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Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. . . y la mujer huyó al desierto (Apoc. 12: 1, 6). Y me llevó en el Espíritu al desierto; y vi a una mujer. . . vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en su mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación, y en su frente un nombre escrito. . . Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra. Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús” (Apoc. 17: 3–6).

El Dr. Jekyll y el Sr. Hyde

En 1886, el escritor escocés Robert Louis Stevenson se hizo célebre con su novela El extraño caso del Dr. Jekyll y del Sr. Hyde.[1] En ella narraba la historia de un respetado médico deseoso de encontrar la fórmula que le permitiera alcanzar la excelencia moral aislando sus tendencias interiores hacia el mal a fin de hacer triunfar la razón sobre el instinto. Después de varios intentos fallidos, cierto día creyó por fin haber dado con la ansiada pócima. Pero cuál no fue su sorpresa al descubrir que ella no lo convirtió en un superhombre sino en un villano, en un ser despreciable e irreconocible que de allí en más se ocultaba en las sombras de la noche para cometer crímenes repugnantes en las calles desiertas. Nadie hubiera sospechado que Jekyll y Hyde eran una y la misma persona en distintos momentos.

Recuerdo el caso de una joven cristiana muy virtuosa a la que volví a ver después de varios años. No fue fácil reconocerla. Su atuendo provocativo y su comportamiento sensual eran los de una prostituta en busca de clientes a la vera del camino. ¿Cómo pudo cambiar tanto, al punto de parecer otra persona? Es lo que Juan se preguntó sin duda, lleno de asombro, cuando vio a la prostituta en el desierto.

Apocalipsis 12

En la visión del capítulo 12, la mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas, trajo seguramente a su mente la descripción del pueblo de Dios que aparece en Génesis 37: 9-10. Por su parte, la mujer del capítulo 17 debió evocar en él la imagen del pueblo de Dios en estado de apostasía, representado en el Antiguo Testamento como una mujer infiel que engaña a su marido con uno y otro amante, actuando como una prostituta (Isa. 1: 21; 2; 357:3; Jer. 3: 1-3; 5:7; Eze. 16; 23; Oseas, especialmente 4: 14).[2]

Israel vs Israel paganizado

Dios libertó a su pueblo de Egipto y lo llevó al desierto para ponerlo a salvo de sus enemigos (cf. Apoc. 12: 6, 13-16). Era el lugar perfecto para la intimidad amorosa de una luna de miel (Oseas 13: 4-6). Pero aunque salieron de Egipto, Egipto no había salido del corazón de muchos de ellos, y poco después, en el mismo desierto, cometieron adulterio espiritual contra su Esposo adorando a otros dioses (Éxo. 32; Hech. 7: 39). Una nueva generación hizo lo mismo en los umbrales mismos de la Tierra Prometida (Núm. 25). Quienes finalmente entraron en Canaán volvieron a ceder a la seducción del paganismo, y Dios permitió que se fueran con sus “amantes” paganos: Asiria y Babilonia (Deut. 28: 47-68; Dan.1: 1, 2; 9).

La seducción que la cultura babilónica ejerció sobre ellos durante setenta años fue tan intensa, que la mayoría decidió quedar allí tras la caída del imperio. Y aun los que volvieron a Judea fueron más tarde fuertemente influidos por la cultura pagana de los griegos. No es de extrañarse, pues, que los profetas identificaran a la mayoría apóstata dentro del pueblo de Dios con Sodoma, Egipto y aun Babilonia, las naciones mediante las cuales él los disciplinó, de las cuales los libertó, pero de las que decidieron seguir siendo esclavos espirituales (Isa. 1: 10; 3: 9; Jer. 23: 14; Eze. 16: 46ss; Amós 4:10-11; cf. Apoc. 18: 2-4).

Apocalipsis 17

He allí, tal vez, en parte la razón del asombro de Juan ante la adúltera o prostituta del capítulo 17: aquel que había sido en un principio el pueblo escogido de Dios, se había convertido, en virtud de su rechazo del Mesías y de su alianza con el poder secular, en enemigo de un nuevo Israel, del Israel cristiano llamado a cumplir en lugar de aquel la misión de proclamar el amor de Dios a la humanidad (cf. Apoc. 2: 9; 3: 9; Mat. 23: 34; Mar. 13: 9; Luc. 12: 11; 21: 12; Hech. 5-8; 13; 14; 21-24; 1 Tes. 1: 14-16). He allí el extraño caso de la mujer vestida del sol y la gran ramera.

Cristianismo vs cristianismo paganizado

Y la historia volvería asombrosamente a repetirse, ya que el Israel cristiano también habría de apostatar y, en alianza con el estado pagano, perseguiría implacablemente a sus propios hermanos, a un nuevo remanente fiel con el que Dios haría pacto para que fueran su representante ante el mundo (Hech. 20: 29-30; 2 Tes. 2: 3-4). Los casi trece siglos de tinieblas medievales fueron la triste confirmación de esa visión, que nuevamente se repetiría cuando el protestantismo surgido del cristianismo apóstata europeo renunciara, a su vez, a su misión y, de nuevo en alianza adúltera con el poder secular, hostigara a un nuevo remanente fiel surgido de entre sus propias filas en los siglos XVIII y XIX.[3]

Una oración para hoy:

Padre, ayúdame a no confiar en mi afiliación religiosa como si fuera de por sí una garantía contra la apostasía. Hazme parte de tu esposa fiel, la que no sólo tiene tu nombre, sino que te honra con su fidelidad. Que no me conforme con ser apenas “descendencia de la mujer”; quiero en cambio ser el resto o remanente fiel de ella.

Hugo Cotro. Pastor, doctor en Teología y docente universitario de destacada trayectoria. Actualmente ejerce su ministerio como profesor en la Universidad Adventista del Plata, Entre Ríos, Rep. Argentina y colabora con la Revista Adventista en España. 

Foto: chester wade en Unsplash

Notas:

[1]Robert L. Stevenson, Strange Case of Dr Jekyll and Mr Hyde (London: Longmans, Green, and Co., 1886).

[2]La palabra griega pórnē traducida como “prostituta” en Apoc. 17 significa también “adúltera”. Véase al respecto Septuaginta, ed. Alfred Rahlfs (2 vols.; Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft, 1979), 2:190 (Prov. 5: 3), 642 (Isa. 57: 3), 660 (Jer. 3: 1-3), 664 (Jer. 5: 7), 493 (Oseas 4: 14), entre otros.

[3]Acerca de Babilonia, la mujer infiel de Apoc. 17, como símbolo del liderazgo judío perseguidor del cristianismo en los primeros siglos, y de la iglesia cristiana medieval y el protestantismo secularizado posterior, véase Elena White, El conflicto de los siglos, 1ª ed. (Boise, EE.UU.: Publicaciones Interamericanas, 1981), 431-435.

 

 

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