en tu devoción personal, y a través de la forma en que te comportas durante toda la semana.
  • Alabando a través del testimonio.

    • Los pastores esparcieron las buenas nuevas del nacimiento del Mesías y les hablaban de la visita de los ángeles.
    • Este informe llegó a los oídos de los sacerdotes, los ancianos y los maestros de Jerusalén, pero lo recibieron como si no mereciera ser considerado.
    • Sin embargo, todos los que esperaban al Mesías recibieron estas noticias con gozo. Y quedaron expectantes para saber qué ocurriría después.
    • Alaba a Dios hablando a los demás de cómo Jesús ha nacido en tu corazón. Lleva las buenas nuevas de Jesús a otros.

Resumen: Cada día podemos alabar y adorar a Dios como lo hicieron los ángeles.

Actividades

Historias para reflexionar

EL ÁNGEL EN LA MINA

Por AMOS HASH como se lo contó FRANGES SHAFER

EN 1897 mi hermano y yo compramos un pedazo de tierra en la zona minera del estado de Misuri, Estados Unidos. Queríamos dedicarnos a explotar minas de plomo y zinc.

Se había cavado va un pozo de 33 metros en la piedra. Y por debajo de la superficie del suelo, a unos 17 metros de profundidad, se había cavado una galería de acceso al pozo. Fue a esa galería donde bajé por la soga nueva, ese día inolvidable.

Me colgué de la soga que pendía dentro del pozo, dejando que mis manos se deslizaran hasta que dieran con el nudo a cuya altura estaba la galería a la cual quería ir. A medida que bajaba y el peso de mi cuerpo estiraba la soga nueva, ésta empezó a desenroscarse lentamente.

Las sogas nuevas están muy retorcidas antes de estirarse. Ese día no pensé en ese hecho, pero el peso de mi cuerpo estaba actuando como un buen atesador.

A medida que bajaba, la soga se desenrollaba y en mi viaje hacia el nudo me hacía girar. Me sostuve con todas mis fuerzas esperando que terminara ese girar vertiginoso, pero a medida que la soga se atesaba, giraba con más velocidad, y pronto giraba a una velocidad vertiginosa llevándome consigo. Había bajado ya unos 17 metros, y a otros tantos más abajo estaba el fondo del pozo, de roca sólida.

Cada vez giraba yo con mayor velocidad. Mis manos apretaban con más fuerza la soga y empezaban a transpirar. La cabeza daba vueltas y no podía ver nada. Ese nudo era lo único que me separaba del fondo rocoso. No podía ver la abertura de la galería, y era incapaz de salvarme.

Perdí el aliento. Me sentí mareado. Mis músculos no daban más. Entonces se me resbalaron las manos. Oh, Dios -exclamé-, ¡sálvame!

Una mano se extendió y me tomo firmemente por el hombro conduciéndome a la abertura de la galería.

Cuando mis pies se asentaron sobre la roca firme, mis manos flácidas soltaron la soga que seguía girando. Una voz bondadosa me dijo:

-Te sientes mal, ¿verdad? -y una mano me condujo junto a la pared, donde me senté sobre el piso duro.

Levanté los ojos para mirar a mi libertador. Era alguien a quien nunca había visto antes. Era un joven, vestido con pantalones oscuros y una camisa blanca, limpia. Luego bajé la cabeza, porque estaba todavía muy débil y mareado, y entonces volví a levantar los ojos para agradecer a este nuevo amigo.

¡Se había ido! Había dos maneras de llegar a ese lugar. Una era la forma como yo había venido, y yo sabía que él no había venido por ese camino. La otra era a través de una angosta galería de otra mina que quedaba a unos 220 metros de distancia. Era un túnel muy angosto y sucio. No podría haber pasado por allí ninguna camisa blanca sin que se manchara.

Un estremecimiento me corrió por el cuerpo cuando me di cuenta de que Dios había respondido a mi pedido de ayuda enviando un ángel para librarme.

Nadie me convencerá jamás de lo contrario. Esto ocurrió hace 65 años. Esta experiencia me ha proporcionado fortaleza y fe durante todos estos años de mi vida.

Nunca dejes de acudir a Dios. Él te oirá como me oyó a mí. Él enviará a sus ángeles para que tu cuentes a otros lo maravilloso que es Jesús y como te ayuda.

OYÓ CANTAR AL ÁNGEL

Por Nicolas Chaij “Maravillas del colportaje” 

El siguiente caso es una de las más hermosas e inolvidables apariciones angelicales. Sucedió en el Estado de Goias, Brasil, en la zona del río Caiapó que desemboca en el gran Araguaia. Allí cerca había una mina de diamante, pero el Señor tenía otros diamantes más valiosos que extraer.

Un viernes de tarde, desde el interior de su casa en esa región, un hombre oyó un hermoso canto, nuevo para él, una melodía tan bella y encantadora como nunca había oído en su vida. Al prestar más atención notó que no era una sola persona la que cantaba. Tan cautivante era el canto que salió a ver quiénes estaban cantando.

