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Cada vez llega antes y la asumimos como necesaria. La estación navideña se ha instalado en comercios y comerciales. Las tiendas se  visten de rojo y verde, de copos de nieve, de lucecillas de led intermitentes, de calcetines gigantescos y de dulces con un toque de jengibre. Los santaclauses más variopintos se presentan con un aspecto de fofisanos que nos anima a la hiperingesta de azúcares y otras drogas duras (que se lo digan a algunos turrones). A su vez, los spots publicitarios nos inundan con campanillas, gadgets metalizados y, sin remediarlo, entonamos villancicos de forma repetitiva y viral como si nos hubieran hackeado. Entre ellos destaca uno, el de la lotería de Navidad.

La lotería y el Espíritu Navideño

Durante los años que viví en Argentina, alejado de los códigos específicos de mi tribu, esperaba este comercial con expectación y cierta nostalgia. Lo reconozco, todos tenemos nuestras debilidades y a mí me fascina el Espíritu de la navidad (no, no me he equivocado con las mayúsculas). Más de una vez me emocione con ese señor calvo que al que asociaba con alguna de las bolas del bombo o del abeto adornado; y con los encuentros, desencuentros y nuevos encuentros de la gente con su familia o con otra gente. Nunca he jugado a la lotería (obvio con nuestros principios) pero afirmo que este spot es, usualmente, un ejemplo de ejecución cinematográfica.

El “día de la marmota” en España

Ya podemos ver el de este año. En esta ocasión, hace referencia a “Groundhog Day” (“El día de la marmota” en España), una película en la que el protagonista se ve obligado a repetir el mismo día hasta que hace las cosas bien. En el spot, a un individuo que parece gafe le toca un boleto y se siente sumamente feliz. Pero, al día siguiente, cuando mira su reloj, sigue estando en 22 de diciembre. Cuando comprende lo que está pasando decide comprar todos los boletos de lotería y se queda con todo el premio. Pero el día vuelve a repetirse una vez tras otra. En cierto momento, decide compartir y la “maldición” se rompe. Y, ¿qué queréis que os diga? Se me ha antojado, salvando las distancias, que tiene que ver mucho con nosotros. Y no solo es cosa de que me guste lo navideño.

La verdadera esencia de la Navidad

Hace mucho tiempo que llegó a este Belén (“Casa del pan” en hebreo bíblico) un bebé, rosadito para unos y morenito para otros, con una preciosa carita de pan y con un pan bajo el brazo. No, no sé si era chapata o de espelta. Sí sé que fue “integral” y sanaba hasta a los celiacos de alma. Ese día nos regaló un boleto de la lotería del universo. Y, 33 años después, nos tocó todo a todos. Dicen que el bombo tenía forma de cruz (otros que de “t”); da igual, lo bueno es que nos tocó todo a todos y sin haber puesto ni un duro (no, no hablo de turrones sino de lo terreno). Toda la salud, todo el amor, todas las posibilidades, todo lo necesario, todo el tiempo. ¿Qué quieres que te diga? Todo es todo. No importa si eres rosado o moreno; de altas capacidades o capacitadillo; un mandón o un mandado; machote o feminazi; cristiano o de Cristiano (fútbol hasta en esta sopa de estrellitas navideñas). Todos somos todos.

La mejor noticia

¡Nos ha tocado la lotería!

Y los que lo vivieron de primera mano (porque pudieron tocar sus llagas y creer) se dieron cuenta que era un notición y se lo contaron a los demás. ¡Cómo no contarlo! Una noticia tan buena no se la calla nadie. O, quizá sí. Quizá nos la hemos querido quedar solo para nosotros y venimos repitiendo la misma historia durante miles de años.

Navidad, cada vez mas temprana

La estación navideña se anticipa cada vez más y no es solo porque este mundo neoliberal esté desatado a la hora de estimularnos a consumir. Es que las cosas no dan plenitud y cada vez necesitamos más sin comprender que la existencia no va de incrementar objetos. La existencia va de otra cosa, de compartir la lotería, el premio que es Cristo en nuestras vidas. Y Cristo es el único que llena de verdad. Llena de vida (y nos invade la vitalidad aunque estemos enfermos), llena de amor (y cuando nos acaricia, el universo se estremece), llena de posibilidades (y nos otorga superpoderes que son inimaginables), llena de lo necesario (y nos quita el lastre de lo superfluo) y llena de tiempo (y los momentos se amplifican a mementos).

¡Nos ha tocado la lotería!

¿Un mensaje para nosotros solos?

¿Estamos obligados a repetir nuestras pequeñeces hasta que dejemos de quedarnos este mensaje para nosotros solos? No lo sé, posiblemente. Posiblemente nos hemos acomodado en nuestro sofá-iglesia, hemos cogido la “posturita” y ¡cualquiera nos mueve ahora!. Afuera hace un frío que pela y nos acurrucamos muy a gusto con nuestra taza de chocolate-religión. Además, estamos a mitad de nuestra serie-actividad y queremos saber cómo acaba el reality de los sábados por la mañana.
Posiblemente sí, posiblemente no.

¿Gritar que nos ha tocado la “lotería”?

Me imagino (¡Qué cosas tiene la mente!) que fuera “posiblemente no”, y que deseásemos con todo nuestro ser gritar eso de: “¡Nos ha tocado la lotería!”. En consecuencia, hablaríamos en casa sobre Jesús y nos abrazaríamos. Sin temor alguno, comentaríamos a nuestros vecinos sobre Jesús y seríamos más próximos y más prójimos. Incluso en lo laboral, imitaríamos a Jesús y lo haríamos bien (lo de hablar y lo de trabajar). No tendríamos miedo a esa nueva inquisición que se llama “miedo a la irrelevancia”, y viviríamos liberados de falsas libertades.

Sueño a tantos saliendo de la confusión de “santaclauses” y turrones, que la piel se me pone de gallina (o de tofu, si te va lo vegano), se me humedecen los ojos (con los años uno se hace más sensible a lo auténtico) y el corazón se me torna grande (que así llama la Biblia a los que entienden lo que a Dios le gusta).

Dios, todopoderoso y enamorado

Me imagino, además, que estas palabras te ayudan a comprender que el mayor premio para Dios (sí, porque Él también cuenta) es que lo compartamos. Cuando exclamamos: “¡Nos ha tocado la lotería!”, se le encoge todo. Nos abrazaría, levantándonos hasta el cielo y allí nos mostraría que le encanta este pequeño planeta azul, que lo ha dado todo por él y que no va a permitir que nadie se lo arrebate. Él no es el “fofi” Santa Claus, es el Dios Todopoderoso que va a hacer todo lo que esté en su manos (recuerda que están horadadas por ti y por mí) para que la Navidad no se acabe nunca. Dios es así, está enamorado de nosotros.

¡Nos ha tocado la verdadera lotería!

No sé que más escribir porque tú ya lo sabes. Estamos en días de días de rojo (prolongados déficits) y verde (breves superávits), de copos de nieve (frías simetrías), de lucecillas de led intermitentes (existencias titilantes), de calcetines gigantescos (hiperconsumismo y otras anomalías transaccionales) y de dulces con un toque de jengibre (rizomas sociales). Y, sin embargo,…

¡Nos ha tocado la lotería! Ni el Gordo, ni el Niño; la otra, ¡¡la de verdad!!. 

Un momento para recordar, sin duda alguna, que el mayor premio es compartirlo.

Victor Armenteros. Responsable de los departamentos de Gestión de la Vida Cristiana y Educación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España. 

Foto: Annie Spratt en Unsplash rawpixel en Unsplash

Revista Adventista de España