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Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos”. (Lucas 22: 31, 32)

El tema del zarandeo es un tema a considerar por cada creyente. Yo diría más, es un tema en el que cada uno debería reflexionar. La razón es clara, no se trata simplemente de una experiencia por la que pasaron los discípulos de Jesús. El Espíritu de Profecía dice claramente que “todos seremos zarandeados” y cuando se emplea la palabra “todos” lo que se está diciendo es que cada uno tendrá que pasar por su propio zarandeo.

Varias son las preguntas que vienen a mi mente: ¿Qué es el zarandeo? ¿Cómo te imaginas tu zarandeo? ¿Qué sucederá contigo cuando tengas que enfrentarlo? ¿Quién lo produce? ¿Cuántos zarandeos hay?… todas estas preguntas nos sitúan ante una realidad que en algún momento tendremos que enfrentar. ¡Qué importante es tener una idea clara de ellas para poder gestionarlas adecuadamente!

¿QUÉ ES EL ZARANDEO?

La imagen que nos da el texto tiene que ver con el zarandeo del trigo. Un cedazo en el que se ponía el trigo (espiga y grano) pisado previamente por la trilla, donde con movimientos violentos, rápidos y en todas las direcciones se conseguía hacer la separación de ambas. Como veis esta imagen es muy ilustrativa pero ¿cómo aplicar esto a las personas? Sin duda que no se puede hacer una aplicación literal, pero sí simbólica. Y es de esta manera que podemos decir que el zarandeo humano se convierte en una prueba, que pone de manifiesto el tipo de fe que cada uno tiene.

Esto es delicado porque ¿cómo detectar la fe que poseemos? Si la fe fuese algo material, es decir visible y tangible las cosas serían diferentes, pero al formar parte de la vida del espíritu, ¿cómo expresar de forma fidedigna la cantidad y la calidad de la fe? Yo diría que el hombre no es capaz de hacerlo. Recordemos esos pasajes de la Escritura donde los seguidores de Jesús pensaban que eran hombres de abundante fe y Jesús tiene que informarles que su fe era más pequeña que el grano de mostaza. Hablemos de las pruebas.

LAS PRUEBAS

A la hora de hablar de las pruebas, podríamos clasificar éstas, en tres categorías:

  1. Las pruebas fáciles. Serían aquellas que, dada la madurez cristiana que hemos alcanzado, no solo somos capaces de enfrentarlas sino de vencerlas y además con facilidad. Pongamos un ejemplo. Supongamos que vas por la calle y una persona que va delante de ti, se le cae la cartera donde hay bastante dinero. ¿qué pasaría? Sin duda que te agacharías, cogerías la cartera, acelerarías el paso y le dirías a la persona en cuestión: “Disculpe, se le acaba de caer su cartera”, y se la entregarías.

  2. Las pruebas difíciles. Serían aquellas que te tocan, duelen y te hacen sufrir, pero con lucha, esfuerzo y oración finalmente consigues superar y vencer. Por ejemplo la traición de un amigo.

  3. Las pruebas imposibles. Serían aquellas que cuando intentas enfrentar siempre terminas cayendo. Pareciera como que algo no funcionase y eso te hace caer una y otra vez. Por ejemplo los vicios (aquellas cosas donde nuestra voluntad no sólo se vuelve débil, sino que parece que no actúa). ¡Cuántos creyentes viven esta realidad, y además durante toda su vida! Sin duda que no hay situación que con el Señor no se pueda vencer. El problema es que el creyente no siempre vive el día a día cerca de Él. Con frecuencia le seguimos sí, pero a la distancia y eso hace que seamos frágiles y débiles frente a cierto tipo de tentaciones.

¿Por qué menciono esto? Porque el zarandeo, no se va a producir en el ámbito de las pruebas fáciles, ni siquiera en el ámbito de las pruebas difíciles sino en el de las imposibles.

¿QUIÉN PRODUCE EL ZARANDEO?