Desde la puerta de su casa en el valle, vio que dos desconocidos descendían la colina cantando juntos. Como venían hacia su casa, quedó afuera esperándolos, mientras contemplaba su atrayente aspecto y los escuchaba deleitado. Los siguió con la vista hasta que entraron en un bosquecillo que terminaba exactamente frente a su casa.

Uno de los que cantaban era el colportor Antonio Miranda. Tan feliz se sentía en su divino trabajo, que venía cantando en alta voz el himno “Seja o cora~ao alegre”, que en español es el himno 460 y que empieza diciendo: “Corazones siempre alegres”. Miranda cantaba sin saber que su ángel lo estaba acompañando en su canto y en su felicidad.

Cuando Miranda terminó de atravesar ese bosque, saludó al señor que lo estaba esperando frente a su casa, quien inmediatamente le dirigió esa pregunta que tantos colportores han oído.

-¿Dónde está su compañero?

-Yo vengo solo -contestó Miranda.

-No puede ser. Yo los vi a los dos bajando juntos la colina hasta que entraron en el bosque, y también les oí cantar ese canto tan bonito.

En seguida Miranda comprendió y le dio al admirado vecino, la siguiente explicación.

-Ud. ha tenido hoy un gran privilegio. Vio al ángel que me acompaña en mi trabajo y hasta lo oyó cantar.

-¿Será posible? -exclamó el hombre impresionado, y lo invitó a su casa.

Miranda le leyó el Salmo 34:7, y cuando le presentó sus libros, el hombre los encargó sin vacilar. Había otros dos vecinos cerca. El colportor tuvo tiempo, antes de la puesta del sol, de visitarlos, tomar sus pedidos y volver a hospedarse en la primera de esas tres casas.

Ese sábado Miranda lo pasó estudiando la Biblia con esas tres entusiasmadas familias. Cuando volvió a entregar los libros, les dio otros estudios. Cuatro años después, las tres familias fueron bautizadas por el pastor Pablo Seidl, entonces presidente de esa misión.

En esa ocasión, Antonio Xavier Rodrigues, el hombre que vio al ángel le contó emocionado esa experiencia al pastor Seidl, y le dijo: “Ese día yo tuve un gran privilegio. Vi al ángel del Señor y lo oí cantar”.

ÁNGELES EVANGELISTAS

Por E. LONNIE MELASHENKO y BRIAN D. JONES “Caminar con ángeles”

Sin dudas, la obra principal de los ángeles es cooperar con Dios para la salvación de la gente. La salvación del mundo es la más elevada prioridad del Señor. Las Escrituras declaran que los ángeles son “espíritus ministradores, enviados para ser vicio a favor de los que serán herederos de la salvación” (Hebreos 1: 14) .

Para estos brillantes mensajeros enviados por el cielo, el plan de redención es del mayor interés. Pedro lo expresó así: “Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, [ … ] cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles” (1 Pedro 1: 10- 12).

La fascinación de los ángeles y su participación en nuestra salvación se demuestra por su intensa actividad en el santuario celestial. El libro de Apocalipsis frecuentemente menciona su presencia como agentes ministradores con Jesús en su santuario. Él los envía para llevar convicción, conducción, sueños y mensajes a su pueblo.

Santiago, un colportor evangelista en el Perú, estaba visitando hogares en un área en la que los Iíderes religiosos locales se oponían fuertemente a la distribución de literatura bíblica. Estos Iíderes tenían bastante éxito en despertar hostilidad hacia la obra de Santiago en cierto pueblo en el que la mayoría de los hombres eran empleados de una fábrica grande. El gerente de la planta era especialmente hostil a los representantes de religiones “de afuera”. Este era un ambiente que no era fácil de penetrar.

Pero Santiago tenía una gran carga sobre su corazón de llevar el mensaje de salvación a este pueblo. Durante varias semanas lo hizo objeto de oraciones intensas, y finalmente fue impresionado de escoger el 15 de mayo de ese año como el día en que iría a la fábrica y le pediría al gerente que le dj era unos veinte minutos con todos los obreros juntos en el taller.

Decidido a que ningún oponente descubriera su propósito, Santiago oraba en silencio e hizo planes en secreto.

No le contó su idea a nadie, ni siquiera a su esposa, ni al líder del distrito, ni a la iglesia; no había hecho ninguna nota escrita acerca de su plan. Sólo él y Dios sabían de sus intenciones para el 15 de mayo. En su mente había elegido las 9:00 de la mañana como la hora para esta importante visita.

El único indicio era que varias semanas antes, Santiago (sin dar explicaciones) hizo un gran pedido de libros como anticipo optimista del resultado.

Santiago ayunó y oró el 14 de mayo y también a la mañana siguiente. Después de demorarse algunos minutos más en la casa en oración, salió con valor y ansiedad en su corazón. Llegó a la estrechamente vigilada entrada a las 9: 10, le dio su nombre al guardia armado, quien sonrió y le dijo: “Pase, pase, usted llega tarde. El Sr. Rosado, el gerente, lo está esperando”.

Asombrado y agradecido por la providencia de ser confundido con otra persona, Santiago siguió ágilmente a un segundo guardia, que lo condujo por una serie de corredores y puertas directamente a la oficina del Sr. Rosado.

