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duelo consueloNecesitamos consuelo ante la pérdida de un ser querido. Sin duda, esta es una de las experiencias más dolorosas que tenemos que enfrentar en la vida. En esos momentos de tristeza y angustia, la Biblia nos ofrece un mensaje de esperanza a través de la promesa de la resurrección.

Para los cristianos adventistas, que nos basamos en la Biblia, esta esperanza se centra en la segunda venida de Cristo y en la restauración de todas las cosas. Dios nos brinda consuelo y fortaleza, recordándonos que la muerte no es el final, sino un sueño temporal hasta el glorioso día de la resurrección.

El consuelo de la promesa de la resurrección

La resurrección es un fundamento clave de la fe cristiana y una de las más grandes promesas de Dios para la humanidad. En 1ª de Tesalonicenses 4:13-14, el apóstol Pablo escribió: «Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él». Esta declaración es un recordatorio poderoso de que la muerte no es el final para los que han creído en Cristo.

Elena de White también refuerza esta esperanza cuando afirma: «Cristo llegó hasta la muerte misma, para que pudiera destruir al que tenía el poder de la muerte, y librar a todos los que, por el temor a la muerte, estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre» (El Deseado de Todas las Gentes, p. 682). La victoria de Jesús sobre la muerte es la base de nuestra esperanza, ya que su resurrección garantiza que todos los que han muerto en Él también serán resucitados a vida eterna.

El estado de los muertos: Un «sueño» temporal

Según la enseñanza bíblica, la muerte es descrita como un «sueño». Los muertos no están conscientes de lo que sucede a su alrededor; han dejado de existir, no sufren ni sienten dolor, sino que descansan hasta el día de la resurrección. En Eclesiastés 9:5-6 Dios nos dice: «Porque los vivos saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más recompensa, porque su memoria es puesta en olvido. También su amor, y su odio, y su envidia fenecieron ya, y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol».

Jesús utilizó esta metáfora del sueño para referirse a la muerte de su amigo Lázaro. En Juan 11:11-14, dijo a sus discípulos: «Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle». Cuando los discípulos no comprendieron, Jesús les explicó claramente: «Lázaro ha muerto». Este pasaje nos muestra que la muerte no es un estado consciente; es un sueño temporal del cual los justos serán despertados en el día de la resurrección.

La Segunda Venida: La gran esperanza de la resurrección

La resurrección de los muertos tendrá lugar en la segunda venida de Cristo. Este evento es el clímax de la esperanza cristiana, donde el pecado, el dolor y la muerte serán finalmente derrotados. Pablo describe este momento en 1 Corintios 15:51-52: «He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados, incorruptibles, y nosotros seremos transformados».

Elena de White también expresa este evento con gran emoción: «Cristo vendrá con poder y gran gloria. Vendrá con su propia gloria y la gloria de su Padre, y con la gloria de los ángeles santos. Se oirá el grito de victoria sobre la muerte y la tumba» (El Conflicto de los Siglos, p. 645). En ese día glorioso, todos los que han muerto en Cristo se levantarán de sus tumbas con cuerpos nuevos e inmortales, y los justos vivos serán transformados para encontrarse con el Señor en el aire.

Consuelo en medio del dolor

Aunque la promesa de la resurrección nos llena de esperanza, el dolor de la separación es real y profundo. Es natural sentir tristeza por la ausencia de nuestros seres queridos, pero podemos encontrar consuelo en las promesas de Dios. En Salmo 34:18, leemos: «Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu». Dios entiende nuestro sufrimiento y promete estar con nosotros en nuestras pruebas más difíciles.

Jesús también ofreció palabras de consuelo a sus discípulos en Juan 14:1-3: «No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis». Estas palabras nos recuerdan que la separación es temporal y que hay un reencuentro glorioso esperando a los fieles en la eternidad.

Rechazo de prácticas contrarias a Biblia

En medio del dolor, es importante mantenernos fieles a las enseñanzas bíblicas sobre la muerte y la resurrección. Es vital recordar que los muertos no tienen conciencia y que cualquier intento de comunicarse con ellos es contrario a la voluntad de Dios: «No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti» (Deuteronomio 18:10-12).

Preparándonos para el encuentro con Jesús

La certeza de la resurrección nos invita a vivir cada día con fe y esperanza, aguardando el retorno de Cristo. Debemos estar preparados espiritualmente para ese encuentro glorioso. Elena de White nos exhorta: «Cada uno de nosotros debe ahora prestar atención a la amonestación del Salvador: “Velad y orad” (Mateo 26:41). Debemos estar preparados para el regreso de nuestro Señor» (Consejos para la Iglesia, p. 41).

Conclusión

La esperanza en la resurrección es el ancla de nuestra fe en medio de la prueba y el dolor. Saber que la muerte no es el final, sino un sueño temporal hasta el día de la resurrección, nos da consuelo y fortaleza. Que esta esperanza nos inspire a vivir con fidelidad, aguardando con gozo el glorioso día en que Cristo vendrá a llevarnos a casa, y seremos reunidos con nuestros seres queridos en un mundo donde no habrá más llanto, dolor ni muerte. Si necesitamos llorar, lloremos. Busquemos ayuda y apoyo para superar la tristeza de la separación, pero depositemos nuestra confianza en Jesús, quien es la resurrección y la vida (Juan 11:25). ¡Él es nuestra esperanza!

Autora: Esther Azón, teóloga y comunicadora. Redactora y coeditora de revista.adventista.es
Imagen: Shutterstock

Revista Adventista de España