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La ciencia moderna ha hecho realidad cosas que años atrás parecían inimaginables. No cabe duda de ello. Cada día se descubren nuevas verdades, se crean nuevas hipótesis y se consolidan nuevas teorías. El mundo científico está en constante avance y el ser humano va abriendo puertas a nuevos conocimientos y descubrimientos asombrosos.

Gracias a esto, la gente ha comenzado a creer ciegamente en la ciencia, admitiendo planteamientos como “si la ciencia cree que Dios no existe, entonces yo también lo creo”, o “La teoría de la evolución está más que demostrada”, o también “Los científicos creen que el universo se creó gracias al Big Bang, así que debe ser cierto”.

No puedo remediarlo, me encanta la ciencia. Pero realmente soy un fan de Jesús. Por eso me gustaría explicarte en este artículo algunos detalles sobre el método científico que te ayudarán a amar la ciencia, y a amar a Dios al mismo tiempo.

Un concepto muy amplio

Hubo una época en la historia de la humanidad, en la cual una persona aplicada podía aprender casi todo el conocimiento que el ser humano poseía del universo, y convertirse así en un “erudito” que, literalmente, lo sabía todo. En la antigüedad, los sabios conocían todo lo que había que saber de medicina, astrología, biología, matemáticas…

Hoy en día, pensar que una sola persona pueda saber de todo es una locura. La gran cantidad de avances y conocimiento ha obligado a las personas a especializarse, en primer lugar, eligiendo una rama de la ciencia (física, biología, química, etc.) y luego, especializándose más y más, hasta ser un experto en un tema muy concreto de la ciencia, y tener un conocimiento muy general del resto.

Es por ello que hablar de “ciencia” es hablar de millones y millones de frentes de conocimiento distintos, algunos muy consolidados y comprobados; otros, en fase de experimentación e hipótesis.

La ciencia posee leyes y teorías

De todos esos frentes de conocimiento en los cuales la ciencia está investigando e intentando comprender, hay muchos que poseen leyes estrictas y resultados experimentales que los apoyan. Otros, son teorías esperando ser demostradas experimentalmente; y otros, simplemente son hipótesis.

No debemos confundir las leyes con las teorías porque son dos cosas muy diferentes. Un buen amante de la ciencia sabe la diferencia entre ambas.

Veamos a continuación una definición y luego pasaremos a ver las diferencias entre una y otra.

El método científico

Cuando la ciencia va a analizar un nuevo fenómeno para tratar de comprenderlo, primero realiza una serie de hipótesis. Esas hipótesis van cambiando a medida que se va observando el fenómeno, hasta encontrar aquella que mejor se ajuste a las observaciones.

Una vez se han analizado todos los casos posibles del fenómeno y este ha respondido correctamente a la hipótesis formulada, esta pasa a ser una teoría.

Esa teoría siempre está sujeta a cambios si, llegado el caso, el fenómeno mostrara alguna situación particular en la cual no se cumple la teoría. Entonces, se volvería a empezar el proceso: se genera una nueva hipótesis y, a partir de ahí, se elabora una nueva teoría.

Cuando la teoría no solo explica el fenómeno, sino que además aporta planteamiento matemático y, sobre todo, invariabilidad en el tiempo, esa teoría se convierte en una ley.

Diferencias entre ley y teoría

Una ley requiere un planteamiento matemático. Es por eso que las leyes suelen aplicarse a fenómenos muy estudiados y comprendidos en la naturaleza. El planteamiento matemático se elabora a partir de datos experimentales, pudiéndose crear con ello una ley física.

Como ejemplo, tenemos las leyes de Newton, que nos dicen cómo interactúan los cuerpos con masa entre sí, o la relación entre la fuerza aplicada a un cuerpo y su aceleración/velocidad de movimiento.

Una ley no cambia con el tiempo

Imaginémonos que una pelota de golf que se tira desde la azotea de un edificio y comienza a caer. Ahora imaginémonos que esa pelota tardase en llegar a suelo siete segundos y medio si la lanzamos los lunes, quince segundos si la lanzamos los martes, y los sábados tardase un segundo y medio.

¿Sería absurdo verdad? Como sabemos, eso nunca podrá ocurrir puesto que existe una ley que lo impide. Las leyes son invariables en el tiempo, y se aplican de igual forma ante condiciones idénticas.

Una ley puede predecir sucesos

Las leyes de la ciencia nos proveen de un planteamiento matemático que nos ayuda a predecir fenómenos. Por ejemplo, gracias a las leyes de Newton de interacción entre cuerpos y a la ley de la gravitación universal, podemos saber con total seguridad dónde se encontrarán los planetas de nuestro sistema solar el 26 de agosto del año 2890. También podríamos predecir, por poner otro ejemplo, cuánto tardaría en caer una piedra de 50 kg de masa lanzada a 300 metros por segundo sobre la superficie de Júpiter.

¿Fascinante verdad? Las leyes proponen modelos matemáticos que permiten predecir resultados sin tener que realizar el experimento en cuestión.

