Caminar con Dios es un arte. Solo necesitamos evitar estar distraídos con la distracción de la distracción.
Una de las historias más cortas, pero a la vez fascinantes, de la Biblia es la de Enoc. En Génesis 5:23 y 24 se dice que el patriarca vivió 365 años, y que caminó con Dios y desapareció, porque Dios se lo llevó.
Me llama mucho la atención la expresión «caminar con Dios». Si bien la historia no se desarrolla, sin duda hace referencia a una permanencia en la presencia de Dios. Y fíjate que no dice que corrió con Dios, sino que caminó. ¿Por qué? Porque Dios es amor, y la prisa y el amor simplemente no se mezclan.
Me preocupa, comenzando desde mi propia experiencia, que en una sociedad de desarrollo tecnológico y redes sociales como la que vivimos, vamos muy de prisa como para desarrollar una relación con Dios rica y vibrante como la que tuvo Enoc.
Encuesta de los obstáculos para el crecimiento
Michael Zigarelli, de la Facultad de Economía de la Universidad del Sur de Charleston, realizó la «Encuesta de los obstáculos para el crecimiento» entre más de veinte mil cristianos alrededor del mundo, y concluyó que los cristianos están asimilando una cultura de actividad, prisa y sobrecarga que lleva a que Dios comience a estar más excluido de su vida. Esto genera un deterioro en la relación con el Padre celestial y hace que se vuelvan aún más vulnerables a adoptar suposiciones mundanas acerca de la forma de vivir. Por ende, esto conduce a un estilo de vida más acorde con una cultura de actividad, prisa y sobrecarga. Y luego el ciclo vuelve a comenzar.
Dios camina porque es amor. Su velocidad es diferente de la que estamos acostumbrados. Caminar con Jesús es caminar sin prisa, ya que ella nos aleja de su presencia y roba nuestra atención. Siempre terminamos perdiendo más de lo que ganamos.
Hoy, una serie de circunstancias históricas están confluyendo ciegamente y, de manera accidental, conspiran para generar un clima en el que no solo es difícil pensar en Dios o en orar, sino simplemente tener cualquier profundidad interior en lo absoluto. Nosotros, por cualquier razón (buena o mala), nos distraemos en esta inconsciencia espiritual.
No es que tengamos algo en contra de Dios, la profundidad y el espíritu; nos gustaría tener esa comunión. Es solo que ya estamos tan acostumbrados a estar preocupados de que no los vemos cuando aparecen en nuestros radares. No es que seamos malos, es que estamos ocupados. Tampoco es que no seamos espirituales, es que estamos distraídos. No es que no estemos interesados en la iglesia, es que nos interesan más el cine, el deporte, el centro comercial y la vida de fantasía que nos crean las redes sociales. La actividad, la distracción y la ansiedad patológicas son los principales obstáculos que tenemos hoy en nuestra vida espiritual.
Desconfigurando la configuración de prisa crónica
En una sociedad de desarrollo tecnológico y redes sociales –como en la que estamos la mayoría de nosotros–, vivimos con una configuración de prisa crónica, por defecto, que aceptamos como normal. Estamos «distraídos con la distracción de la distracción». Y un mundo con suficientes distracciones evita la herida que nos puede guiar hacia la sanidad y la vida: Jesús.
Muchas veces, en nuestra búsqueda de caminar con Dios, el peligro no es renunciar a nuestra fe, sino volvernos tan distraídos por la prisa que la preocupación nos lleve a una relación mediocre con él. Recuerda: si el diablo no puede hacerte pecar, te mantendrá ocupado.
Vivamos una vida en la que, en medio de una sociedad de desarrollo tecnológico y redes sociales, así como lo hizo Enoc, caminemos con Dios. ¿Aceptas el desafío?
Autor: Brian Chalá, reconocido influencer en redes sociales. Trabaja como pastor en la Red Nuevo Tiempo de Comunicación, en Brasil.
Imagen: Shutterstock
Publicación original: El arte de caminar con Dios