Skip to main content

Para el sábado 16 de marzo de 2019.

Esta lección está basada en Juan 11:17-37, El Deseado de todas las gentes, capítulo 58, páginas 488-491.

Hoy vamos a estudiar cómo descubrir la gracia en la lección de esta semana.

(17) Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.

  • Aunque no veas la gracia, ésta siempre está presente.
  • Jesús no había ejercido su gracia para ayudar a Lázaro, no había hecho nada para arreglar la situación.
  • Aunque no veas que Dios manifiesta su gracia sobre ti, espera y confía en Él porque tiene algo grande preparado para ti.

(18) Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios;

  • La gracia de la compañía.
  • Como Betania estaba cerca de Jerusalén, Lázaro y su familia recibían la gracia de la compañía de Jesús muy a menudo.
  • Dios te quiere hacer el regalo de acompañarte. Acepta esta gracia y procura estar en todo momento con Él.

(19) y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano.

  • La gracia de la consolación.
  • Los judíos le dieron a Marta y a María la gracia de la consolación.
  • Dios te puede utilizar a ti para consolar a otro, o puede utilizar a otros para que te consuelen a ti. La consolación es un regalo del Cielo.

(20) Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa.

  • La gracia de la presencia de Jesús.
  • Jesús no impuso la gracia de su presencia, sino que esperó a que Marta viniese a encontrarse con Él.
  • Corre a encontrarte con Jesús cada día. Búscalo en oración y en el estudio de su Palabra. Así obtendrás la gracia de Su presencia.

(21) Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.

  • La gracia de la sanación.
  • Marta estaba convencida de que, si hubiese estado presente, Jesús hubiera ejercido el poder de su gracia para sanar a su hermano.
  • Dios muestra su gracia sanando, pero no siempre lo hace cuando nosotros queremos. Confía en la gracia sanadora de Jesús.

(22) Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.

  • La gracia de dar.
  • A pesar de todo, Marta confiaba plenamente en la gracia de Dios para obtener todo lo que Jesús le pidiese.
  • Pide a Jesús lo que necesites, pues Él tiene la gracia de dar todo aquello que recibe del Padre.

(23) Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.

  • La gracia de la esperanza.
  • Jesús le dio a Marta la gracia de la esperanza en la resurrección de su hermano.
  • Ante la muerte de un ser querido, Jesús te concede la gracia de que tengas esperanza en que un día lo volverás a ver.

(24) Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.

  • La gracia de la fe.
  • Marta confiaba plenamente en que Jesús cumpliría su promesa y estaba dispuesta a esperar hasta que llegase el momento de la resurrección.
  • Dios te da la gracia de la fe para que puedas esperar confiadamente en el cumplimiento de sus promesas.

(25) Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

  • La gracia de la resurrección.
  • Jesús le aseguró a Marta que Él era la resurrección y que, aunque Lázaro había muerto, volvería a la vida.
  • Agradece a Dios por la gracia de la resurrección. Concederá esta gracia a todos los que han creído en Él, cuando vuelva por segunda vez.

(26) Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

  • La gracia de la vida.
  • Al creer en Jesús, la muerte es solo un estado transitorio, porque todo aquel que en Él crea resucitará.
  • Agradece a Dios por la gracia de la vida. Te dio la vida al nacer, te la sigue manteniendo constantemente y, al fin, te dará vida eterna.

(27) Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.

  • La gracia de Jesús.
  • Marta creía que Jesús era el mayor y el mejor regalo que Dios había hecho al mundo (Juan 3:16).
  • Acepta hoy la mayor gracia de Dios: Jesús. Simplemente dile a Dios que aceptas a Jesús como tu Salvador.

(28 y 29) Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama. Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él.

  • La gracia de compartir.
  • Marta compartió con María, su hermana, la gracia de la presencia de Jesús.
  • Comparte también con otros la gracia de Jesús y todo lo que sabes acerca de Él.

(30 y 31) Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado. Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.

  • La gracia de la compañía.
  • Los judíos que estaban en casa de Lázaro compartieron nuevamente con María la gracia de su compañía, no queriendo dejarla ir sola.
  • Hay momento en que otras personas necesitan solamente que estés junto a ellos, impárteles la gracia de tu compañía.

(32) María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.

  • La gracia del poder.
  • Al igual que su hermana, María estaba convencida del poder de Jesús para sanar a Lázaro.
  • Dios es todopoderoso. Deja que ejerza la gracia de su poder en tu vida.

