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Por enésima vez intentaron entramparle Sus enemigos. Querían engañar a Jesús para que hiciera alguna declaración que les permitiera presentar cargos contra Él. Trabajaban juntos los seguidores de dos grupos distintos: los fariseos cumplidores de la ley y los pragmáticos herodianos. (Estos últimos querían evitar cualquier agitación en el país, con el fin de que los romanos no tuvieran motivo alguno para tomar represalias). En primer lugar lo adularon —y quien así actúa siempre quiere conseguir algo—: «—Maestro, sabemos que eres un hombre íntegro y que enseñas el camino de Dios de acuerdo con la verdad. No Te dejas influir por nadie porque no Te fijas en las apariencias». (Mateo 22:16, todos los textos bíblicos se han tomado de la NVI).

La opinión de Jesús

¡Habría sido imposible hacer una mejor descripción de la actitud de Jesús! Él nunca le decía a la gente simplemente lo que ellos querían oír, y no tenía particular interés por ser políticamente correcto —desde luego que no en esta ocasión—. Se dio cuenta rápidamente de la intención retorcida de su pregunta: «Danos Tu opinión: ¿Está permitido pagar impuestos al César o no?» (v. 17). Una de dos. Muchas preguntas trampa se expresan así. Un «sí» le costaría la simpatía del pueblo; un «no» proporcionaría la oportunidad de acusarle de quebrantar la ley. ¿Cómo debía responder, pues?

Si Jesús hubiera tenido la intención de mantenerse alejado de la política, podría haber permanecido en silencio o haber ofrecido una explicación tal como: «¡No voy a hacer comentarios al respecto; no tiene nada que ver con mi fe y mis enseñanzas!». Pero Jesús no era dado a evitar situaciones como esta. Se mantuvo fiel a Sí mismo, sin caer en la trampa que le habían preparado: «—Entonces dadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». (v. 21). Lo que parece una respuesta equilibrada, neutral e incluso evasiva de «sí y no a la vez» es en realidad un mensaje provocador —la participación activa en la realidad política del momento—: Sed buenos ciudadanos y cumplid de forma concienzuda con vuestras obligaciones —incluso cuando viváis bajo un régimen violento y opresivo—. Pero recordad lo siguiente: ¡Debéis lealtad en primer lugar y sin reservas, no al emperador ni a ningún gobierno o patria, sino a Dios! Porque «¡es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres!» (Hechos 5:29).

Temed a Dios, respetad al rey

Pedro expresa esta actitud de forma sucinta: «temed a Dios, respetad al rey». (1 Pedro 2:17). Pablo pone todavía un mayor énfasis en la obligación principal del cristiano de mostrar lealtad a los poderes gobernantes (Romanos 13:1-7), mientras que Juan aboga por una resistencia no violenta al poder anticristiano que reclama el poder del Emperador romano-semidiós, y en consecuencia hace un llamado a ser fieles al «Rey de reyes y Señor de señores» (Apocalipsis 19:16).

La respuesta ingeniosa de Jesús —con la que tomó partido de forma inequívoca pero que a su vez no dio lugar a un ataque— dejó en silencio a quienes formularon la pregunta. Esto no diluyó, sin embargo, su determinación de quitarse a Jesús de en medio. Desde Su primer sermón («Hoy se cumple esta Escritura en vuestra presencia») hasta Su juicio («¿Eres Tú el rey de los judíos?»), Jesús estuvo constantemente bajo vigilancia y ataque. Él no podía —y no quería— mantenerse en una posición neutra. Los cristianos que son fieles a la Biblia no deben entrometerse en la política. ¿Cierto? ¡Falso! Al contrario, ser cristiano es una cuestión altamente política.

Jesús tenía una dimensión política

Todo lo que hacía, ya fuera predicar, enseñar o sanar, tenía una dimensión política. A menudo sus contemporáneos consideraban estos actos como una provocación. Un predicador apolítico habría sido ignorado con facilidad. Sin embargo, Su vida constituía un desafío constante para los gobernantes de su época —desde Herodes hasta Caifás y hasta Pilato—.