Frente a esta pregunta la primera respuesta que viene a mi mente es: ¡Satanás! Pero ¿esto es así? ¿Satanás es el único que realiza el zarandeo? Tomemos el caso del joven rico. Aquel joven era de gran valía. El mismo Jesús lo reconoce como alguien especial pero… siempre hay un pero en la vida de cada creyente: “Una cosa te falta”. Es decir, tenía un punto débil. Jesús puso su dedo en ese punto y ¿qué sucedió? Todos lo sabemos, aquel joven se marchó. Aunque tenía grandes virtudes, no superó su zarandeo. Señalemos algunas de esas virtudes: A pesar de ser importante, fue capaz de postrarse ante Jesús delante de la gente. A pesar de tener dinero, valoraba las cosas espirituales. A pesar de tener poder, era capaz de respetar a los que no tenían nada. ¡Qué grandes virtudes! Era lo que hoy podríamos llamar: Un gran hombre. ¿Dónde estaba su problema? Considerando su situación percibo tres problemas: 1) Tenía miedo de perder su status, 2) No quería depender de los demás y 3) No quería ser diferente a lo que era.

¿Quién produjo su zarandeo? Jesús. ¿Qué habría pasado si el zarandeo lo hubiese realizado Satanás? La diferencia entre ambos zarandeos es claro, mientras el zarandeo divino nos abre la puerta a la reflexión, al arrepentimiento y al cambio, el de Satanás nos cierras las puertas a la esperanza y nos deja en las tinieblas. Veamos esto en Pedro.

EL ZARANDEO DE PEDRO

¿En qué consistió? En hacer que Pedro se viese cómo era y no como creía ser. Es bueno recordar que Satanás prepara muy bien sus zarandeos. Vamos a verlo con Pedro. Todo comenzó con un desencanto. ¿Recuerdas dónde se produjo?… en el monte de los olivos. Jesús estaba orando con sus discípulos, de pronto una turba formada por los jefes de la guardia del templo, los principales sacerdotes y los ancianos se presentan con palos y se disponen a detener a Jesús. Marcos lo recoge de la siguiente manera: Uno de ellos (de los discípulos) cogió una espada y le cortó la oreja al hijo del sumo sacerdote. ¿Quién fue este hombre? Pedro. Pedro “momentos antes” le había dicho a Jesús que estaba dispuesto a ir con él hasta la muerte. Sacar la espada en esa situación suponía justamente eso, la muerte. Así que Pedro cumplió su palabra. ¿Qué hizo Jesús frente a la iniciativa arriesgada de Pedro? Le detuvo, le reprendió y por si fuera poco, deshizo lo que hizo al curar a Malco. ¿Cómo quedó Pedro? No es fácil expresarlo pero quizás acertaríamos si dijésemos que quedó chasqueado, avergonzado, desilusionado. Es decir, Pedro sufrió un desengaño. Fue el primer paso de su zarandeo. A este estado de ánimo se añadieron otras cosas: La noche, el seguir a Jesús de lejos, el mezclarse con los enemigos… y en este escenario llegó la afirmación y llegó de una forma rápida e inesperada: “Tú también eres de ellos”. Y esta afirmación repetida por tres veces hizo que saliera de los labios de Pedro algo extraño: “No conozco al hombre”. Y añade el texto bíblico que Pedro saliendo fuera, lloró amargamente.

¿CUÁNTOS ZARANDEOS EXISTEN?

Esta es una pregunta interesante. Efectivamente todos conocemos el zarandeo que se produce con la lucha ante la tentación. Pero existe otro zarandeo que con frecuencia olvidamos y es el zarandeo que aparece después de la caída. El primero lo produce Satanás, el segundo lo produce el Espíritu Santo. El uno consiste en luchar para no caer, el otro consiste en luchar para levantarse. Una pregunta ¿Cuál de los dos es el más duro y el más decisivo? Si lo piensas bien reconocerás que el segundo. Pedro tuvo que pasar por los dos. En el primero fracasó, pero en el segundo triunfó y gracias a este triunfo su vida se transformó en victoria. Consideremos este segundo zarandeo.