(33) Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió,

  • La gracia de la simpatía.
  • Jesús se conmovió al ver el sufrimiento de los que le rodeaban y simpatizó con ellos.
  • Cuando estás pasando por una situación triste o dolorosa, Jesús te imparte la gracia de simpatizar contigo. Él ha pasado por las mismas circunstancias que tú estás pasando y por eso te puede comprender.

(34) y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.

  • La gracia de velar.
  • Jesús se preocupó por conocer el lugar donde estaba su amigo Lázaro.
  • En su gracia, Dios vela siempre por ti. Se preocupa por dónde estás, qué necesitas y como puede solucionar cada situación en la que te encuentras.

(35) Jesús lloró.

  • La gracia de la empatía.
  • “A la vista de esta angustia humana, y por el hecho de que los amigos afligidos pudiesen llorar a sus muertos mientras el Salvador del mundo estaba al lado, lloró Jesús”.
  • Jesús llora cuando tú lloras. Siente tu pesar y te da la gracia de su empatía.

(36) Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.

  • La gracia del amor.
  • Los judíos interpretaron el llanto de Jesús como una manifestación del gran amor que tenía por Lázaro.
  • Dios te ama más que nadie te amará nunca. No importa tu comportamiento, tus defectos, tus traiciones hacia Él, etc. Él te seguirá amando y dándote siempre la oportunidad de que tú lo ames a Él. Siempre te da la gracia de su amor.

(37) Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?

  • La duda aleja la gracia.
  • Algunos de los judíos dudaban del poder de Jesús. De esta manera, no pudieron recibir plenamente su gracia.
  • Cree en Jesús y no dejes que la duda aleje de ti la gracia divina.

Resumen: El amor de Dios nos sostiene firmes en tiempos difíciles.

 

Actividades

Aquí tienes unos textos que contienen promesas de dolor o sufrimiento. Apréndelas y úsalas cuando necesites consuelo, o necesites consolar a otros.

Encaja en los huecos las palabras que faltan, y que podrás encontrar en la columna de la derecha.

Los textos han sido extraídos de la versión Dios Habla Hoy.

TEXTOS BÍBLICOS DE CONSUELO PALABRAS
“Alabemos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues él es el Padre que tiene __________ de nosotros y el Dios que siempre nos consuela. Él nos consuela en todos nuestros sufrimientos, para que también nosotros podamos consolar a los que sufren, dándoles el mismo __________ que él nos ha dado” (2ª de Corintios 1:3-4) CONFIANZA

SOSTENGO

COMPASIÓN

AYUDO

ALEGRÍA

RESURRECCIÓN

PROMESAS

ESTÁS

VIDA

CONSUELO

VIVIRÁ

SALVAR

VOLVERÉ

SANA

FUERZAS

VENDA

ESPERANZA

“Aunque pase por el más oscuro de los valles, no temeré peligro alguno, porque tú, Señor, __________ conmigo; tu vara y tu cayado me inspiran _______” (Salmo 23:4)
“Así también, vosotros os angustiáis ahora, pero yo ___________ a veros y entonces vuestro corazón se llenará de _________, de una alegría que nadie os podrá quitar” (Juan 16:22)
“El Señor está cerca, para ______ a los que tienen el corazón hecho pedazos y han perdido la ___________” (Salmo 34:18)
“No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy ________, yo te ________, yo te _____________ con mi mano victoriosa” (Isaías 41:10)
“Este es mi consuelo en la tristeza: que con tus ___________ me das ______” (Salmo 119:50)
“Él ________ a los que tienen roto el corazón y les __________ las heridas” (Salmo 147:3)
“Jesús le dijo entonces: –Yo soy la ________________ y la vida. El que cree en mí, aunque muera, _________” (Juan 11:25)

Historias para reflexionar

SHOUHRI

Por Eva Harding

Shouhri es una niñita persa que vive con sus padres cerca del mar Caspio.

El verano en que ella tenía seis años el papá le dijo que iban a ir a visitar a sus abuelos durante algunas semanas. Shouhri se alegró mucho cuando oyó la noticia, porque su abuelo tenía una casa grande con un jardín amplio y fresco. A ella le gustaba jugar en el patio grande con sus primos y los niños vecinos.