– Ah, aquí llegó usted, – tronó el Sr. Rosado-, ¡lo he estado esperando! Pase. Está quince minutos atrasado.

Santiago, ahora perplejo, dijo.

– Perdóneme, Sr. Rosado, ¿podría ser que Ud. estuviera esperando a otra persona?

El gerente, dándole una rápida mirada, le preguntó.

– ¿Ud. es Santiago, el hombre que vino a mostrarme algunos libros?

– Sí -contestó con asombro creciente.

– Muy bien, su agente me visitó ayer y me dijo que Ud.

vendría. Él ya me explicó la naturaleza de su misión y materiales.

Él me mostró la clase de libros que tiene para vender y describió sus beneficios educativos. Entonces él me dijo que Ud. tenía planes de estar aquí a las nueve hoy. De modo que pedí a todos los obreros que se reúnan en el piso principal de la fábrica. Ellos están esperándolo, así que vamos. El tiempo es precioso en su ocupación y en la mía.

Caminando como en un sueño, Santiago siguió al gerente hasta el patio de la fábrica. Varios centenares de hombres expectantes estaban mirando. Orando por conducción, Santiago comenzó a hablar con un tono claro y fuerte, e hizo su presentación en unos diez minutos. Cuando terminó, el gerente se puso de pie y dijo.

– Señores, todo lo que él les dijo es cierto. Ustedes deben comprar estos libros porque les ayudarán a ustedes y a sus familias a ser sobrios, productivos, y a vivir en forma saludable con la bendición especial de Dios. Tómense el tiempo necesario para hacer sus pedidos.

Santiago tomó docenas de pedidos para los libros, que pudo entregar muy pronto, porque había hecho planes previos.

Al salir de la fábrica para ir a casa, supo más allá de toda duda que su “agente” sólo pudo haber sido un ángel, pavimentando el camino para este humilde colportor evangelista.

Nadie sobre la tierra tenía idea de sus planes.

¿QUIÉN ERA ESE HOMBRE?

Por Nicolas Chaij “Maravillas del colportaje” 

“De muchas maneras ayuda Dios al que se dedica de todo corazón a su obra”, nos dijo Segundo Gerena, de Colombia. Estaba desbordante de gozo, porque ese año Dios le había ayudado a ganar a cinco personas para Cristo.

Entonces nos contó el siguiente alentador episodio de su trabajo.

Estaba colportando en el pueblo de San José. De ahí a Medellín corría un solo tren al día, a primera hora de la tarde. Si él intentaba visitar todas las casas de ese pueblo, perdería ese tren de regreso. Al fin decidió quedar y visitar cada hogar.

Ese día terminó su trabajo tarde, y no habiendo otra alternativa, decidió pasar la noche en la estación del ferrocarril. Llegó cansado y con hambre. Estaba oscuro y ya se sentía el frío nocturno de la altura. Usando su maletín de almohada, se acostó en un banco de la estación.

A eso de las diez de la noche, Gerena oyó que se acercaba un tren de carga en dirección a Medellín, pero él sabía que no paraba en esa estación. Oyó el estrépito del tren, cuyo paso hizo retemblar la estación, pero no le prestó atención. Sin embargo, en seguida oyó que después de alejarse, el tren frenaba bruscamente y retrocedía hacia la estación. Entonces uno de los maquinistas bajó con un farol en la mano, buscó por toda la pequeña estación, y al ver a Gerena acostado, le preguntó excitado.

-¿Quién era ese hombre que con una linterna roja nos hizo señal de parar?

-No sé -respondió el colportor.

-¿Ud. no vio a alguien por aquí? -insistió el maquinista.

-No. Yo no vi a nadie.

Entonces el conductor le explicó: “Nosotros vimos a un hombre alto, vestido de manto, que con una linterna roja nos hizo señal de parar. Y lo más raro fue que después de pasar la estación, el tren empezó a frenar de por sí y a parar solo”.

Por entonces Gerena se había incorporado. El hombre le preguntó qué hacía él ahí a esa hora. Y aunque no les era permitido llevar pasajeros, lo invitó a viajar con ellos.

Una vez arriba, Gerena notó que todos estaban impresionados. Volvieron a contarle el caso del extraño hombre vestido de manto, lo de la luz roja, y la misteriosa frenada del tren.

Gerena les explicó a los asustados conductores que él era misionero adventista, y que “el ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende”.

Uno de ellos le preguntó: “¿Cómo puedo conseguir una Biblia?” “Aquí la tiene” contestó él, y le vendió ese ejemplar extra que llevaba. “Tráigame dos para mí”, le pidió el otro maquinista.

Y mientras el tren seguía su viaje, llevando consigo al colportor y a su ángel, Gerena les dio un largo estudio bíblico y los invitó a nuestra iglesia. Y los dos hombres asistieron.

Autora: Eunice Laveda, miembro de la Iglesia Adventista del 7º Día en Castellón. Responsable, junto con su esposo Sergio Fustero, de la web de recursos para la E.S. Fustero.es
Imagen del librito de la Escuela Sabática de Menores.

 

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