EL SEGUNDO ZARANDEO

Es cierto que Pedro falló cuando se le pidió que se identificase. Pero su mayor problema no estuvo ahí sino en lo que pasó después: Se trataba de abandonar o de levantarse y seguir. Este fue su mayor desafío, su mayor zarandeo. Sin embargo el Espíritu Santo luchó en este zarandeo para que Pedro finalmente saliese para vencer. ¿En qué consistió esa lucha?: Aceptar lo que era. Pedro siempre pensó que era un seguidor ejemplar, impetuoso sí, pero sincero y honesto. Ahora se mira así mismo y ¿cómo se ve? como un hipócrita, como un monstruo capaz de negar a su amado Maestro. No debió ser nada fácil aceptar su realidad. Y el texto lo recoge diciendo que Pedro “lloró amargamente”. ¿Qué debió pasar por su cabeza mientras se contemplaba a sí mismo? Es muy duro descubrir que uno es una cosa diferente a lo que creía ser. Y Pedro luchó entre las sugerencias del enemigo y la invitación divina. ¿Sería posible levantarse y transformar su triste realidad en ese hombre bueno y honesto que siempre creyó ser? Este fue su zarandeo.

CONCLUSIÓN

¡Cuánto tenemos que aprender todos de las luchas con el enemigo! Y la experiencia vivida por Pedro nos enseña una sabia lección. La vida de cada creyente está envuelta en caídas constantes, y frente a las caídas el desafío: levantarse y seguir o quedarse tumbado y abandonar. ¡Cuántos creyentes una vez caídos han seguido caídos porque no han encontrado fuerzas para levantarse! Han creído que la caída por fallar en el primer zarandeo, les hace inadecuados para continuar la lucha. Y no se dan cuenta de que fallar no es nuestro mayor defecto sino el no confiar en la misericordia divina. Cuando Jesús dijo a sus discípulos que “todo pecado podía ser perdonado”, lo que intentaba decir es que la derrota del pecado no consiste en caer, sino en no levantarse.

Con frecuencia se habla de la diferencia entre el pecado de Pedro y el pecado de Judas. ¿Qué pecado fue peor? En mi opinión, la falta de Pedro fue peor que la de Judas. ¿Cómo es que sólo se levantó Pedro? La diferencia está en que Pedro aceptó lo que era y recordó la cualidad divina: la misericordia, y aferrándose a ella consiguió volver y volviendo pudo transformar su vida. Judas, por el contrario, no aceptó su torpeza, sólo aceptó su realidad pero además no supo ver la misericordia divina y el resultado fue devastador: se subió a un árbol y se ahorcó

¡Qué bueno es Dios! Cuando zarandea como en el caso del joven rico, deja la puerta abierta para que después de pensar volvamos y cuando fracasamos como en el caso de Pedro, Él es capaz de tender su gracia y su misericordia para que nos levantemos y continuemos.

Me gustaría terminar esta reflexión con un último mensaje. Cuando el enemigo te venza en algún área de tu vida, recuerda, no vencer el primer zarandeo no es el fin de tu existencia, lo decisivo es vencer el segundo zarandeo que es la lucha por levantase y seguir.

Que Dios te bendiga. AMÉN.

3 comentarios

  • MARIADELMAR BERTO SERRANO dice:

    es como la tentación?

  • Esthervl dice:

    Sí, hay que levantarse y seguir luchando. Como el joven rico analizar “¿qué es lo que me falta?” Y como Pedro cambiar nuestra trayectoria, cambiar el camino. No podemos ser zarandeados y seguir haciendo lo mismo porque volveremos a caer en el mismo lugar y cada vez más profundo.

  • Ricardo Morós dice:

    Parte de lo que yo creo, a manera Personal, es que en aquellos años, en donde ha de ocurrir el Zarandeo, habrán Misterios ocultos que serán Revelados, los cuales pondrán a prueba la Fe de muchos Cristianos. Será entonces necesario tener AMOR, es decir a Dios en nuestros Corazones y Mentes. Y mientras tanto recordar que en un cuerpo sano también hay una mente sana. Debemos seleccionar correctamente nuestros alimentos, tanto los solidos y liquidos, y todo aquello que leemos o percibimos a través de nuestros sentidos y que alimentan nuestro ser, sentimientos y mente. Todo esto puede ser de ayuda y guia, si por alguna razón en aquellos días no se pudiera contar con una biblia para leer la palabra inspirada de Dios. Panamá – Jueves 15 Septiembre 2016 – 2:08 p.m. – Prof. Morós Ricardo. https://uploads.disquscdn.com/images/359dc3932eed863f95026fe5e9c0d3095df5c802d3f843358df8e16a0e0f5a9a.jpg

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