Shouhri y sus padres eran adventistas del séptimo día, pero sus abuelos no. Sus abuelos eran musulmanes. No creían en Jesús, y eso apenaba a Shouhri y a sus padres. No obstante, mientras estaban en la casa de su abuelo, siempre que Shouhri y sus padres tenían oportunidad de hacerlo daban testimonio a favor de Jesús. A veces también tenían oportunidad de hablarles de Jesús a sus otros parientes.

Un lindo domingo de sol, algunos de los parientes vinieron a visitarlos. Shouhri y sus primos decidieron jugar en el jardín grande. El papá y la mamá de la niña estaban en la casa, donde era más fresco, conversando con los demás.

De repente los padres de Shouhri oyeron que los niños gritaban en el jardín. El padre salió para ver por qué hacían tanto ruido. Uno gritó que una de las puertas pesadas que habla en el cercado del jardín se había caído y que Shouhri y una de sus primitas habían quedado debajo. El padre miró hacia el pasaje que conducía del jardín al camino, y vio un hueco en el cerco y las bisagras dobladas. De repente vio la puerta caída en el suelo. Corrió hacia la puerta y las niñas que habían quedado atrapadas. Trató de levantarla, pero era demasiado pesada. Pesaba casi una tonelada. Ni siquiera la pudo mover. Estaba seguro de que las dos niñas habían muerto aplastadas.

Los parientes y vecinos, al oír los gritos, acudieron para ver qué ocurría.

Cuando vieron que el padre de Shouhri procuraba mover la pesada puerta, se apresuraron a ayudarle. Por fin consiguieron levantarla de sobre las niñas.

Estas yacían en el suelo inmóviles, con los ojos cerrados. El papá tomó tiernamente a Shouhri y corrió hacia la casa, colocándola sobre una cama. Alguien llevó a la otra niña a otro cuarto. La mamá, la abuela y el abuelo entraron en el cuarto donde el padre había colocado a Shouhri. A los pocos minutos ésta abrió los ojos y miró a su alrededor.

Su padre la examinó cuidadosamente para ver si estaba lastimada. Para sorpresa y regocijo de todos no pudo encontrar una sola herida en la niñita.

El abuelo le preguntó entonces a Shouhri cómo era que ella y la otra niñita no fueron lastimadas cuando la enorme puerta les cayó encima.

Shouhri respondió sin vacilar que cuando la puerta cayó ella había visto a Jesús parado a su lado, y que él había sostenido la puerta para que no las lastimara.

El abuelo se echó a llorar. Abrazó a Shouhri y le dijo humildemente:

-Shouhri, yo creo que tu Jesús te salvó.

Cuando el papá y la mamá oyeron que Shouhri le hablaba a su abuelo de Jesús, agradecieron a Dios, quien protege a sus hijos en todas partes.

 

LA PRIMERA ORACIÓN DE TOMASA

Por Telma Norman

Sonó la campana que anunciaba el fin de las clases del día, y el séptimo y octavo grados se volcaron al corredor, conversando animadamente los alumnos entre sí.

Como al día siguiente no había clases, los alumnos del octavo grado habían planeado una excursión en honor de los alumnos del séptimo grado. Se había pedido que todos estuvieran al día siguiente a las 7:3O de la mañana, donde estaría esperándolos un ómnibus. Irían al estado vecino a visitar una escuela normal, el museo y el observatorio que formaban parte de la misma escuela, y luego irían a visitar una gran panadería y una fábrica de conservas. Estarían de vuelta en la escuela a las diez de la noche donde los esperarían los padres.

No es de extrañarse que los alumnos del séptimo grado estuvieran tan excitados, porque para muchos de ellos era la primera vez que saldrían de su estado, o verían un observatorio o un museo.

-Tomasa, ¿crees que podrás ir? -le preguntó Lucinda. Todos sabían que Tomasa rara vez podía asistir a los actos que se hacían de noche en la escuela, porque su familia vivía a casi diez kilómetros del pueblo y el único transporte que tenían era un carro de mulas.

-Si tuviera una forma de venir a la escuela y volver después, yo podría ir -replicó no muy segura.

-Bueno -le dijo Lucinda-, si en tu casa te dejan recorrer a pie a esa hora de la mañana, los dos kilómetros que te separan de mi casa, puedes venir con nosotros, pero yo voy a pasar la noche siguiente en casa de Laura, en el pueblo, de manera que tendrías que encontrar a alguien con quien volver a tu casa.