El fenómeno asociado a una ley puede producirse en un experimento

Quizás esta sea la parte más delicada y la que lo diferencie tanto de una teoría. Una ley se consolida solamente por la capacidad de reproducir el experimento que intenta explicar en condiciones controladas. Es decir, la ley de gravitación universal, solo existe porque cualquier persona puede generar un experimento en condiciones controladas que verifique esa ley.

Por ejemplo, la ley del magnetismo dice que si acercas dos imanes permanentes por los polos opuestos, estos se atraen; y que acercándolos por polos iguales, se repelen. La razón de ser de esa ley es la capacidad de generar y crear un experimento que pueda verificar la ley en condiciones controladas.

Es importante comprenderlo porque, dentro de unos márgenes, veremos que no ocurre lo mismo con las teorías.

La teoría

Imaginemos por un momento que hemos dejado un cubo lleno de agua en nuestro jardín durante toda la noche, y a la mañana siguiente, el cubo está vacío. Imaginemos que, además, quien está observando el cubo no puede tocarlo, ni rellenarlo de agua de nuevo para dejarlo otra noche, ni nada. Ni siquiera puede poner otro cubo en otro lugar del jardín y ver qué ocurre.

En este caso, uno puede pensar muchas cosas: ha venido un perro y se ha bebido el agua, mi hermano se ha tropezado con él y la ha derramado, el agua se ha evaporado por calor, etcétera…

Todas ellas son teorías que explicarían perfectamente el fenómeno, pero no pueden comprobarse porque simplemente no somos capaces de recrear el experimento de nuevo para realizar una investigación.

Obviamente, para explicar un fenómeno tan extenso como es la vida en el planeta, se deben formular numerosas hipótesis y escribir libros enteros llenos de ellas.

Una teoría es un conjunto de hipótesis que explica un fenómeno. Como conjunto de hipótesis, está sujeta a cambios y en continua evolución ante nuevas evidencias.

Imposibilidad de reproducir un experimento ligado a una teoría

A veces, el fenómeno que los científicos quieren observar y comprender ha ocurrido hace mucho tiempo, o bien no se tiene un conocimiento claro al respecto, o es imposible recrearlo en la actualidad en condiciones controladas.

En estos casos, no se puede realizar un experimento para comprobar que la teoría se cumple a la perfección, por lo que esta teoría está definida como «una posible explicación del fenómeno, pero que no puede ser comprobada por la incapacidad de realizar un experimento en condiciones controladas».

Este es el caso de la teoría de la evolución, el Big-Bang, por mencionar algunas.

No existe un planteamiento matemático que la explique

Dado que las condiciones o bien cambian con el tiempo, o bien son imposibles de reproducir en la actualidad, o bien el fenómeno ha tenido lugar en el pasado y no se puede generar un experimento para él, nos encontramos ante la situación de que no existe un planteamiento matemático para corroborar la teoría.

Una teoría no es única

Podrían existir varias teorías que expliquen un mismo fenómeno. Al igual que ocurría con la ilustración del cubo de agua, toda hipótesis que explique el fenómeno tal y como es, se considera una teoría hasta que se descubra un nuevo detalle que la invalide o la mejore. Sin embargo, como teoría, esta puede ser explicada por más de una hipótesis.

Una teoría cambia con el tiempo

Descubrir un nuevo hecho en el fenómeno investigado implica rehacer de nuevo las hipótesis para deducir una nueva teoría.

Una teoría no puede predecir fenómenos

Una teoría, al carecer de planteamiento matemático y comprensión en experimentos controlados, es muy difícil que sea capaz de predecir sucesos, por lo tanto se conforma solamente con “explicar” un fenómeno.

Conclusión

Dios creó todo el universo y puso sus leyes físicas para que nosotros las observemos y las estudiemos. Dios quiere que usemos nuestra capacidad para entender el universo porque así nos creó.

Sin embargo, debemos entender que no toda la ciencia es exacta, y que el método científico propone leyes cuando los fenómenos observados se comportan exactamente como se describe en la ley y, además, se pueden realizar experimentos sobre ellos, predicciones, planteamientos matemáticos, etcétera.

El método científico también propone teorías cuando el fenómeno a estudiar ya ha ocurrido y no puede crearse un experimento que reproduzca dicho fenómeno. Una teoría intenta explicar el por qué sin rigurosidad matemática, y está por tanto sujeta a cambios y adaptaciones a medida que se van descubriendo nuevas cosas sobre el fenómeno estudiado.

En particular, la teoría de la evolución, o la del Big-Bang, son solo teorías. No pueden ser comprobadas porque no se ha logrado realizar ningún experimento que permita simularlas, o recrearlas en condiciones controladas. Por supuesto, existen otras alternativas a estas teorías.

No deja de ser curioso que las personas que creen en la evolución o en el Big Bang, deben hacerlo por “fe”, ya que no son leyes demostradas sino teorías sujetas a cambio. Yo, sin embargo, prefiero creer también por fe, en las otras alternativas: la de un Dios Creador del cielo y de la tierra que nos ha dado sus maravillas para que las estudiemos.

Concluyo igual que al principio: soy un apasionado de la ciencia, y también soy un apasionado de Dios. ¡Ahora ya sabéis por qué!

«Desde el principio tú fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos» (Sal. 102: 25).

 

Revista Adventista de España