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He aquí os doy nuevas de gran gozo que será para todo el pueblo que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2: 10, 11).

La navidad es, sin lugar a dudas, la fiesta más entrañable que tenemos los cristianos. Si te fijas un poco comprobarás que no es una fiesta normal. No se trata de un simple día de descanso, se trata de una fiesta que lo afecta todo: la casa, la calle, el trabajo, los comercios, la comida, la música, la familia, las personas… ¡Cuántas cosas! Sin duda lo más llamativo de la Navidad es lo que tiene que ver con las personas: las sonrisas, los abrazos, los encuentros, los buenos deseos, los regalos. ¡Qué fiesta más especial!

Por si fuera poco, además de todo esto, la Navidad lleva implícito un mensaje que va más allá de lo presente. ¿Cuál es ese mensaje? “La salvación del ser humano”. Es bueno preguntarse ¿por qué vino Jesús a este mundo? ¿Es que acaso nos necesitaba? ¿Éramos imprescindibles? ¿quizás importantes? Todos sabemos que no somos nada de eso. Entonces ¿por qué vino? Esta pregunta sólo tiene una respuesta: Jesús vino por amor.

¿Sabes qué es lo que tiene de interesante el amor? Que nos coloca en una dimensión muy particular. Cuando se habla del amor estamos saliéndonos de lo razonable, de lo lógico, de lo necesario y aún de lo que puede considerarse justo, es decir, el amor nos adentra en la dimensión de lo inexplicable. Veámoslo con un ejemplo. Unos padres intentaban convencer a su hijo de que la señorita que había escogido para hacerla su esposa no era la adecuada y le explicaron el porqué no le convenía. Lo primero que le señalaron fue que ella no venía de una familia adecuada, además no tenía ni la educación ni la formación necesaria y por si fuera poco en su pasado habían sucedido algunas cosas que no era bueno recordar. Finalmente, y a modo de conclusión, le hicieron un llamado al sentido común: “hijo, por favor, ¡razona!” El hijo escuchó con atención y, con serenidad respondió: “Papis, tenéis razón en todo lo que habéis dicho pero hay algo que quiero que sepáis: Yo la amo”.

Ahora dime, ¿cuál es el argumento que anula el amor? Si lo piensas un momento llegarás a la misma conclusión que yo, no existe ningún argumento que pueda anular el amor. ¿A dónde nos lleva este plan- teamiento? A algo muy importante. Si Jesús vino a este mundo para salvarnos y vino por amor, eso quiere decir que la salvación del hombre es algo que se producirá. Con frecuencia los hombres intentamos usar la lógica y la razón para explicar la salvación y ¿qué ocurre? Siempre terminamos en el mismo lugar, dis- cutiendo. Olvidamos que si la salvación es un tema de amor, sobran las discusiones y las razones. ¿Quiere esto decir que se salvarán todos? Ojalá ocurriera esto, pero es bueno aclarar que Jesús vino a salvarnos a todos, pero no obligará a nadie a salvarse. Sólo aquellos que lo deseen lo conseguirán. Considera ese texto que tantas veces has leído: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16) ¡Qué gran noticia!

El milagro de la salvación se apoya en tres grandes verdades que no podemos obviar:

1. EL PODER DE DIOS

Ha sido tema de grandes debates a lo largo de la historia y aún hoy algunos lo cuestionan. ¿Cómo es posible que Dios pudiera hacerse hombre y naciera de una mujer? Cuando pensamos en Dios, no podemos por menos que enmudecer y llenarnos de admiración. Las Escrituras nos muestran que Dios es: todo poderoso, omnisapiente y omnisciente. Es decir, Dios lo puede todo, lo sabe todo y está en todos los sitios a la vez. Increíble ¿verdad? Además vive en la eternidad, es decir, Dios siempre vive en el presente; no tiene ni pasado ni futuro y además es eterno, no tiene ni principio ni fin. Piensa un momento en estas cualidades de Dios. Después de pensar durante un rato terminarás desubicado porque ni entenderás, ni comprenderás, ni siquiera podrás imaginar la magnitud de nuestro Dios. Pablo cuando consideró a Dios haciéndose hombre lo llamó “el misterio de la piedad”, es decir, se trata de algo que el hombre jamás podrá entender. Mas Jesús dejó claro una cosa: “Lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios.” (Luc. 18: 27)

2. ¿CUÁNTO VALEMOS PARA DIOS?

Cuando Dios creó al hombre (varón y hembra) le llenó de dignidad. Lo hizo a su imagen, conforme a su semejanza. Esto demuestra que Dios nos hizo muy valiosos, pero no nos muestra cuánto valor tenemos para Dios.

Para responder a esta pregunta necesitamos trasladarnos al momento cuando en el que el hombre pecó. Dios habría mostrado que valemos mucho para él, si al saber de nuestro pecado, hubiese llorado, se hubiese lamentado, y después lo hubiese destruido para volver a crear a otra nueva pareja. Pero Dios no actuó así. Dios quiso recuperarnos aunque para conseguirlo tuviese que enviar a su propio Hijo, quien naciendo como hombre se puso en el lugar del hombre saldando la cuenta con el pecado. ¿Cuánto valemos para Dios? Nadie puede dar la cifra exacta, pero lo que es claro es que el valor que tenemos para Dios es incalculable.

3. LA MISERICORDIA DE DIOS

La misericordia es una actitud. Consiste en tratar a alguien no como merece sino como necesita. Saber que Dios es misericordioso, es importante porque nos indica cuál es su actitud frente al que falla, frente al que repite el fallo y frente al que le cuesta reconocer que ha fallado. En cierto momento Moisés quiso ver la gloria de Dios y Dios le concedió su pedido. Cuando Moisés vio la gloria de Dios ¿qué fue lo que más llamó su atención? Léelo tu mismo en el texto: “Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado…” (Éxodo 34: 6, 7).

Si te das cuenta lo que más resalta en su descripción de Dios es su misericordia y si examinamos el contexto, podemos ver que la misericordia de Dios se asocia con el perdón que Dios nos dispensa a los pecadores. ¡Qué buena noticia!

CONCLUSIÓN

Para concluir traigo de nuevo las palabras de aquel que hablando a los pastores les dijo: “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2: 10, 11).

Cuando vivas la Navidad disfrútala, porque el mensaje que viene de parte de Dios no puede ser mejor. La Navidad nos recuerda cada año que la Salvación del hombre es real. Esta obra maravillosa e increíble es posible porque el motor que la mueve es el amor. Y se puede llevar a cabo porque el que la propicia es poderoso, nos valora de una forma increíble y además es rico en misericordia.

¡Qué razón tenía aquel ángel, su mensaje eran nuevas de gran gozo para todo el pueblo! Que Dios nos ayude a vivir y a disfrutar del mensaje de la Navidad.

Revista Adventista de España