¡Oh, gracias Lucinda! -dijo Tomasa rebosante de alegría-. Tal vez pueda pensar en alguna forma de volver a casa. ¡Adiós, allí viene mi ómnibus! ¡Te veré mañana… espero! En su camino de regreso, los pensamientos se atropellaban en la mente de Tomasa. Su tío Guillermo tenía un automóvil, y ella sabía que él estaría más que gustoso de venir a buscarla al día siguiente a la escuela. Al fin y al cabo, era su sobrina favorita y él no lo ocultaba. El problema de Tomasa era hacerle llegar un mensaje al tío Guillermo que vivía a cinco kilómetros de su casa.

Quizás, pensó, si me apresuro y hago el trabajo, y traigo las vacas temprano tendré tiempo de ir y ver al tío yo misma.

La madre de Tomasa escuchó sonriente las vehementes palabras con que su hija le trazó el plan para el dia siguiente.

-Y, mamá -terminó diciendo Tomasa-, ¿no crees que tendré tiempo de ir a casa de tío Guillermo para ver si puede traerme mañana de noche:

¡Voy a apresurarme!

-Querida, tendrás que preguntar a papá -replicó la mamá.

Tomasa se dio cuenta de que no sería tan fácil llevar adelante sus planes.

-Yo no puedo dejarte ir a casa de Guillermo esta noche -le dijo firmemente el padre-. ¿No recuerdas lo que pasó anoche cuando fuiste a buscar las vacas?

Tomasa bajó la cabeza, y su padre continuó:

-Las vacas vinieron solas antes de oscurecer, y tú no llegaste hasta casi una hora más tarde.

Tomasa recordaba muy bien lo que había ocurrido. Mientras buscaba las vacas la tarde anterior, había encontrado una cantidad de cordeles enredados, y se sentó sobre un tronco para desenredarlos. Era rara la vez que podía encontrar hilos de cáñamo o piolas delgadas cuando los necesitaba y aquí había encontrado éstos que eran tan buenos.

Tan concentrada estaba en su tarea, que cuando volvió en sí era casi de noche. Entonces se puso de pie de un salto y comenzó a recorrer el monte tratando de escuchar el cencerro de las vacas, llamando y buscando, hasta que finalmente se dio por vencida y volvió al galpón, para descubrir que las vacas habían vuelto y la familia ya casi había terminado de ordeñarlas.

Recibió una severa reprensión por su proceder irresponsable y se sintió afortunada de que el castigo terminó con eso.

-Pero, papá, esto es diferente -se aventuró a decirle.

-No, no lo es -la interrumpió él-. Si no puedo confiar en ti un día, ¿cómo puedo confiar en ti al día siguiente? Si te dejo ir a casa del tío Guillermo, puedes volver cuando dices, o a la media noche. No, no puedo aventurarme. Puedes considerar esto como parte del castigo que merecías ayer. Ahora, ve, y busca las vacas… ¡Y apresúrate!

Tomasa sabía que no valía la pena argüir con su padre, y se dirigió tristemente hacia la cuadra.

-De todas maneras -se dijo en voz alta-, él no dijo que yo no podía ir mañana si encontraba la forma de volver a casa. Tal vez el tío Guillermo venga a visitarnos esta noche y yo puedo decírselo. Y también… tal vez … si yo oro, él podría venir. He oído decir que Dios contesta las oraciones. Lucinda y Dorita dicen que eso es verdad, y ambas van a la escuela dominical. Y esa revista que la tía Nora solía mandarme -creo que se llama El amigo de los niños- tenía muchas historias de cómo Dios contesta las oraciones. Creo que voy a probar.

Y absorta en sus pensamientos siguió caminando hasta internarse en el monte.

-La gente se arrodilla cuando ora, me parece -se dijo-, así que voy a hacerlo así.

Se arrodilló pues al lado de un árbol y pronunció su primera oración. Explicó que no sabía mucho en cuanto a la oración, pero esperaba que Dios entendiera. Le dijo al Señor cuánto deseaba ir en esa excursión del día siguiente, y cómo todo eso dependía del tío Guillermo. Le pidió que le dispusiera alguna forma de ver al tío Guillermo esa tarde, y le dijo que estaría muy agradecida si así lo hacía. Sabía lo bastante acerca de la oración como para terminar con un amén, después de lo cual siguió buscando las vacas. Antes de mucho las tenía a todas en el galpón.