Existe un dicho en el mundo de la comunicación: «Es imposible no comunicar». Todo —nuestras palabras y acciones, nuestras miradas y gestos, nuestro lenguaje corporal, e incluso nuestro silencio— revela siempre algo acerca de nosotros. Del mismo modo, se puede decir también: «Es imposible no tomar partido». Todo lo que decimos y hacemos, así como lo que no decimos o no hacemos, da un tipo de testimonio. La persona que, por ejemplo, mira a otro lado cuando se está perpetrando un ataque xenófobo, está tomando partido a través de su pasividad tanto como una persona que interviene en dicha situación. Una posición no-combatiente no solamente es una cuestión de conciencia, sino que también representa un gran desafío político para el país que desee entrenar a sus ciudadanos para matar. ¡Vivir la vida como cristianos es un acto político!

¿Cristianismo vs política?

Presentados así, los conceptos de «cristiano» y «política» no solo no representan un conflicto insuperable, sino que en realidad van de la mano hasta cierto punto. La «política» encuentra su origen en la palabra griega polis (ciudad [estado]) y representa los esfuerzos deliberados y sistemáticos de individuos y grupos de personas que desean vivir juntos y en paz bajo la ley por el bien de la comunidad. Quien procure vivir con el fin de alcanzar este objetivo es, por decirlo así, «políticamente» activo, incluso en el caso de que no pertenezca a ningún partido ni forme parte de ningún comité político.

Curiosamente, la palabra griega politeia que se deriva de la palabra polis no solo significa estado, sino también el estilo de vida o la conducta de una persona. En su discurso ante el Sanedrín, Pablo exclamó: «Hasta hoy yo he actuado delante de Dios con toda buena conciencia» (Hechos 23:1). Se podría hacer la siguiente traducción libre de esta frase: «Siempre he actuado políticamente con toda buena conciencia». El comportamiento semejante al de Jesús de una persona será siempre de naturaleza «política». Por eso Pablo suplicó a los cristianos de Filipo: «comportaos (“politizad”) de una manera digna del evangelio de Cristo». (Filipenses 1:27).

¿Son excluyentes la participación política y la vida de fe?

El mismísimo Jesús dejó perfectamente claras las implicaciones prácticas de este concepto: la no violencia en lugar del uso de la fuerza, la disposición para servir en lugar de exigir dominar, la dedicación abnegada en lugar de una lucha constante por el poder (Mateo 20:25-28). ¿Pero acaso puede uno sobrevivir en el mundo real de la política con una actitud semejante? (Esta pregunta se puede preguntar también en relación a la iglesia. Quien esté o haya estado alguna vez en una posición de liderazgo dentro de la iglesia está más que familiarizado con el tema). En el análisis final, pues, ¿son mutuamente excluyentes la participación política y una vida de fe constante?

¿Puede un adventista tener una carrera política?

Es evidente que Jesús nunca buscó el poder político, ni deseó ostentar cargos públicos ni verse metido en conflictos de partidos políticos. José y Daniel, sin embargo, son ejemplos impresionantes de la compatibilidad de política y fe, de empleo público y fidelidad a los principios. Incluso hoy en día podemos encontrar ejemplos entre los cristianos profesos. Quien se pregunte si es posible para un adventista tener una carrera política hoy en día, debería reflexionar sobre las siguientes frases extraordinarias de Ellen G. White, dirigidas a los estudiantes de Battle Creek College el 5 de noviembre de 1883:

«Queridos jóvenes, ¿cuál es la meta y el propósito de vuestra vida? ¿Ambicionáis una educación para tener nombre y posición en el mundo? ¿Tenéis el pensamiento, que no os atrevéis a expresar, de estar algún día en la cima de la grandeza intelectual; de sentaros en asambleas legislativas y deliberantes, y ayudar a dictar leyes para la nación? No hay nada malo en estas aspiraciones. Cada uno de vosotros puede llegar a distinguirse. No deberíais contentaros con adquisiciones mezquinas. Escoged una norma elevada y no escatiméis esfuerzos para alcanzarla» (Mensajes para los jóvenes, p. 26).

Autor: Rolf Pöhler Profesor de Teología Sistemática Theologische Hochschule Friedensau, Alemania

Traducción: Alexandra Mora.

Fuente: Aula7Activa

Imagen: Arnaud Jaegers en Unsplash

 

Revista Adventista de España