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nombre de DiosEl nombre de Dios es usado para justificar puntos de vista personales. Pero es importante tener mucho cuidado con esas acciones.

Como seres humanos, todos nosotros tenemos impulsos y pensamientos absurdos en algunos momentos puntuales y pasajeros. Son como fallas de una mente demasiado rápida. Inmediatamente, suprimimos esos pensamientos y seguimos al frente. En otros momentos, podemos hasta salir espantados y asustados por aquello que nuestra mente es capaz de producir en un flash, pero la gente entiende que eso es normal y pasajero. La gran mayoría de nosotros jamás contará a otras personas alguno de esos pensamientos locos que cruzan por nuestra cabeza, porque son innombrables. Y seguimos nuestra vida normalmente sin nunca jamás realmente ventilar alguna de esas sandeces creativas que nos acometen.

¡Lo espantoso es cuando lo absurdo y lo innombrable toma forma y existencia! Cuando lo absurdo es oficializado y tenemos una palabra con lo cual nombrarlo, una fecha para fijarlo en la historia, y cuando percibimos que el mal que cruza nuestra mente de vez en cuando se puede materializar fácilmente dadas las debidas circunstancias. El terror que el mundo ha vivido es una de esas cosas a la cual me refiero.

¿Qué lleva al ser humano a ir tan lejos? ¿Qué es lo que puede pavimentar un camino lógico para acciones absurdas? ¿Y qué puede permitir una mente sin límites ni frenos llevar a cabo una crueldad que muchos seres humanos tendrían dificultad en tramar?

Nadie es bueno

Y claro, hay muchas respuestas y muchas teorías. Todas las miradas lanzan sus impresiones. Y yo no pretendo resolver la cuestión aquí, ni dar la respuesta perfecta. Quiero apenas enviar una alerta. Aparentemente obvio, pero confíe en mí, porque soy cristiano desde hace tiempo suficiente para saber que no es tan obvio.

Permítame recordarle que ninguno de nosotros es bueno (Romanos 3: 10). Somos todos nacidos bajo la infección del mal (Salmos 51: 5). La única cosa que nos impide llevar ese mal hasta las últimas consecuencias son las circunstancias (Proverbios 30: 9). Y cuando digo circunstancias me refiero a muchas cosas, como el lugar donde usted nació, quiénes fueron sus padres, el ambiente en el que usted fue creado, cómo fue educado, la religión de su familia, el ambiente social, las experiencias específicas, situaciones específicas, etc.… No estoy diciendo que quien roba, roba porque pasa hambre, porque hay muchos que pasan hambre sin robar. Estoy diciendo que, por naturaleza, somos igualmente malos. Son las elecciones que hacemos, o sea, los motivos, las justificaciones que damos para tomar una decisión las que corroboran esta naturaleza, o al contrario.

«Bien mayor»

Y el título de este artículo revela la motivación más potente que un ser humano puede encontrar. También confundida como «el bien mayor», ella puede ser transformadora o devastadora. Vimos que, en nombre de Dios, se hizo mucho bien, y podemos citar avances increíbles que fueron realizados en nombre de Dios. Pero también podemos citar acontecimientos terribles llevados a cabo por el mismo nombre. Por ejemplo, en nombre de Dios se tomaron esclavos, en el mismo nombre ellos fueron liberados. El gran problema es que cuando incluimos a Dios en nuestra ecuación personal de visión del mundo podemos crear un serio problema.

La comprensión de que Dios es absoluto, sumada a la noción de que nuestras opiniones personales y/o devaneos son la voluntad de Dios, confiere a nuestro argumento, sea cual fuere, autorización infinita, absoluta. Así, en nombre de Dios, lo indefendible se torna justificable. Lo absurdo pasa a tener motivo de existir. Muchas veces, más que función en un propósito, lo absurdo se puede tornar un deber del individuo. Esta comprensión también da poder a los actuantes. Ellos se sienten más motivados y más fuertes para actuar de manera cada vez más osada. Vea, por ejemplo, que el Estado Islámico se metió a pelear con Estados Unidos, Rusia, Francia, Turquía, Japón, Inglaterra, China, etc.