Terminando rápidamente el resto del trabajo, comenzó a hacer los preparativos para la excursión del día siguiente. Planchó su vestido bueno, se arregló el cabello, lustró los zapatos, y contó la pequeña provisión de dinero que tenía para sus gastos. Pero durante todo el tiempo se mantuvo alerta con la esperanza de escuchar el sonido de un automóvil.

Concluidas las tareas de afuera, sus hermanos entraron, se cenó, se lavaron los platos, y todavía el tío Guillermo no había llegado. Tomasa se sentía cada vez más ansiosa.

Finalmente, el padre dejó el diario y anunció que era hora de ir a la cama. Poco después apagó la luz, y todos se dispusieron a dormir. Esto es, todos, excepto Tomasa, quien se dio cuenta de que sus esperanzas de ver al tío esa noche se habían esfumado. Ella sabía que la gente no se visitaba después de la hora de ir a Ia cama, especialmente en el campo donde el trabajo comenzaba antes de la salida del sol. Tomasa se sintió muy chasqueada, más de lo que significaba perder la excursión en si. Tenía la sensación de que había sido privada de algo precioso antes de que realmente lo poseyera. No podía decir qué era, pero tenía la sensación de que se trataba de algo de gran valor.

Tal vez eso de religión, al fin y al cabo, no signifique mucho, pensó para si. No obstante le pareció que hubiera sido muy lindo saber que Dios responde las oraciones. No por la excursión -porque al fin y al cabo lo había pasado sin esas cosas antes- sino por algo realmente importante.

Finalmente se durmió. De repente se despertó por unos golpes fuertes que daban en la puerta y una voz que gritaba:

-¿Hay alguien aquí?

¡Esa voz! ¡Era la del tío Guillermo!

Tomasa se vistió rápidamente. Oyó que su padre se levantaba y encendía la lámpara.

-Algo debe haber ocurrido -oyó que decía su madre-, o si no él no hubiera venido a esta hora de la noche. Cuando el padre abría la puerta, Tomasa estaba allí. El tío no estaba solo: había traído a toda su familia, aun a la abuelita que vivía con ellos.

-¿Pasa algo? -preguntó ansiosamente la mamá de Tomasa-. ¡Es tarde… son más de las once de la noche!

-Oh, es sólo una de las locuras de Guillermo -respondió la abuelita, mirando indulgentemente a su hijo menor-. Ya estábamos todos durmiendo, y a Guillermo se le ocurrió venir aquí. Dijo que no podía dormir y que venía para ver si Tomasa le hacía unas palomitas de maíz, que le gustaban mucho.

-¿Qué te pasa, Tomasa? -se rió el tío-. Estás hecha unas pascuas.

Y me siento así -respondió Tomasa tímidamente. Luego explicó lo relativo a la excursión del día siguiente y cuánto necesitaba ella que alguien la trajera de vuelta a la noche. No dijo nada acerca de su oración y cómo había sido contestada. Era algo demasiado precioso todavía para compartirlo. Tenía que meditarlo a solas.

– ¡Por supuesto, Tomasa -le dijo su tío-, voy a ir a buscarte mañana de noche… si tú me haces esas palomitas de maíz las voy a venir a buscar!

-Tío Guillermo -le respondió animadamente Tomasa-, ¡te voy a hacer una olla entera de palomitas!

-Entonces es mejor que empieces ya -bromeó él-. Te va a llevar un buen rato hacerlas.

Tomasa corrió a la cocina y comenzó a preparar el fuego. Luego se detuvo. Debía agradecer a Dios.

-Dios, me alegro tanto de haber descubierto que tú realmente contestas las oraciones. ¡Muchas gracias! Si tú contestas las oraciones yo debo importarte algo. Algún día espero aprender más de ti. Gracias otra, vez. Amén.

Más tarde, mientras escuchaba las voces de la familia en la sala y el ruido del maíz que reventaba en la sartén que movía de un lado a otro, sintiendo el calor del fuego, Tomasa meditó tranquilamente en los acontecimientos del día. Pensó que posiblemente lo que había descubierto ese día efectuaría un gran cambio en su vida.

¡Y tenía razón, porque fue así!

Resumen, y selección de materiales, de Eunice Laveda, miembro de la Iglesia Adventista del 7º Día en Castellón. Eunice Laveda es responsable, junto con su esposo, Sergio Fustero, de la web de recursos para la E.S. Fustero.es

Foto: Ana Francisconi en Unsplash

 

Revista Adventista de España