Hablar de la misión de la iglesia no es nada nuevo. Cuando leemos o escuchamos la palabra misión, la mente se dirige indefectiblemente a Mateo 28:19. Sin embargo, hacerlo a partir del Antiguo Testamento es algo poco común, y esta porción de la Escritura es una fuente inagotable para estudiar y entender la labor misional que Dios desea de su iglesia. En esta ocasión, veremos algunos elementos del libro de Jonás que nos proporcionan principios misioneros esenciales para la iglesia hoy.
En el llamado y la respuesta inicial del profeta vemos cinco aspectos para destacar. Jonás 1:2 dice lo siguiente: «Levántate [heb. cum], ve [heb. halaj] a Nínive, a esa gran ciudad, y pregona [heb. cará] contra ella; porque su maldad [heb. raá] ha subido ante mí». En este pasaje encontramos algunos aspectos importantes para comprender la naturaleza de la misión. Veamos:
1-Levántate
Este verbo está expresado como un imperativo y es una orden divina. Esto implica un llamado al cambio y una invitación a salir de la zona de confort. Quizá sea la parte más difícil que los creyentes experimentarán. La misión no se cumple en pausa, sino que hay que presionar play para que empiece la acción.
2-Muévete
Jonás es invitado a moverse hacia Nínive. Esto indica que el movimiento del paso 1 no es hacia la deriva, sino que tiene un objetivo específico. Jonás sí se movió… ¡Pero en dirección contraria! Esta es una advertencia para no ir en dirección opuesta a la que Dios pide.
3-Pregona
La misión se conecta con la propagación de un mensaje específico. En el caso de Jonás, se trata de la destrucción de Nínive. En nuestros días, es el mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14 en el contexto del segundo advenimiento de Cristo. Esto significa que debemos buscar la mejor manera de dar a conocer el mensaje encomendado por Dios para la humanidad, y los creyentes somos los mensajeros indicados.
4-Proclamaron ayuno
Tras su travesía submarina, Jonás llega a Nínive, y como resultado, los habitantes de la ciudad creyeron en Dios y «proclamaron ayuno» (Jon. 3:5). Incluso el rey «se levantó de su trono» y mandó proclamar en todo Nínive (versículo 6, 7) que el pueblo se convierta de su mal camino (versículo 8). Como se puede notar, la misión encomendada a Jonás fue luego adoptada por el rey y el pueblo al que debía predicar. Ellos proclamaron el mensaje al igual que Jonás y llamaron a la gente a un cambio en su manera de actuar. Esto significa que, aunque al inicio son pocos los que salen a proclamar el mensaje divino, muchos otros se unirán a la proclamación del evangelio eterno.
5-Arrepentimiento
En Jonás 1:2 dice que debe ir a Nínive «porque su maldad ha subido ante mí». Luego de que los habitantes de la gran ciudad acompañaran la proclamación del mensaje de Jonás, el rey proclama un decreto pidiendo que se arrepientan. Así, el libro de Jonás indica claramente la razón por la cual es necesaria la predicación del evangelio. La maldad y el pecado son un problema universal, que debe ser atacado por medio de la proclamación del mensaje.
Así, es posible ver la dinámica de la misión descrita en el libro de Jonás. Esta tiene su origen en Dios, pues es él quien nos llama e invita a unirnos a su proyecto misionero. Este llamado implica un cambio de acción y salir de la zona de confort para movilizarnos hacia lugares inesperados. Esto puede provocar acciones opuestas a la voluntad de Dios, así como Jonás fue en dirección contraria. Sin embargo, Dios obró para corregir los procederes del profeta, por lo que también obra para corregir nuestras acciones. Ahora, una vez que Jonás se compromete con el cumplimiento de la misión, no lo hace solo. Cuando inicia la predicación, los habitantes de la ciudad de Nínive se le unen en la labor, e incluso el rey acompaña la proclamación del mensaje para lograr el cambio anhelado, y dejar la maldad y la iniquidad.
Esa es la cadena de la misión: una proclamación en contra de la maldad de este mundo. Puedes empezar solo, pero en el camino se unirán aquellos que reciben y aceptan el mensaje hasta que la obra sea terminada. ¡Qué maravillosa promesa!
Autor: Álvaro F. Rodríguez, Doctor en Teología, actualmente sirve como decano de la Facultad de Teología de la Universidad Adventista de Bolivia.
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Publicación original: Tiempo de cambios