¿Cómo un movimiento regional puede intentar encarar a todas las grandes naciones de la Tierra, y de una vez? Ellos están capacitados a partir de la noción de que no sólo hacen lo que entienden ser la voluntad de Dios, sino que están siendo acompañados por él en su cruzada.

No se puede justificar lo injustificable, tampoco en nombre de Dios

Pablo pasó por eso, en Filipenses 3: 6, donde explica que en su celo, o sea, en la búsqueda de preservar su visión del mundo, en nombre de un «bien mayor», en el afán de preservar su fe, defender a Dios, atacar el mundo, él se tornó perseguidor de la iglesia. Pablo luchó del lado errado de la batalla tiempo suficiente para incurrir en absurdos y violencia en «nombre de Dios». Pensando que Dios estaba con él, Pablo fue más lejos que todos los otros y se lanzó fuertemente contra la iglesia. Intentó justificar lo injustificable del asesinato en nombre de Dios. ¡Y no piense que usted no incurriría en el mismo error!

Pablo es uno de los hombres más inteligentes en las Escrituras, y aun así, fue engañado por su propio «celo». Sólo cuando Jesús se le aparece en persona es que convencerlo se torna posible, en caso contrario, permanecería ciego en su caza. Eso puede suceder fácilmente conmigo y contigo también. Ninguno pide quedar ciego. Nosotros acabamos cegándonos con «buenos motivos» y, muchas veces, en el propio «nombre de Dios».

En fin, percibimos que el problema no está en el nombre de Dios, este es apenas un potenciador, el problema está en aquello que hacemos con el «nombre de Dios». Cómo podemos convertirlo en una excusa para nuestros propios fines de terror, odio, intolerancia, segregación, juicio, opresión, envidia, calumnia, control y etc…. El problema no es solo la maldad que tenemos en nosotros, sino las excusas que creamos para ellas.

¿Defender la honra de Dios?

Muchos están dispuestos a crear disculpas perfectas para acciones equivocadas como, por ejemplo, defender a Dios. Eva fue atraída al pecado y al árbol del cual debía distanciarse, porque oyó una frase mentirosa de la serpiente y se ofreció para defender a Dios. Las personas más equivocadas de la Biblia fueron precisamente aquellas que intentaron defender la honra de Dios: Bildad, Zofar y Elifaz. Al final del libro de Job, Dios los reprende, mientras pasaron la mayor parte del libro intentando defender y justificar a Dios. ¿Será que Dios fue ingrato? Creo que no. Él solo nos estaba enseñando a no hacer lo que hacemos: Justificar nuestras visiones del mundo con su nombre.

Adventistas, cristianos, judíos, musulmanes, en fin, todos los que estuvieren leyendo este artículo, en nombre del Dios creador de todas las cosas y del buen sentido, no justifiquen sus visiones particulares de la religión y de la vida con el nombre de Dios. Dios no necesita de defensores, Su honra no está en juego, su justicia no depende de agentes humanos, su verdad no está sujeta a nosotros y su amor no tiene límites como el nuestro. Cuidemos todos para que el “celo” no corrompa nuestras acciones. El Reino de Dios no es hostil. No existe cristianismo de guerrilla, que usa la verdad como herramienta de malos tratos. Nuestras palabras no son para herir y machacar, nuestros actos no son para dividir, juzgar y acusar. Nuestra postura no es la de confrontación, de odio o de la intolerancia. Nada justifica esas cosas. Nada. Ni Dios.

Autor: Diego Barreto. Teólogo, es coautor del BibleCast, un podcast sobre teología para jóvenes, y productor de aplicaciones cristianas para dispositivos móviles. Hoy es pastor en los Estados Unidos.
Imagen: Shutterstock

Publicación original: En nombre de Dios…

Revista Adventista de España